Jerez

El Cónclave masón de la provincia

Casi 200 miembros de la Logia Española procedentes de todo el país se dieron cita en El Puerto

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Antes de empezar, un aviso: en este reportaje no aparecen señores encapuchados ni misas negras; no hay ritos sangrientos, ni conspiradores perversos, ni mujeres desnudas arrodilladas frente a ningún altar. Por no haber, no hay ni un mísero secreto templario que llevarse a la página. Nada de enigmas ancestrales, ni complejos jeroglíficos que consignen el futuro del planeta.

De hecho, este reportaje comienza con un exdiputado de la UCD tomándose una cerveza en la cafetería de un hotel de El Puerto, el viernes por la tarde, mientras una troupe de turistas y funcionarios buscan la sombra de las palmeras tras bajarse del catamarán. Se llama Manuel Torres, es fundador de la Gran Logia masónica de España y lo más raro que ha hecho en su vida es tragarse un trozo de papel. (Después sabrán por qué). Junto a él, compartiendo 'copeo' en la barra del Santa María, está Anselmo (empleado público), Ángel (psicólogo), José (abogado), Miguel (piloto de Iberia), Bismarck (militar) y Luis (jubilado).

Todos son gaditanos y masones. También se arriman a la conversación un profesor de instituto y un catedrático universitario. Esperan a Óscar de Alfonso, el Gran Maestro, que viene desde Valencia para dirigir el Gran Cónclave, un encuentro cerrado al público en el que participarán representantes de las 250 logias del país. Han elegido el Monasterio de La Victoria, en El Puerto. Charlan de aspectos organizativos, comparten anécdotas del trabajo e incluyen alguna cuñita filosófica. Lo normal. Así, a simple vista, no parece que tengan muchas prisas por dominar el mundo.

A pesar de que en estos últimos años (después de un esfuerzo por abrirse -«hasta donde se puede»- a la sociedad, de crear portales webs «rigurosos» y de combatir con información la sarta de chorradas que sobre ellos pueden leerse en internet, en foros amarillistas y en revistas esotéricas), los masones se han liberado de parte de la «leyenda oscura» que los persigue, todavía hay quien los asocia por reflejo al anticlericalismo radical, al culto a Satanás o al filocomunismo.

«Invenciones», dice Luis Montes, Gran Maestro de la Respetable Logia de La Constitución número 63, con sede en Cádiz. «Las únicas condiciones para ser masón son creer en un Ser Superior, considerarse un hombre libre y tener buenas costumbres».

Manuel Torres, el exdiputado, afina un poco más la definición: «La masonería es un camino de perfeccionamiento personal y de mejora de la sociedad». Continúa: «Se trata de una asociación filantrópica, que pretende unir a todos los hombres gracias a la solidaridad y a la fraternidad». En esa tarea llevan, como poco, cuatro siglos.

Nueva sede

Ayer sábado, además de celebrar el Gran Cónclave (una especie de Congreso con cena de gala incluida), se inauguró otra 'filial' gaditana. Los Obreros de Hirám levantaron «las nuevas columnas de su templo».

El mito de que se hagan distinciones por credo o filiación ideológica no parece que tenga mucha base. Luis lleva el clásico cinturón con la bandera española. Anselmo luce, en su carpeta, una pegatina con los colores republicanos. Hay señores que se reconocen liberales, y otros que admiten ser socialistas. En la Logia de Manuel Torres hay católicos, protestantes, musulmanes y judíos.

Paradójicamente, esa tolerancia no se ve reflejada en el género. En la francmasonería regular está prohibido el ingreso de mujeres. «Es una norma ancestral, y su redefinición obligaría a un cambio en todas las logias del mundo», justifica Luis.

A Bismarck, natural de Bolivia, le sorprende que en España continúe habiendo tanto recelo hacia «la cuestión masónica». En su ciudad funcionan catorce logias. «Supongo que se debe a las reminiscencias que quedan del discurso franquista», explica. Todavía hay compañeros que llevan su 'iniciación en secreto', pero «más por los prejuicios externos que porque haya nada que ocultar».

Ha pasado mucho tiempo desde que Manuel Torres 'ingresó' de forma clandestina, en 1979. «Todavía tardaron en legalizarnos tres años más que al PCE. Así que el 23 de febrero del 81, cuando Tejero asaltó el Congreso, Torres se estaba jugando la vida. De pronto recordó que llevaba en el bolsillo una nota con los nombres y teléfonos de dos conocidos masones. Ya se imaginan el resto.