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Carlos Fonseca: «Escribir es una apuesta ciega por un mundo que no sabemos si sobrevivirá»

El costarricense, uno de los mejores autores jóvenes de América Latina, acaba de publicar «Mundo animal»

El escritor Carlos Fonseca ABC
Inés Martín Rodrigo

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¿Cuáles son sus intereses como escritor?

Hay una frase que me gusta robarle a Don DeLillo : «La escritura es una forma concentrada del pensamiento». Creo que mi interés por la escritura va un poco por ahí: esbozar ese momento en el que el concepto se convierte en relato.

¿Y como lector?

Creo que los escritores siempre afrontamos la lectura desde la óptica de la escritura: buscamos nuevas formas, nuevos tonos, nuevos modos de construcción que nos muestren otra manera de mirar el mundo. Me interesan en este sentido los escritores que se arriesgan a que sus mundos sean particulares, obsesivamente suyos, esos escritores que opacan la imagen del mundo para que luego podamos verlo mejor.

¿Sobre qué temas suele escribir?

Uno tiene a ser, tal vez por la cercanía, bastante ciego con respecto a lo que escribe. Pero creo que, tanto en «Coronel Lágrimas» como en «Museo animal», el tema prevalente es la obsesión: son novelas repletas de personajes obsesivos, personajes que lo apuestan todo por llevar una idea fija hasta el límite, hasta ese punto en el que se convierte en pasión. Me interesa eso: construir relatos que nos muestren la pasión de una idea, ese momento en el que deja de ser un concepto frío y se convierte en algo vital. Creo que es por eso que me gustan los personajes que están en la frontera entre el arte y la política, entre la literatura y la vida.

¿Dónde ha publicado hasta el momento?

He publicado dos novelas, «Coronel Lágrimas» (Anagrama, 2015) y «Museo animal» (Anagrama, 2017), al igual que un breve libro de ensayos titulado «La lucidez del miope», con la editorial Germinal, en Costa Rica.

¿Con cuáles de sus «criaturas» se queda?

Me imagino que de los hijos el más querido es siempre el que acaba de nacer, así que debo decir que tal vez me quedo con «Museo animal», mi más reciente novela. Tal vez sea ésta la primera novela con la que estoy satisfecho, la primera en la que me encuentro. Es una novela sobre la búsqueda de una identidad que se retrae, sobre un viaje hacia esa identidad soñada que termina por mostrarnos que al final de ese viaje solo encontramos un juego de máscaras, un mundo que nunca es idéntico a sí mismo.

Supo que se dedicaría a esto desde el momento en que…

Supe que me dedicaría a la escritura el momento en el leí «Agua viva», de Clarice Lispector y me di cuenta de que en su escritura había una expresión de alegría infinita, la alegría de la escritura. Para mí la obra de Lispector significó eso: la apertura a la alegría liberadora de la escritura y el deseo de imitarla.

¿Cómo se mueve en redes sociales?

Muy tieso. Casi como uno de esos animales que aparece en «Museo animal», esos animales que prefieren camuflarse a mostrar su rostro. Soy bastante tímido por redes sociales y prefiero pasar desapercibido.

¿Qué perfiles tiene?

Tengo un perfil de Facebook y recientemente abrí un perfil de Twitter: @krlosfonck.

¿Cuenta con un blog personal?

No. La escritura, tal vez por la propia timidez, ha sido siempre algo que asocié con el plano íntimo, con cierto secreto.

¿Qué otras actividades relacionadas con la literatura practica?

Soy profesor de literatura y arte latinoamericano en la universidad.

¿Forma parte de algún colectivo/asociación/club?

Por muchos años he colaborado con un grupo de amigos que llevan un blog de reseñas llamado El Roommate: realmente es una suerte de club de amigos que se pasan libros entre sí y que escriben sobre ellos para recomendarlos.

¿En qué está trabajando justamente ahora?

Tengo una serie de proyectos que he ido esbozando en los últimos años, poco a poco: un libro de ensayos, un libro de cuentos y una novela corta. Por alguna razón, la novela corta parece haberme atrapado en los últimos meses, pero todavía no sé exactamente cómo entrarle al asunto. Me falta un tono.

¿Cuáles son sus referentes?

Han sido muchos y cada uno por razones distintas: desde el maestro, Faulkner, que me enseñó que escribir es intentar darle forma a la experiencia, hasta autores como Don DeLillo, W.G. Sebald, Clarice Lispector, Pierre Michon, Machado de Assis… Por su cercanía y generosidad, por su apuesta total a la lectura, creo que mi referente más inmediato lo fue el escritor argentino Ricardo Piglia, a quien le dedico «Museo animal».

¿Y a qué otros colegas de generación (o no) destacaría?

Uno siempre olvida nombres y tampoco quiero hacer una lista demasiado larga, pero diría que de Costa Rica resaltaría los nombres de Guillermo Barquero, Luis Chaves y David Cruz, mientras que de Puerto Rico resaltaría los nombres de Luis Othoniel Rosa, Christian Ibarra y Manolo Nuñez Negrón. Me encanta también el trabajo de Alia Trabucco Zerán, de Emiliano Monge, de Laia Jufresa, de Mauro Libertella, de Diego Zúñiga, de Samanta Schweblin.

¿Qué es lo que aporta de nuevo a un ámbito tan saturado como el literario?

Uno nunca puede ver el tic que lo caracteriza frente a los ojos de los demás. Imagino que tendré obsesiones propias que quedan plasmadas en la escritura: me gustaría pensar que aporto algo desde esas obsesiones, desde esos tics que lo caracterizan a uno sin uno saberlo.

¿Qué es lo más raro que ha tenido que hacer como escritor para sobrevivir?

La cosa más rara ha sido sentarme casi todos los días, a la misma hora, a escribir por dos o tres horas sin saber exactamente hacia dónde va la cosa y sin estará seguro de si algún día publicaré eso que escribo. La verdad es que escribir es una cosa rarísima: una apuesta ciega a un mundo que no sabemos si sobrevivirá.

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