Los vecinos esperaban el féretro a la salida del templo de San Antonio Abad de Pruna. :: A. ROMERO
Sierra

Un millar de vecinos despiden a la joven que murió atropellada en Olvera

Sus compañeros del IES Zaframagón acudieron al sepelio acompañados por los profesores y colocaron un crespón negro a la entrada del centro

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La Plaza de la Libertad repleta de vecinos, la parroquia de San Antonio Adab a rebosar y un sepulcral silencio en el aire que respiraba un pueblo jornalero y luchador que ayer no tenía fuerzas suficientes para despedir a Rocío Vera. La joven de Pruna (Sevilla) que perdió la vida el pasado lunes, cuando esperaba el autobús escolar a la puerta de su instituto, fue enterrada ayer entre una multitud de vecinos, superaron el millar, que no quisieron dejar sola a la familia.

Eran las cinco menos diez de la tarde y el féretro con el cuerpo de Rocío llegó a su pueblo. La acompañaban sus familiares más allegados que no podían dejar de expresar su dolor. En el pueblo la esperaban cientos de sus vecinos, amigos, excompañeros del colegio José Zamudio y sus actuales compañeros del IES Zaframagón de Olvera que, profesores incluidos, quisieron dar el último adiós a Rocío. En el centro escolar olvereño, un crespón negro en la entrada escenificaba el dolor que están padeciendo en el mismo y en el Ayuntamiento, al igual que en el de Pruna, las banderas ondeban a media asta en señal de luto.

Nada más comenzar la misa, que duró unos 20 minutos, las asistencias sanitarias tuvieron que entrar en el templo para prestar atención a varios familiares que precisaron de tranquilizantes para sobrellevar el dolor. El silencio de la plaza posibilitaba que los lamentos de los familiares se propagaran por todo Pruna. La imagen de la Virgen Pura, alcaldesa perpetua del pueblo y que preside la Plaza, parecía contagiada por el dolor de sus vecinos.

El llanto desesperado de un niño fue el que rompió el recogimiento que experimentaban los vecinos en el exterior del templo. Su padre lo sacaba de la iglesia y lo alejaba del lugar poco antes de que los familiares y amigos de Rocío portaran en hombros su féretro. A hombros la llevaron a lo largo de los 800 metros que separan la iglesia del cementerio, a pesar de que éste se encuentra a las afueras, seguida por una gran masa de vecinos que hicieron que el camposanto se quedara pequeño.

La familia pudo completar este recorrido gracias a los familiares y amigos que los llevaban casi en brazos. Madre, padre, novio, tíos y primos de Rocío apenas podían echar un paso hacia delante pero sacaban fuerzas de flaqueza para dar el último adiós a la pequeña. Sus vecinos clamaban en el entierro por justicia pero no por la que se practica en los tribunales sino por una justicia divina porque «no es justo que una pequeña pierda la vida cuando apenas ha comenzado a vivirla», destacaba una amiga de la joven.