Marita Koch
Marita Koch - efe
Dopaje

Víctimas del dopaje de Estado

Los deportistas damnificados por el consumo de sustancias en la RDA piden ahora ayuda al Gobierno de Merkel

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El Museo de Historia Alemana de Berlín muestra en una de sus vitrinas una caja de anabolizantes, tabletas de turinabol. Es la pócima mágica que representó la época oscura del deporte en la RDA, la antigua Alemania comunista. Atletas sometidos al dopaje por el Telón de Acero que asombraban al mundo con proezas sin igual. Velocistas que no competían durante la temporada y arrasaban luego en los Mundiales o los Juegos Olímpicos, gimnastas que no crecían, nadadoras voladoras que se quedaban embarazadas y abortaban para sacar beneficio del cambio hormonal. Fetiches de infancia de una generación que admiraba a aquellas sirenas ataviadas con camiseta azul y pantalón blanco. Marita Koch, Marlies Gohr, Kristin Otto… Trampa, dopaje de Estado y también secuelas.

En Alemania existe la asociación de víctimas del dopaje (DOH), que presta ayuda a más de 700 exdeportistas. La DOH ha elevado una petición al Gobierno de Merkel para que castigue con mayor dureza a los culpables y no olvide a los damnificados.

Casi 25 años después de la caída del Muro de Berlín, las víctimas del dopaje en Alemania han llegado a una conclusión desoladora. «La situación es simplemente catastrófica», dijo Ines Geipel al auditorio de antiguas celebridades que la escuchaba en la capital germana durante la reunión anual de la asociación. En el cambio de siglo se han sucedido enfermedades, malformaciones y muertes, explicó Geipel, exatleta de 54 años que estudió filología y sociología y huyó a la República Federal Alemana en 1989. También cunde el olvido para una generación de apestados que en su día fueron héroes. En un año la DOH ha atendido a 700 perjudicados por el dopaje. La cifra crece cada año. «Ha habido un proceso y una compensación, pero los afectados seguimos con nuestros cuerpos dañados y solos».

Se calcula que más de 15.000 atletas fueron sometidos a un programa de dopaje forzoso. Bajo el seudónimo de UM, «Unterstützende Mittel» (medios de apoyo), entrenadores y médicos administraban esteroides y estimulantes a los deportistas. «Éramos jóvenes e ingenuos. Queríamos viajar y lograr un buen rendimiento. El dopaje se camuflaba como complemento medicinal. ¿Cómo íbamos a saber lo que era en realidad?», expuso Geipel. Hace catorce años se celebró el juicio que pretendía restañar heridas. Manfred Ewald y Manfred Hoeppner, los sacerdotes de la trampa, ideólogos del dopaje de estado, fueron condenados a 22 meses de cárcel, que no cumplieron. Ewald fue declarado culpable de las lesiones de al menos veinte atletas, que presentaban los síntomas habituales del dopaje sistemático: esterilidad, impotencia, cirrosis, insuficiencia cardíaca y, en el peor de los casos, cáncer.

Gloria efímera

Juguetes rotos que coleccionaron títulos y gloria efímera. Heidi Krieger es el símbolo. Lanzadora de peso, campeona de Europa en 1986, tuvo que resignarse a aceptar que los esteroides habían transformado sus rasgos femeninos en masculinos. Y por eso se cambió de sexo. Hoy es Andreas Krieger y está casado con Ute Krause, también víctima en la asociación. Andreas no puede dormir de lado por los años de anabolizantes y esfuerzo físico.

La última tragedia se conocía la semana pasada. El exlevantador de peso Gerd Bonk, doble medallista olímpico, fallecía a los 63 años. «La RDA arruinó mi cuerpo», denunció Bonk, que arrastraba serias lesiones en los órganos y estaba en un coma desde finales de septiembre.

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