El selfie que Luis Roso dedica a ABC Cultural
El selfie que Luis Roso dedica a ABC Cultural - L. G. R.
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Luis Roso: «Aprendí más de la vida entre los surcos, con la hoz en la mano, que en la universidad»

Este extremeño acaba de publicar su primera novela con 26 años: «Aguacero» (Ediciones B), una vuelta de tuerca al género negro que, sin duda, dará que hablar

/ Madrid Actualizado: Guardar
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¿Cuáles son sus intereses como escritor?

Mi interés como escritor es que nada me impida escribir, porque lo paso bien haciéndolo. Y escribir siempre dando el máximo. Cuando me planteé el reto de escribir la novela mi único objetivo fue que el lector disfrutara con una historia entretenida pero a la vez inteligente y profunda.

¿Y como lector?

Como lector soy bastante exigente y muy, muy anárquico, me muevo por impulsos. Me da igual el género o la época, siempre y cuando se trate de una lectura que tenga algo que ofrecer. Puedo pasar sin inmutarme de Hemingway a Unamuno o Machado, y seguir con Gracián, Landero, Murakami, Poe, Borges o Saki, alternando cuando me apetece la ficción con la no-ficción y la lengua castellana con la inglesa.

Aunque últimamente, por motivos de documentación, he leído más a los autores españoles del siglo XX: Delibes, Cela, Ferlosio, Barea, Aldecoa, etc.

¿Sobre qué temas suele escribir?

En «Aguacero» (Ediciones B) he creado una trama policiaca en un pequeño pueblo en la posguerra española, donde rige la ley del silencio, abundan los secretos y todo el mundo tiene un pasado que ocultar. Para ambientar esa trama he tenido que abordar temas delicados como la Guerra Civil, la corrupción, la religión, las torturas policiales, la represión política o el machismo, pero a la vez otros más luminosos como el cine, la música, el fútbol o la literatura. Me muevo con comodidad en cualquier tema, y el género de la novela negra me ha permitido aunar muchos temas distintos en torno a una sola trama argumental.

¿Dónde ha publicado hasta el momento?

«Aguacero», en Ediciones B, es mi primera novela.

¿Con cuáles de sus «criaturas» se queda?

Por ahora «Aguacero» es hijo único, así que la elección es fácil.

Supo que se dedicaría a esto desde el momento en que…

Desde la adolescencia. Después de ganar un concurso de cuentos con quince años, me decidí a estudiar Filología para que mi vida girara en torno a la literatura, aunque no escribí nada relevante durante mi etapa universitaria, porque estaba centrado en mis estudios, las oposiciones o el trabajo. «Aguacero» es la primera obra que he intentado publicar, y la respuesta no ha podido ser mejor.

¿Cómo se mueve en redes sociales?

Con soltura. Estoy más enganchado de lo que estoy dispuesto admitir.

¿Qué perfiles tiene?

Tengo perfiles «oficiales» en Facebook y Twitter, los dos con el nombre Luis Roso.

¿Cuenta con un blog personal?

No. Creo que con mis perfiles en redes sociales tengo suficiente. Solo me plantearía escribir un blog si mediara la propuesta de algún medio o alguna institución.

¿Qué otras actividades relacionadas con la literatura practica?

Soy profesor de Lengua Castellana y Literatura, así cuando no leo o escribo mi vida sigue girando en torno a la literatura. Pero por ahora me conformo con escribir novelas. Antes practicaba la poesía, y llegué a quedar finalista en algún premio, pero he perdido el interés. Quizás lo recupere en el futuro, quién sabe.

¿Forma parte de algún colectivo/asociación/club?

Que tenga que ver con la literatura, ninguno. Solo he formado y formo parte de asociaciones deportivas, en concreto de artes marciales: boxeo, full-contact, etc.

¿En qué está trabajando justamente ahora?

Tengo varios proyectos en la cabeza, pero estoy a la espera de ver cuál es la respuesta de los lectores de «Aguacero» para plantearme cómo continuar mi carrera literaria.

¿Cuáles son sus referentes?

Todos y ninguno. No escribo teniendo a nadie en la cabeza, ni bajo la influencia directa de ningún autor, pero si tengo que escoger algunos que me gustan serían Lorca, Machado o Francisco Brines en poesía española, y en novela española del siglo XX: Miguel Delibes, Francisco Ayala, Arturo Barea, Ignacio Aldecoa, Juan Goytisolo, Rafael Sánchez Ferlosio, Luis Martín Santos o Manuel Vázquez Montalbán. En narrativa hispanoamericana, Borges, Cortázar y Monterroso me parecen difícilmente superables en el cuerpo a cuerpo. En cuanto a narradores actuales españoles o extranjeros me quedo con Juan Marsé, Luis Landero, Eduardo Mendoza, Arturo Pérez-Reverte, Roberto Bolaño, Paul Auster, Philip Kerr o James Ellroy.

¿Y a qué otros colegas de generación (o no) destacaría?

No conozco apenas a nadie de mi generación. Destacaría quizás a Álvaro Arbina, otro veinteañero que acaba de publicar, con enorme éxito, su primera novela, «La mujer del reloj» (Ediciones B), una obra magníficamente escrita.

¿Qué es lo que aporta de nuevo a un ámbito tan saturado como el literario?

No creo que se trate de aportar nada nuevo: se trata de aportar algo que merezca la pena, hacer una obra de calidad. Que algo sea novedoso no quiere decir que tenga que ser interesante. Yo me muevo en un género ya conocido, la novela negra, y en una época pasada, la posguerra, y lo más novedoso que puedo aportar es una mirada joven al género y la época, pero esto no es tan relevante como ofrecer una obra que resulte entretenida y a la vez profunda, inteligente. Será el lector el que juzgue si logro este objetivo.

¿Qué es lo más raro que ha tenido que hacer como escritor para sobrevivir?

Desde que era un adolescente hasta acabar mis estudios he trabajado cada verano en el campo extremeño (ocho horas al día, bajo el sol de agosto, desollándome las manos y reventándome la espalda por cuatro perras), porque con lo que me daban de beca de estudios no tenía para vivir todo el curso, y no vengo de una familia precisamente acomodada (aunque nunca me faltó de nada). Honestamente, creo que aprendí más de la vida entre los surcos, con la hoz en la mano, que en la universidad, pero esa es otra historia. También he trabajado de camarero en algunos sitios (por ejemplo, en un conocido hotel de lujo de Barcelona), antes de terminar mis estudios y entrar en la enseñanza, donde estoy ahora. Pero todos mis sacrificios laborales fueron anteriores a mi carrera literaria: como escritor, no he tenido que hacer nada extraño para sobrevivir, ahora mismo tengo trabajo estable como profesor y lo compagino con la literatura sin grandes apuros.

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