Cuatro planes rurales en Andalucía, uno para cada fin de semana de enero

El campo es un tópico de la libertad. La gente, en las ciudades, lo ve por televisión y en los libros. Cuando de pronto se paran en el sofá a revisar sus recuerdos, en una fotografía, en un cuadro. Y son las personas de las ciudades las que, por su anhelo, más hablan del campo, de lo rural, de la necesidad de una escapada. Cuando los días de Navidad empiezan a expirar, proponemos cuatro planes, uno para cada fin de semana de enero, que pueden intercambiarse entre sí, pues unos son sustitutos de los otros, aunque nada tienen que ver. Cuatro oportunidades, además, para conocer cuatro rostros de Andalucía colocando el foco en cuatro pueblos muy bien diferenciados .

El primero, a la contra de lo que se le presupone a las cosas llamativas, llama precisamente la atención por diminuto. Es el más pequeño de toda la provincia de Huelva , tan despoblada a su vez. El que menos habitantes acoge entre sus muros, castigados por el rocío de cada mañana de enero y el olvido. Son menos de 50 sus vecinos. Tiene, cómo no, un bar: Casa de Cabellos Oropesa, donde probar carnes autóctonas. Tiene, también, un puente, que sobrepasa el barranco de los Villares. Su iglesia luce esbelta, entre el desconchón y el encalado, como asomándose hacia las lomas que se extienden a su alrededor. El pueblo es nada: cuatro calles. Con unas casas rurales donde hospedarnos a pocos kilómetros, las Cabañas de Buffalos, y entre dos Cumbres: de San Bartolomé y Mayores. La oportunidad que nos ofrece, sin embargo, parece única, pues la Sierra de Aracena se abraza abrupta a esta fronteras y presume de salvaje y remota: en el mirador Piedra de Utrera, entre los arroyos, con un yacimiento arqueológico de origen celta en los lindes con Extremadura... Cumbres de Enmedio es una oportunidad para marcharse unos días del mundo.

Huelva y Cádiz se tocan en los mapas, pero, quien las frecuenta lo sabe, están lejos. Las separa, a veces, una carretera, pero, sobre todo, un coto: el de Doñana, que parece sostener entre sus manos dos universos desiguales. Nuestra siguiente parada se halla en la ruta de los pueblos blancos, una de las visitas, permítase, más esenciales. En los planos de Setenil de las Bodegas , declarado Conjunto Histórico, se producen dos coincidencias que lo convierten en un lugar único y en uno de los destinos turísticos rurales más populares de España. Por un lado, se encuentra atravesado por el río Guadalporcún. Por otro, la montaña ha crecido sobre sus ejes, o, mejor, a la inversa: su entramado se acopla a la montaña, haciendo que sus calles, tan sinuosas, tengan un techo natural, estén recogidas por la piedra. Sus paredes de tono nieve, el castillo y sus miradores, la amplia oferta gastronómica, los mesones, las ermitas y, además, la zona en la que se localiza, al norte de la Sierra de Grazalema, hacen idónea esta escapada.

Despejamos los humos de las chimeneas y oteamos, a lo lejos, el siguiente pueblo que sugerimos para este mes de enero. En Granada , Conjunto Histórico-Artístico Nacional desde 1982, Montefrío se impone fronterizo e irreal. Limita con municipios granadinos y cordobeses, Priego y Almedinilla, además de un jiennense, Alcalá la Real. En octubre de 2015, fue considerado por la prestigiosa revista National Geographic como uno de los diez pueblos con mejores vistas de todo el mundo. Son la sierra de Parapanda y sus inmediaciones. Por las peñas de los Gitanos se encuentran restos arqueológicos megalíticos. En su entramado, los vestigios pertenecen a visigodos y romanos, a andalusíes y a los cristianos que lucharon por su reconquista, retratada por el pintor José de Madrazo. Considerada, también, una de las siete maravillas de Granada, esta villa de hoteles, casas y atalayas recibe cada año a cientos de curiosos venidos de todas partes del mundo.

Nuestro enero agoniza en el mar, en el litoral desértico de la Costa de Almería , que termina, después de sobrepasar el Cabo de Gata, en Pulpí , una localidad de 10.000 habitantes cuyos encantos no siempre miran hacia el Mediterráneo. Lo que nos ha traído hasta estas líneas es la geoda visitable más grande del planeta, conocida como Pilar de Jaravía. Un monumento natural abierto al público tapizado por enormes cristales de selenita. Se estima que aquello se originó en un período situado entre los 2 millones y 60.000 años. Imprescindible, dicen, móvil o cámara de fotos.