Una escena del espectáculo
Una escena del espectáculo - Javier del Real
CRÍTICA DE ZARZUELA

La gatita que no araña

El Teatro de la Zarzuela presenta «Enseñanza libre» y «La gatita blanca», con música de Gerónimo Giménez

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

De pronto, todo se confunde en el Teatro de la Zarzuela: el genero chico con el espectáculo revisteril, la sicalipsis con la mojigatería, la gracia con el ripio, el cuplé con la banalidad, el hacer música con la sosería… y hasta la escena con lo público. La ceremonia de la confusión llegó anoche con el estreno de un «despropósito lírico» en el que se reúnen con pretendida unidad dos obritas de referencia: «Enseñanza libre» (Perrín, Palacios, Giménez) y «La gatita blanca» (Jackson Vellán, Capella, Giménez, Vives). El autor del artefacto es Enrique Viana, quien explica sus intenciones en un texto sin desperdicio incluido en el programa de mano.

«Enseñanza libre» / «La gatita blanca» (**)Música: G. Giménez, A. Vives. Versión: Enrique Viana. Dirección musical: Manuel Coves. Dirección de escena: Enrique Viana. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Pepe Corzo. Iluminación: Albert Faura. Coreografía: Nuria Castejón. Principales intérpretes: Cristina Faus, Roko, Gurutze Beitia, María José Suárez, Ángel Ruiz, Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Teatro de la Zarzuela, Madrid

Por él se sabe que, aun siendo la música excelente, el texto de unas obras tan provocadoras, machistas y «sexistas», pueden dar hoy «lugar cuando menos a la incomodidad». Es posible. La cuestión es cómo se resuelve el problema: si con imaginación, convirtiendo lo incómodo en picante provocación en el ámbito (debería ser) libertino del teatro, o con pusilánime salvaguarda de la moral pública. Por supuesto que el artista, Viana en este caso, es libre de inventar lo que quiera, siempre y cuando el resultado confirme la necesidad del proceso. No es el caso.

Para «Enseñanza libre», se reescribe el texto configurando una dramaturgia que a duras penas mejora a un endeble libreto de revista, y en el que no faltan gracias con inevitable guiño a la actualidad en alternancia de números musicales débilmente justificados. En el caso de «La gatita blanca» simplemente rectifica lo «ofensivo» con tan fino grado de puritanismo que hasta los cuplés finales se limitan a las letras «oficiales». Luisa de Córdoba en la grabación de 1959 (¡otros tiempos, sin duda!) fue más valiente y picarona. Al final, pesa el desatino, porque falla el esqueleto dramatúrgico y la resolución escénica alcanza con esfuerzo momentos interesantes gracias a la intervención de buenos colaboradores.

El vestuario de Pepe Corzo incluye varios trajes de antología. Un trabajo en el que el que lo absurdo se materializa con verdadero ingenio. También Nuria Castejón aporta la vistosidad de algunas coreografías espléndidas, por ejemplo la del «Vals de nadadoras». Todo, sobre el brillante y espectacular suelo que Daniel Bianco ha preparado en el patio de butacas reconvertido en escenario mientras en este se sitúa al grueso del público en gradas. Una desmesura incoherente, aun logrando momentos de atractivo esteticismo. En referencia al reparto surgen extremos entre la buena materialización de Cristina Faus y la escasa vehemencia de Roko, una gatita que actúa poco y canta menos. Y acompaña a todos el maestro Manuel Coves con la alegría justa. En verdad, que es todo un «despropósito».

Ver los comentarios