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Boxeo

Dos hombres rugen

Muhammad Alí y George Foreman protagonizaban hace 40 años el combate de boxeo más famoso de la historia

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El «Rumble-In-The Jungle» es el combate de boxeo más famoso de la historia, con la única competencia de «The Fight» y el «Thrilla-In-Manilla», dos de los episodios de la tremebunda serie de tres disputada también por Alí contra Joe Frazier. La pelea de Kinshasa, programada en un principio para el 25 de septiembre de 1974 y aplazada por culpa de una lesión en la ceja que George Foreman se hizo guanteando en un entrenamiento, se celebró finalmente durante la madrugada del 30 al 31 de octubre (horario excéntrico para acomodarlo al del televidente norteamericano), metida ya la fecha en la temporada de lluvias, lo cual obligó a construir sobre el ring un tejadito de zinc que mitigó el efecto de unos chaparrones torrenciales, como una cólera de los dioses agregada a la de los púgiles.

Para justificar el traslado a Zaire, Don King inventó la coartada cultural de la africanidad, y de hecho organizó un festival paralelo en el que actuaron artistas del calibre de James Brown y BB King. Lo cierto es que, cuando firmó con los boxeadores contratos por cinco millones de dólares de la época por cabeza, no tenía dinero para pagarles. Tuvo que subastar la pelea, y Mobutu la compró porque vio en ella una oportunidad de rehabilitar su imagen en el mismo estadio en cuyos sótanos cientos de hombres habían entrado para no regresar vivos jamás.

Foreman se ganó la inquina de los zaireños en la misma escalerilla del avión porque apareció, sujeto con una correa, con un perro pastor alemán, el de los represores belgas. Por el contrario, Alí fue ungido como un campeón y redentor de África a quien las muchedumbres, cuando salía a correr, gritaban «Alí Bumayé» (Alí mátalo). No cabe duda de que Alí, maestro al fin y al cabo en los manejos psicológicos y en los «shows» de autopromoción, supo sacar ventaja de esa preferencia popular.

Detrás de los boxeadores acudieron para escribir sus crónicas escritores célebres, como Norman Mailer y George Plimpton, que, cuando no visitaban los campamentos de entrenamiento, vivían como corresponsales de guerra, dedicados a la dipsomanía y las apuestas en los bares de los grandes hoteles en los que permanecían recluidos.

Alí tenía 32 años y era ya un púgil más pesado y estático que el que derrotó a Sonny Liston. Los comentaristas lo daban, no ya por perdedor, sino por muerto. Foreman tenía 25 años y una fama de descoyuntar seres humanos que confirmó cuando tiró a Frazier seis veces en dos asaltos. Su cadencia de ganchos por minuto era disuasoria como la de una ametralladora, y al hombre que le sujetaba el saco le levantaba los pies del suelo.

K. O. en el octavo asalto

La pelea de Alí fue una asombrosa proeza de la inteligencia. Primero salió al ataque, y exasperó adrede a Foreman arrancando las combinaciones con la mano derecha, la de atrás, lo cual era humillante porque equivalía a despreciarlo por lento en la reacción. Cuando ya lo tuvo fuera de sus cabales, se encerró en las cuerdas y permitió que le largara todos los ganchos que se le antojaran, hasta agotarse. De vez en cuando le susurraba al oído cosas como: «¿Eso es todo lo que tienes, George? Me dijeron que pegabas fuerte».

Foreman llegó vacío al octavo asalto, y Alí lo tiró definitivamente saliendo de las cuerdas después de hostigarlo con unos jabs vertiginosos que enloquecieron como un enjambre al gigante. Esa táctica de aguantar hasta la fatiga del rival pasó a la historia como «Rope-A-Dope», término que en los Estados Unidos se usa incluso para el lenguaje político.

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