TRABAJO. Ana y Manuel planifican una jornada en el centro. / C.C.
SAN FERNANDO

Una esperanza para el futuro

Las Marismas es el único centro de menores de la ciudad que acoge a jóvenes con problemas sociales y de convivencia

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Hay ocasiones en las que las dificultades no respetan la edad y muchos menores tienen que enfrentarse a situaciones complicadas que rompen su proceso educacional, lo que en algunos casos deriva en una tendencia hacia el conflicto social.

Con la intención de normalizar el aprendizaje de los adolescentes y de lograr su integración en la comunidad trabaja el Centro Especial para Adolescentes en Conflicto Social Las Marismas, el único centro de menores que en estos momentos se encuentra en San Fernando, y que a pesar de ello recibe poco apoyo de organismos e instituciones oficiales para desarrollar su labor.

El objetivo principal se manifiesta en la propia estructura del centro, pues se trata de una vivienda unifamiliar con capacidad para siete jóvenes ubicada en Camposoto y sin carteles ni ningún tipo de especificación sobre el trabajo que llevan a cabo. Se trata de unas condiciones básicas para «lograr la integración de estos chicos a través de una vida lo más normal posible porque de lo que se trata es que formen parte de la realidad y eso no se puede conseguir aislándolos y que luego se pretenda que sepan convivir con el resto de personas cuando apenas han tenido contacto con situaciones cotidianas como ir en autobús. El aislarlos evita que haya conflictos al no haber vecinos y durante un tiempo hasta que salen, pero no soluciona sus problemas y una vez que cumplen los 18 años hay dos caminos: o se integran o terminan en otro tipo de centro», explica Manuel J. Fernández, director educativo de Las Marismas.

En tales circunstancias la convivencia con los vecinos se hace difícil, sobre todo, cuando ocurre algún altercado que precisa la presencia policial como en el caso de una fuga. Sin embargo, hay momentos en los que tales relaciones son de colaboración y comprensión pues «hay vecinos que les han puesto incluso regalos por Reyes a los muchachos o una asociación que celebró una cena y nos trajo un poco de lo que habían preparado; son gestos que a ellos se les quedan y aunque no lo reconozcan se refleja en su cara que ese instante lo recordarán con cariño», asegura Manuel.

Actualmente hay seis niños, siendo la mayor cifra de acogida en el año y medio que llevan abiertos. La relación que se establece entre el equipo (son diez trabajadores) y los jóvenes es muy estrecha aunque como expone Ana Madrazo, psicóloga del centro, «en ningún momento pretendemos suplantar a la familia; al contrario, ellos siempre están presentes y se trabaja para que desarrollen habilidades que les permitan solventar los problemas».

En estas vacaciones los menores han disfrutado de actividades y campamentos «al igual que realiza cualquier chico de su edad como el ir de cámping o a la playa. También hemos topado con adolescentes muy conflictivos a los que hay que sorprenderles de alguna manera y que siempre estén ocupados. Que vean que son capaces de hacer cosas», explica. Para terminar, una reclamación a quien quiera escuchar: «Necesitamos un apoyo más que económico a la hora de ofertar actividades y cursos», afirma Manuel.