Simon de Pury, en una de las subastas
Simon de Pury, en una de las subastas - ABC

La trastienda del circo del arte

Simon de Pury desvela en sus memorias, «El subastador», las excentricidades de este mercado tan esnob, frívolo y competitivo

Madrid Actualizado: Guardar
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Pasó de ser recepcionista sin sueldo en Sotheby’s a presidir su división en Europa, fue la mano derecha del barón Thyssen de 1979 a 1986 y fundó la casa de subastas Phillips de Pury. Adicto confeso al arte, lleva toda su vida trabajando en este mercado, que conoce al dedillo. Simon de Pury (Basilea, 1951) no es tan neutral como su Suiza natal en sus memorias, que acaban de ver la luz en español bajo el título «El subastador. Aventuras en el mercado del arte» (Turner). Aunque calla muchas cosas, William Stadiem supo tirarle de la lengua y sacarle otras muchas, y bien jugosas, en las largas conversaciones que mantuvieron para alumbrar este libro.

Tras leerlo, constatamos que el mundo del arte es aún más esnob, frívolo y excéntrico de lo que pensábamos.

Estas memorias están repletas de curiosidades y anécdotas, intrigas palaciegas que harían palidecer a los Medicis... Por sus páginas desfila gente egocéntrica, sin escrúpulos, capaz de poner la zancadilla y dar codazos a quien se le cruce en el camino con tal de prosperar en un mundo tan glamuroso y escandaloso, o más si cabe, que el mismísimo Hollywood. Leopardos con correas de diamantes, divorcios, infidelidades, suicidios, artesanos chinos falsificando obras en Queens, subastas saboteadas, marchantes juzgados por asesinato y evasión de impuestos, conspiración de subastadores rivales para acordar primas, coleccionistas encarcelados, ejecutivos de salas de subastas que eran espías de la Stasi, oligarcas rusos cerrando acuerdos multimillonarios en yates en Saint-Tropez luciendo chándal de poliéster, jeques árabes ocultos tras cortinas en los palcos vips de las grandes subastas... ¿Algún guionista de Hollywood da más?

Caza mayor

Dibuja De Pury el mercado del arte como una especie de caza mayor y las salas de subastas como casinos que utilizan a las estrellas de Hollywood como gancho y con derrochadores de Rusia, Asia y el Golfo Pérsico dispuestos a gastarse cantidades obscenas de dinero sin pestañear. «Los romanos, dice el subastador, iban al Coliseo a ver sangre; los neoyorquinos van a las salas de subastas a ver dinero». Cantidades de ocho cifras pasando de unas manos a otras en apenas unos minutos. Coleccionistas subiendo las pujas de millón en millón de dólares como si fuera un juego, por el mero placer del derroche.

«El gran arte exige grandes egos. Yo parecía un trabajador social para ricos y famosos. Fui niñera de los genios», se lamenta Simon de Pury. Entre ellos, el pintor Sam Francis, «saturado de marihuana». Aparte de lo meramente artístico, en sus memorias también cuenta chismes que harían las delicias de la prensa rosa: la vida privada de aristócratas y millonarios, sus tendencias sexuales, sus visitas frecuentes a Ivo Pintanguy (célebre cirujano plástico)... No están las páginas del libro exentas de humor: «Adquirí en Mónaco un bronceado permanente como George Harrison».

Pelé, McCartney y Picasso

Para Simon de Pury, su santísima trinidad es Pelé, McCartney y Picasso (fútbol, música y arte son sus tras grandes pasiones). Nos confiesa en el libro la adrenalina que proporciona vender arte por dinero, sus supersticiones (comerse una manzana antes de cada venta) y desvela curiosidades del negocio: los subastadores llegan a inventar ofertas para animar las pujas (es legal) y todo está pensado hasta el más mínimo detalle para conseguir cotizaciones más altas, hasta la disposición en la sala de los coleccionistas rivales. Si lo venden todo, reciben un par de guantes blancos de recuerdo.

Quiso acabar con el duopolio Christie’s-Sotheby’s creando una tercera casa de subastas: Phillips de Pury, asociándose con Bernard Arnault. El 11-S de 2001 dio al traste con la operación. «Parecía que el mercado del arte correría la misma suerte que las Torres Gemelas». En noviembre de 2004, tuvo lugar la peor subasta de su vida: «Mi propio Pearl Harbor». De 17 obras por encima de un millón de dólares, solo se vendió una. Se retiró a las trincheras. Abrió en Chelsea una «casa de subastas guerrillera» con arte contemporáneo, fotografía y diseño. Fiestas locas, conciertos de rock, happenings... Acabó celebrando subastas benéficas. «Siempre me vi como un artista disfrazado de marchante», dice.

Artistas

Jean-Michel Basquiat
Jean-Michel Basquiat - ABC

El mundo del arte se asocia a menudo al lujo y el glamur. Hay buenos ejemplos en el libro. Como la fuesta que hubo en Qatar en honor a Damien Hirst por una exposición en Doha: 25 Land Rover en el desierto, una jaima como una farmacia, jeringuillas con zumos de frutas exóticas, músicos de jazz... O la subasta benéfica de DiCaprio en Saint-Tropez en 2015, que «parecía una convención de Victoria’s Secret». Federer subastó un partido de tenis; Elton John, dos conciertos privados a multimillonarios asiáticos por 3 millones cada uno...

No oculta Simon de Pury los secretos de algunos subastadores, que hacen lo imposible por conseguir las mejores piezas y atraer a los mayores coleccionistas. Los hay que se dejaban ganar al croquet para conseguir subastar una copa romana, manipulaban a las esposas o maridos de los coleccionistas, enviaban ramos de flores y hasta tenían tórridos romances.

Eternos rivales

Tampoco pasa por alto en sus memorias la perpetua rivalidad Christie’s-Sotheby’s, ni el escándalo que estalló en 1998, cuando se supo que responsables de las dos principales casas de subastas conspiraron fijando en común las primas. Las leyes antimonopolio norteamericanas son muy restrictivas. «Estuvieron a punto de hundir los dos barcos y hacer naufragar el negocio de las subastas», advierte.

Simon de Pury presentó un reality show en TV: «Work of Art: the Next Great Artist». El objetivo, descubrir al nuevo Warhol. La productora ejecutiva era Sarah Jessica Parker. El arte contemporáneo como espectáculo. La mejor metáfora de este mercado. El show del arte, como cualquier espectáculo de Broadway, siempre debe continuar.

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