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Kirby y el pincel arcoíris

Videojuegos de plastilina: nacidos para edulcorar la violencia

El «claymation» tuvo éxito en los 90, pero quedó relegado a títulos menores hasta el lanzamiento ahora de «Kirby y el pincel arcoíris»

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El lanzamiento de «Kirby y el pincel arcoíris» ( WiiU) ha recuperado la estética de la plastilina en un videojuego de primera línea, un estilo casi olvidado, relegado a títulos menores en los últimos años. La técnica de «claymation» (acrónimo de «clay animation», animación con arcilla) tuvo cierta popularidad a mediados de los años noventa, utilizado como excusa ante una incipiente crítica de la violencia en los juegos, y espoleado por populares estrenos de cine de la misma estética.

Los dos videojuegos más recordados en «claymation» son «Clayfighter» (1993) y «Neverhood» (1996). El título de lucha «Clayfighter» surgió como respuesta a las protestas por el contenido sangriento en algunos videojuegos, especialmente en los de combate de uno contra uno.

« Mortal Kombat» (1992) despertó las alarmas entre los padres y obligó a la creación de un código que marcara la edad apropiada para cada juego; antes de él, todos eran considerados para todos los públicos. El uso de plastilina sirvió como recurso para dar y recibir golpes entre unos personajes sin sufrir daños. Aunque no fue el primer videojuego en usar la técnica. El pionero fue un curioso título que no salió de Japón «Reikai Doushi» (1988), también de combate uno contra uno, ambientado en un mundo de marionetas.

«Neverhood», un videojuego confeccionado cien por cien en plastilina, está considerado hoy como un juego de culto, por su original estética y banda sonora. Sin embargo, lanzado en pleno declive de las aventuras gráficas, no tuvo una buena acogida en ventas. Su secuela «Skullmonkeys» (1998) optó por el estilo de plataformas y acción bajo la misma estética.

Tanto «Clayfighter» (y sus secuelas) como «Neverhood» son hijos de la misma década que « Pesadilla antes de navidad» (Tim Burton, 1993) y la serie de cortos de Wallace and Gromit. El cine de animación con plastilina gozó en los noventa de cierta popularidad, espoleada por los avances técnicos de Will Vinton en la década anterior. El mayor éxito comercial en la dilatada carrera del creador estadounidense, «Pasas de California», popularizó sus logros en el perfeccionamiento de la caracterización de los personajes. Nacidas para un anuncio de televisión, desarrollaron una exitosa carrera en televisión, música y mercadotecnia. Una técnica, no obstante, tan antigua como el cine. «A Sculptor’s Welsh Rarebit Dream» (Thomas Edison, 1908) fue la primera en usar el «stop motion» con arcilla: moldear y grabar cada variación de movimiento fotograma a fotograma.

Los noventa dejaron otros videojuegos destacados como «Trog» (1990), un comecocos de las cavernas; «Primal Rage» (1994), de combate uno contra uno con bestias prehistóricas y salvajes; o «Rampage World Tour» (1997), de destrucción absoluta con protagonistas similares. La pureza de la técnica, sin embargo, poco a poco se iba diluyendo. Los laboriosos diseños y decenas de figuras moldeadas, capturadas y renderizadas, daban paso cada vez más a un porcentaje mayor de digitalización, a modelos mixtos, o una recreación completa en binario, más rápido y barato mientras se conserva la textura de plastilina.

Relegado en el siglo XXI

El siglo XXI relegó la técnica a títulos menores aunque llenos de originalidad. «Platypus» (2006) y su secuela presentan un tradicional arcade de disparos de desarrollo lateral con una particular estética de plastilina. La aventura gráfica «Dream Machine» (2010) añade a la ecuación otros elementos propios de manualidades como la cartulina. El título de plataformas y puzles en dos dimensiones «The Swapper» (2013) era el último representante notable del estilo hasta esta semana.

Y, ahora, «Kirby y el pincel arcoíris» (WiiU), un título de acción, plataformas y puzles protagonizado por uno de los personajes icónicos de Nintendo, la gigante bola rosa Kirby. La textura edulcora aún más si cabe su mundo, ya de por sí dulce. La plastilina, nacida en los videojuegos para suavizar el contenido violento, convierte un título amable en todo un monumento a la monería.

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