Tropas acorazadas del Ejército Rojo entran en una localidad polaca, pasando ante una unidad de motoristas de la Wehrmacht
Tropas acorazadas del Ejército Rojo entran en una localidad polaca, pasando ante una unidad de motoristas de la Wehrmacht - ARCHIVO

Las tres guerras y las tres anexiones de la URSS en 1939

Mientras el mundo permanecía atento a los movimientos de Hitler, Stalin aprovechaba para derrotar a Japón, invadir a la derrotada Polonia y mandar sus divisiones contra Finlandia, al tiempo que, de hecho, se anexionaba Letonia, Lituania y Estonia

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A lo largo de los cuatro últimos meses del año 1939 la Unión Soviética llevó a cabo nada menos que tres guerras. Cuando los alemanes desataron su invasión de Polonia, Zhukov, entonces un general apenas conocido, vencía a los japoneses en la batalla de Khalkin Gol, en el límite entre Mongolia y Manchukúo, un estado títere creado por Tokio en Manchuria.

Denominada oficialmente por los japoneses como el “Incidente Nomonhan” (las guerras japonesas son siempre “incidentes”, como por ejemplo la invasión nipona de China, registrada como el “Incidente del Puente Marco Polo”), se trató de una guerra iniciada en el mes de mayo con escaramuzas fronterizas y culminó en la batalla de Khalkin Gol a finales de agosto, con la total aniquilación de una división japonesa, cuyos integrantes, a pesar de saberse derrotados, prefirieron morir a rendirse.

Japón, sin embargo, aceptó un alto el fuego que puso punto final a la contienda. Pero no fue su derrota en el campo de batalla lo que motivó que el Mikado quisiera concluir rápidamente las operaciones militares, sino el pacto germano-soviético, que, de hecho, dejaba manos libres a Moscú para concentrar su ejército en el Extremo Oriente. Japón no olvidaría lo que consideró una traición por parte de su aliado alemán. Y dos años más tarde, cuando la Wehrmacht desate la Operación Barbarroja, se negará a declararle la guerra a la URSS, lo que sin duda hubiera supuesto un vuelco geoestratégico en la contienda.

Sólo días después del alto el fuego con Japón, los soviéticos entraban de lleno en otra guerra, invadiendo Polonia, cuando ya sus fuerzas estaban prácticamente derrotadas por las divisiones alemanas. No necesitó el Ejército Rojo emplearse muy a fondo para que en el reparto del territorio polaco la URSS se pudiera anexionar la mitad del país.

Y el último día de noviembre, una nueva invasión, la de Finlandia, muestra el apetito territorial del Kremlin, que pretende apoderase del istmo de Carelia, algunas islas estratégicas, zonas del norte finlandés y, sobre todo, hacer de ese país un satélite previo a una anexión, tal como ocurrió con Letonia, Lituania y Estonia, justo en esos mismos meses.

Mientras el mundo estaba atento a los movimientos de Hitler, Stalin, de momento, se estaba llevando la mejor tajada. Claro que Finlandia resulto ser infinitamente más difícil de vencer y a punto estuvo de echar a la Unión Soviética en manos de Alemania.

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