¿Las palomas de Duke Riley son arte o tortura?
En uno de los acontecimientos artísticos de esta primavera en Nueva York, un artista de Brooklyn pone a volar miles de palomas en el East River. Los animalistas le acusan de crueldad animal.
JAVIER ANSORENA
Una bandada de palomas no es una novedad en el arte contemporáneo . El controvertido Maurizio Cattelan ya llenó con estos pájaros -y sus heces artificiales- el pabellón de Italia de la Bienal de Venecia de 1997 (la pieza se llamó ‘Turistas’). Las palomas de Cattelan eran disecadas, pero las de la última sensación de la escena artística neoyorquina están vivas y en pleno movimiento. Duke Riley, un artista de Brooklyn, es el responsable de «Fly the Night», un montaje espectacular en el que varias noches de esta primavera ha echado a volar dos mil palomas. Riley podría esperar que criticaran su pieza, que dijeran que no es arte, que es la última extravagancia neoyorquina. Pero quizá no se imaginaba que le iban a acusar de tortura animal.
«Fly the Night» llega esta noche a su última representación. La «performance» ha tenido lugar cada viernes, sábado y domingo desde el 7 de mayo en el Navy Yard de Brooklyn, los antiguos astilleros de la Armada de EE.UU., en la ribera del East River. El complejo militar se cerró en los años 60, y en la última década lo han ocupado artesanos, productores de whisky, estudios de artistas o pequeños distribuidores. Riley ha instalado unas palomeras enormes sobre una barcaza militar que en su día servía para practicar el aterrizaje de helicópteros.
La idea de Riley parece una excentricidad pero el resultado es fascinante : hace unos días, en una tarde perfecta de junio, la luz naranja se colaba entre los rascacielos de Manhattan, mientras una música relajante se mezclaba con el arrullo de las palomas, acumuladas en la cubierta de la barcaza. Cuando la luz del día estaba a punto de extinguirse, se prendieron miles de bombillas diminutas a la vez: las que las palomas llevaban atadas a su cuerpo. En ese momento, Riley y sus asistentes se subieron a la cubierta de la barcaza y azuzaron con banderas a las palomas, y estas empezaron a volar. En círculos, en formaciones que se creaban y deshacían cada segundo, en solitario, en parejas. La luz de las palomas en movimiento contra el cielo azul oscuro, que avanzaba hacia el negro, fue un espectáculo hipnótico, casi mágico, que se prolongó durante media hora. Al final, el cielo de Nueva York parecía un diluvio de estrellas fugaces.
Otro espectáculo había comenzado un par de horas antes, en la entrada del recinto. El grupo Animal Cruelty Exposure Fund había montado una manifestación para protestar la instalación artística . «¡No es arte, es crueldad!», gritaban dos docenas de personas, que repartían panfletos contra Riley. “Forzar a los pájaros a volar por la noche cuando lo que hacen por naturaleza es dormir es cruel y malvado”, aseguraba la organización, que argumentaba que las palomas tienen mala visión nocturna y pueden chocar contra otras compañeras o contra el agua y perecer ahogadas. “Los animales no están para nuestro divertimento”, criticaban.
Pero Riley, que es un descarado, había montado una contramanifestación: disfrazó a amigos y colaboradores con capuchas de paloma y los hizo protestar con carteles irónicos, que incluían mensajes con guasa como «¿Dónde está el certificado de nacimiento de Duke Riley? (en referencia a una polémica que acompañó a Barack Obama) o ¿Por qué lees este cartel?».
Manifestantes y contramanifestantes burlones se engancharon en discusiones -a ratos acaloradas- sobre si es más cruel tener un gato encerrado en un estudio del East Village o hacer volar a una paloma a su aire, o si es más despiadado arrancar la mata de una zanahoria, robar su leche a una vaca o colocar una luz en un pájaro. Como en otras noches, las protestas no impidieron la celebración del vuelo de las palomas, que permanecían impávidas ante tanta discusión generada a su alrededor.
Algunas ya sabían lo que era estar en el centro de la polémica. Riley es un gran aficionado a estos pájaros. Los cría y entrena en su estudio de Red Hook, al sur del Navy Yark, y ya los había puesto a trabajar en el pasado en otro de sus proyectos. En 2013, preparó a 50 palomas para su proyecto ‘Comerciando con el enemigo’, en el que las hizo volar de La Habana a Key West (Florida) con puros habanos y cámaras atados a su cuerpo. Entonces, el restablecimiento de relaciones entre Cuba y EE.UU. no se contemplaba y colar los cigarros codiciados en EE.UU. era ilegal. Para algunos, fue otra ‘performance’ genial de Riley. Otros lamentaron que solo once palomas llegaron a las costas de Florida.
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