Patio en el número 1 de la plaza de Santa Teresa
Patio en el número 1 de la plaza de Santa Teresa - luna revenga
corpus en toledo

Casi 40 patios toledanos abren sus puertas al visitante desde este lunes hasta el 6 de junio

Con motivo de la celebración del Corpus Christi

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En medio del gorjeo de las golondrinas rompiendo por el silencio del patio, Faustino Martín se quita las gafas para contar el suceso que aconteció en el número 1 de la plaza de Santa Teresa, junto al convento de las Carmelitas, en el casco antiguo de Toledo.

Ocurrió la noche del 30 de agosto de 1620 en la casa de los Andrada, ahora convertida en un edificio de nueve apartamentos y con uno de los patios más grande del casco viejo. El poeta local Baltasar Elisio de Medinilla murió por la espada de un amigo, Jerónimo de Andrada y Rivadeneyra, cuando Baltasar se interpuso en el instante en que Jerónimo iba a matar a una hermana suya porque le había arrebatado el mayorazgo.

«Es la historia más triste sucedida en este lugar. Lope de Vega, que era amigo de Baltasar Elisio, sintió muchísimo su muerte. Una pena que muriera tan joven, con 35 años», lamenta Faustino Martín, propietario de un apartamento en este bello edificio del siglo XVI.

Un inmueble que lo compró el pintor turolense Ricardo Arredondo y Calmache para tener su estudio y su casa hasta que murió en 1911. Y como la muerte de Baltasar Elisio, Arrendondo falleció también de una manera trágica, ya que, por sus creencias religiosas, no permitió que le anestesiaran cuando le operaron a vida o muerte.

Son dos historias que pululan en el patio de vecinos de esta finca, que llegó a estar relacionada, según cuentan, con los banqueros conocidos como «los Albertos», Alberto Cortina y Alberto Alcocer, hasta finales de los años 90.

Este es uno de los casi 400 patios que existen en el casco histórico, plagado de historias y leyendas en cada calle, en cada esquina, sobre cada adoquín. Son casi 400 patios, pero solo unos pocos, 38, participarán en el XVI Certamen de Patios de Toledo desde este lunes y hasta el 6 de junio, con motivo de la festividad del Corpus Christi, declarada de Interés Turístico Internacional. Abrirán sus puertas de par en par a los visitantes, a los que se les pide decoro y que dejen cada cosa en su sitio.

Un concurso que organiza la asociación Amigos de los Patios de Toledo, compuesta por 70 miembros, al frente de los que está su presidente, Andrés León. Una agrupación que funciona desde 2011 para mantener una iniciativa que arrancó en realidad con el beneplácito y las subvenciones de un proyecto europeo para resaltar el patrimonio cultural de la ciudad.

Porque los patios del casco viejo toledano otra cosa no tendrán, pero historia tiene mucha. En el número 6 de la calle de la Merced, que también participa en el concurso, el atleta Juan Francisco Romera asoma la cabeza entre el vergel de su balcón antes de abrir la puerta del edificio, del siglo XV. El inmueble cuenta con uno de los patios más laureados de la ciudad, como se puede comprobar en su zaguán. Aquí no hay que perderse la composición realizada a raíz de unas fotografías de Ricardo Alguacil para contemplar el patio en su conjunto, cuya estructura está igual que hace seis siglos y que cuenta con unos elementos muy importantes: dos fachadas decoradas con yeserías mudéjares muy bien conservadas.

Además, la armadura de madera que sostiene el corredor superior, al que dan dos de las viviendas, tiene en su parte inferior restos de policromía muy visibles, así como las metopas entre los canecillos, bajo la balaustrada, donde se repiten escudos con castillos, leones y flores. ¡Y el pozo tiene brocal y hasta agua!

Esferas de flores

Lo que no falta en el patio del número 2 de la plaza de Amador de los Ríos, también participante en el certamen, son tapices con motivo del Corpus Christi. Este domingo los colgarán hasta que pase la festividad. La bienvenida al visitante se la dan unas esferas de flores colgadas fuera del edificio, que perteneció a Francisco Ortiz, canónigo de la catedral y nuncio del papa Sixto IV. Reformó el inmueble y lo donó para fundar en él un hospital para «locos o dementes», según se puede leer en el cartel que cuelga a la entrada con parte de la historia del lugar.

Bajo la denominación de Hospital de la Visitación o de Inocentes, en realidad fue más conocido en Toledo por el hospital del Nuncio, el cuarto de la ciudad. Comenzó a funcionar en 1480, aunque la bula de su creación fue despachada en Roma por la Santa Sede el 23 de marzo de 1483. Ya se sabe que las cosas de palacio...

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