Guía para descubrir la huella benedictina en Sevilla

Un santo que desata devociones, una naturaleza que se extiende tan salvaje como segura y un patrimonio artístico que merece especial atención. Esos son quizá los tres ejes centrales de la guía que presentó Fernando Rodríguez Villalobos, presidente de la Diputación de Sevilla, en la Feria Internacional de Turismo, además de lo puramente histórico. Una guía interactiva que permite, a través de códigos QR, documentar y recorrer sin complicaciones las diferentes etapas de un recorrido que traza la provincia de Este a Oeste. El que sigue las huellas de San Benito Abad.

El camino llega a Sevilla desde Nerva por El Castillo de las Guardas , para seguir hacia Gerena por la Ruta de la Plata, antigua vía romana. En ese municipio se le venera desde largo. Allí se custodia, por ejemplo, una reliquia del santo de Nursia, aunque si hay una población sevillana que tiene especial devoción y como patrón a San Benito Abad, esa es la de Castilblanco de los Arroyos, «que a su vez se ha convertido en foco que irradia a toda la provincia», comenta Villalobos. Villaverde y Alcalá del Río, El Garrobo, Burguillos y Tocina son otros de los pueblos que se aparecen por el trayecto, que alcanza un total de doce términos municipales, 210 kilómetros de turismo religioso, indicaciones pertinentes y dificultad escasa para disfrutar a pie, a caballo o en bicicleta.

Nació, como mencionamos anteriormente, en Nursia, Italia, en el año 410, en el seno de una familia pudiente . Por eso pudo formarse en Roma, aunque su fe le hizo abandonar las pretensiones más banales y centrarse en lo que consideró esencial: la meditación, la honra a Dios y el servicio al prójimo. Sobre esos pilares fundó la orden Benedictina y escribió la Santa Regla para sus monjes. Divulgación, enseñanza, progreso, comunidad… Otras órdenes bebieron de sus principios y los utilizaron en sus bases fundacionales. San Benito Abad murió en Montecassino en 547, estableciéndose su festividad el 11 de julio. El papa Pablo VI, en 1964, lo proclamó patrón de Europa , empleando como principal argumento la extraordinaria influencia que ejerció personalmente y a través de su orden en el establecimiento de las raíces cristianas del viejo continente. También tuvo, cómo no, una conexión especial con la provincia de Sevilla. Y ese es el hecho que nos ha traído hasta estas líneas.

Santa Florentina profesó en la orden de San Benito y fue abadesa en Écija a finales del siglo V. En la actualidad, regentado por madres dominicas, se considera uno de los más añejos de Sevilla, tan lleno de historia que está. La implantación del monacato en la Bética, en los orígenes y difusión del cristianismo, debió ser significativo , aunque no se haya documentado con excesivo rigor y en ocasiones se tienda a la leyenda. Lo que conocemos de las primeras comunidades benedictinas en Europa, eso sí, de su organización y costumbres, se debe al magisterio legado por los obispos de Sevilla San Isidoro y San Leandro.

Las fundaciones monásticas no cesan con la invasión musulmana . Entre las numerosas huestes con las que Fernando III sitió Sevilla en 1247, contaba el rey santo con clérigos y caballeros de todas las órdenes peninsulares. Las de Calatrava y Alcántara , por ejemplo, caballeros que habían jurado la regula de San Benito, ejecutaron labores de protección. Entre otras, Castilleja de Guzmán fue de la Orden de Alcántara, perteneciente al priorato de cacereño de San Benito, y Lebrija fue encomendada a la de Calatrava, manteniendo desde entonces la devoción como santo patrón. Un origen similar debemos considerar, tal y como se explica en la guía, para la devoción que se profesa en Gerena y Castilblanco de los Arroyos. Iglesias, cuadros, altares, documentos, ermitas… Su pasado late en una nebulosa que parte de Portugal y cruza nuestra provincia.