Andrés Ibáñez - Comunicados de la tortuga celeste

Internet cansa

Estamos fascinados por internet, pero son sólo textos e imágenes. Deberíamos crear un nuevo mundo, regresar a nuestra casa: la naturaleza

Andrés Ibáñez
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Cultivar mi alma como si fuera tierra, cultivar la tierra como si fuera mi alma. Bienvenidos a la cuarta dimensión. Aquí la noción de «dentro» y «fuera» desaparece. Nuestra sangre corre por fuera de nosotros. Aquí no hay nada interior y nada puede «cerrarse». Lo que veo fuera de mí está en realidad dentro de mí. Lo que siento dentro de mí está en realidad muy lejos. Miro una estrella y me veo a mí mismo.

Confundimos el mundo con las imágenes. Yo, que siempre he adorado las imágenes, escribo ahora esto. Yo, el que ama los espejos. Estamos fascinados con internet, pero internet son sólo textos e imágenes. También música: aquí está toda la música, reflejos de la música, música reflejada.

Nos comunicamos con otros, y vemos, de los otros, su imagen. Hablamos con amigos distantes: es como estar con ellos, decimos. Pero no es realmente como estar con ellos. Al cabo de un tiempo, la novedad se desvanece. Nos cansamos. Todo en internet cansa, porque no es real. Internet cansa y es además intensamente adictivo. Nos hace siempre desear buscar algo, algo que jamás encontramos. Google es un buscador, sirve para buscar. Pero ¿qué busco en internet? Cualquier cosa menos a mí mismo. Busco algo infinito, pero no me busco. Busco, y entro en un infinito de conexiones, en un laberinto de imágenes. Me pierdo.

Sombras de libros

Frente a las imágenes, la presencia del cuerpo. George Steiner se propuso buscar « Presencias reales» en uno de sus libros más famosos y llegó a la conclusión de que no era posible. Oh, dilema del intelectual. Se olvidó del cuerpo. Porque la afirmación de Nietzsche en «Zaratustra» de que en realidad el alma no es más que el cuerpo puede tomarse de dos maneras. Claro que el alma no es más que el cuerpo: es real, es energía. Es un cuerpo. Pienso en el dilema cartesiano: ¿está el alma «dentro» del cuerpo? En realidad es el cuerpo el que está dentro del alma.

No somos imágenes. Somos reales, tenemos cuerpo. Por eso deseamos libros, no meras sombras de libros. Tener un libro es una experiencia que incluye todos los sentidos. Por eso el libro electrónico no es realmente un libro. Es un simple dispositivo que nos permite mirar un texto. La experiencia de mirar un texto, la experiencia de tener un libro, ¿pueden compararse? Somos una cultura de personas que miran.

Pienso en el futuro y siempre veo campos, naturaleza, cultivos, agricultura. Veo casas con árboles, pocos coches, paneles de energía solar. Veo personas meditando y haciendo yoga. Veo libros, veo pantallas por todas partes. Veo una simbiosis de máquinas y agricultura. Pero la agricultura parece lo más importante. La generosa tierra nos llena con sus frutos. Una planta de tomates, un cerezo, son milagros inexplicables. Cultivo mi alma como si fuera la tierra, cultivo la tierra como si fuera mi alma.

¿No deberíamos dejar de hablar hasta poder encontrar palabras que fueran verdaderamente nuestras?

Hay un fuerte movimiento en la cultura y en la ciencia hacia la irrealidad. Todos parecen querer convencernos de que no existimos, de que la realidad es irreal. La filosofía demuestra que lo blanco es negro, que la cultura es barbarie, que la felicidad es horror. Frente a ese pensamiento de que nada es nada, de que todo es un engaño y un simulacro, prefiero pensar que todo es todo. Sí, puesto que todo está en todo. El brillo que veo en la uña de mi dedo pulgar es el brillo de mi alma. La oreja representa el laberinto del mundo. Lo que hay dentro es igual que lo que hay fuera. Hay una forma de adorar la violencia que consiste en cultivar una estética del asco, el horror y la crueldad.

¿Por qué nuestra cultura está enamorada de la muerte? ¿Por qué se nos pretende convencer de que vivimos en un mundo de barbarie desatada y que la paz y la convivencia son un sueño absurdo? ¿Por qué ese empeño por crear fealdad y violencia? ¿Por qué ese deseo de cultivar el horror? Lo que se cultiva es lo que se cosecha. ¡Hablo de los huertos de la imaginación! ¿Cambiar el mundo? No, más bien crear el mundo. El mundo se crea a cada instante: lo creamos tú, yo, todos. El mundo es lo que nosotros creemos que es, lo que soñamos que es. Creer es crear. Es necesario inventar otro mundo.

Cultivar el silencio

Cultivar el alma. Cultivar « ahimsa», la no violencia. «Ahimsa», la única ley verdaderamente universal, significa no hacer daño a nadie. Pero significa también no aprovecharse de los demás. «Ahimsa» quiere decir asimismo no adorar la violencia ni la crueldad de ninguna manera. ¡Y hay tantas maneras!

La mayoría de las personas (especialmente de los intelectuales) que conozco se pasan la vida repitiendo cosas que ya decían sus padres y sus abuelos, y lo hacen con el mismo tono y resaltando las mismas palabras. ¿No deberíamos todos dejar de hablar hasta poder encontrar palabras que fueran verdaderamente nuestras, que surgieran de nosotros y no de los prejuicios de nuestros abuelos? Este sería el programa de la Universidad Blanca: primero, «ahimsa». Segundo, cultivo de la atención. Tercero, cultivo del cuerpo, es decir, de la risa y de las lágrimas.

Necesitamos comenzar a pensar de otra manera, hablar de otras cosas, contar otras historias. En vez de cultivar el horror, cultivar la atención. En vez de cultivar las ingeniosas e inútiles paradojas de la mente, cultivar el silencio, que limpia los ojos y nos permite ver lo que teníamos delante. Llevamos cuatrocientos años fuera de nuestra casa, la naturaleza. Es hora de volver. Es hora de ponerse a cultivar el alma como si fuera la tierra, de cultivar la tierra como si fuera mi alma.

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