La villa de Kidlington y el misterio de los chinos

Una pequeña localidad anodina, próxima a Oxford, se convierte en destino de moda del turismo asiático, para asombro de sus vecinos

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Todo empezó en agosto. Un autobús lleno de turistas chinos hizo escala en Kidlington, una villa soñolienta y agradable, de 13.723 vecinos y situada ocho kilómetros al norte de Oxford, en plena campiña inglesa. Si un visitante se detiene en Kidlington, lo normal es acercarse a ver su iglesia de St. Mary, del siglo XIII, o las pintorescas casas de techos de paja que la circundan. Nada de eso hicieron los chinos. Se fueron directos a una calle anodina, de chalés setenteros, con pequeños prados o jardincillos floreados frente de las casas. Sacaron sus cámaras y sus móviles y comenzaron a fotografiar compulsivamente lo más absurdo: coches aparcados, contenedores de basura, los patios ajardinados y las viviendas convencionales de ladrillo, típicas de tantos suburbios ingleses.

Desde entonces la riada de asiáticos no ha cesado. ¿Qué está pasando en Kidlington?

La BBC ha enviado a un equipo al pueblo para tratar de aclarar el enigma. Acompañados de un traductor de mandarín, les preguntaron por qué Kidlington. «Venimos porque no tenemos de esto en China», contestó un turista.

-¿Y les gusta lo que ven?-Sí, porque este ambiente te hace sentirte cercano a la simplicidad de tu ser original.

La verdad es que la respuesta, entre la metafísica y el new age, ha dejado a todo el mundo en la inopia. Los vecinos discuten en las redes sociales sobre el misterio de los chinos. Las teorías se

acumulan. Unos afirman que se han confundido de pueblo y creen que Kidlington es Kirtlington, donde la novelista J. K. Rowling situó la infancia de Harry Potter. Otros apuntan que la villa cae de camino a un outlet de marcas, Bicester Village, y que las guías de viajes chinas recomiendan detenerse en la «hermosa villa inglesa de Kidlington», que en realidad no tiene nada de particular: una biblioteca, siete pubs, dos cafés, cuatro restaurantes y una calle principal con una pizzería y el inevitable supermercado Tesco.

Los chinos suelen detenerse un cuarto de hora y actúan como si aquello fuese Disneylandia. Uno llamó a una puerta pidiendo ir al baño. Otros merendaron en el banco de un porche. Para saborear la vida local, un turista se ofreció a ayudar a cortar el césped y otro se puso a saltar en el trampolín de los niños de una familia. «Es muy bonito», celebran los asiáticos, que fotografían el interior de las viviendas a través de las ventanas. «¡Si siguen haciendo fotos llamo a la Policía!», brama algún vecino. Pero otros no lo ven tan mal: «Los chinos nos han puesto en el mapa». A día de hoy, una casa semiadosada de tres habitaciones cuesta allí medio millón de euros. Pero con la moda…

Un fenómeno que va a más

El fenómeno va a más. Se dice que los viajeros ya reclaman a sus turoperadores la obligada visita a Kidlington. La última teoría relaciona la parada con el palacio de Blenheim, la mansión ancestral de la familia de Churchill, próxima a la villa. Una visita guiada en chino a Blenheim cuesta 68 dólares. Algunos turistas se niegan a pagar tanto y como alternativa los suben al bus y los llevan a Kidlington, a fotografiar «la identidad real de Inglaterra». A hacerse selfies en las puertas de las casas.

Ver los comentarios