Los jugadores del Real Madrid celebran el gol de Benzema
Los jugadores del Real Madrid celebran el gol de Benzema - efe
Liga bbva | jornada 4

Un Real Madrid obrero sufre para ganar al Granada

El equipo de Benitez se impone a un buen Gránada que protestó la anulación de un gol. Orden, esfuerzo y poco brillo en un Madrid que acabó con muchos cambios en el once.

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El unocerismo ibérico, esforzado y menor, muy menor, del Madrid de Benítez se estrenó hoy en el Bernabéu.

Un Madrid que acabó con jugadores terrenales e incluso comarcales haciendo caso a Benítez ante un Granada fino. Tres puntos, puerta a cero, y rotaciones, cambios patra sobreponerse a la desgracia. Irrepeochable, pero muy poco brillante.

[Así hemos narrado el partido]

Un Madrid con casco y bocadillo bajo el brazo (¡mortadela en el catering!).

Comenzó con Lucas Vázquez de titular. El espectador observaba encantado de inicio sus aplicados movimientos. Isco en su mejor sitio, por la izquierda, pero insustancial, como de juguete la mayor parte del tiempo.

Mientras la banda derecha, Carvaja-Lucas, desarrollaba su fútbol chiquitajo, el Granada empezó a «crecer», que se dice en el argot.

Por momentos parecía El Pionono Mecánico. Excelentes Khrin, Rochina y sobre todo las llegadas de Success.

Tuvieron una clara ocasión en el minuto siete, entrando por la derecha.

Empezó a bajar Benzema, a descolgarse como un espeleólogo a una gruta. Caía alguna ráfaga esporádica de aplauso asambleario; por ejemplo, cuando Varane cortaba con solvencia. Había un buen tono.

Al cuarto de hora el Madrid empezó a necesitar un café. Enorme bajada de tensión, aunque siguiera llegando. En el 18', un robo en el centro deparó una conducción por el centro de Isco, abrió a Cristiano a un lado y luego no llegó Benzema. Esta jugada la hemos visto estas semanas. Es una contra por el centro a partir del robo de la pareja de medios. Una semicontra que ya se va mecanizando.

Es uno de los afluentes del Madrid, el otro son las bandas, tapadas ayer; el tercero es Modric. Los pases lejanos de Modric a la delantera. Hubo un par de jugadas así, una de las cuales, en el 30', acabó con disparo del propio Modric.

Al Granada ya le habían anulado un gol más que dudoso. Venía de un fuera de juego previo que no pareció.

Pero es que el Granada tenía la pelota, y el Madrid esperaba y lanzaba unas contras paticortas. Si las lanzaba. Hubo una en la que pitaron a Isco por dormirse en las mil vueltas sobre su propio eje, su iscocentrismo de planetoide bonito.

Lucas Vázquez, emocionante en el aprovechamiento de su zancada mínima, tuvo una ocasión, tras rechace genuflexo del portero a chut de Cristiano; luego una llegada en la que demostró una indecisión de conejo.

Hacía ya mucho calor. El sol pegaba en la grada como en un pueblo blanco de Cádiz. Los piperos (¡piperos kafkianos!) se iban transformando en girasoles.

Tuvo un par Success sin éxito (perdón por el chiste) y en otra tuvo que atajar un rapidísimo Navas.

Benítez intentaba desatascar la salida de la pelota a voces. Le decia a Benzema que bajara y se echara a una banda. ¿Tienen efectos esas indicaciones puramente personales en la banda? ¿Se arregla el conjunto con un movimiento individual? El Madrid necesitaba la pelota, potencia, brío y un poquito de aceite en la rueda dentada. Acabó la primera parte atolondrado, nervioso, acomplejado ante el Pionono Mecánico.

En la segunda parte el Madrid controló más la posesión y no dejó de llegar, pero a una frecuencia menor de la habitual. De la histórica. Cada cinco o siete minutos, una ocasión trabajosa. El Madrid era, en realidad, un equipo muy normalito y sufrió mientras al Granada le quedó chispa. Success tuvo una muy buena tras tacón de El Arabi, instantes antes de que el Madrid marcara su gol: Benzema remata tras pase de Isco en banda izquierda. El malagueño justificaba su partido con un detalle que resolvía. Eso se le pide.

El Arabi tuvo otra ocasión tras dejar a varios madridistas en el área. Paró Keylor, que se ha agrandado definitivamente.

El Granada se fue acabando con Success, que fue cambiado. Y el Madrid se convirtió en una especie de Madrid operario, menestral. Se puso el mono azul: Kovacic, Casemiro, que entró a hacer sus necesarias ñapas, y hasta Cheryshev.

Las llegadas eran penosísimas, contras hubo solamente cuando Modric vio el pase para el delantero. Apoyaba Benzema regenerando tejidos con su respiración y el Madrid fue sujetando un partido de un modo esforzado y se diría que nuevo.

Era el Madrid de Lucas, de Lucas Vázquez, pequeño, correcto, sudoroso y humilde. Nada de portaviones del que salíeran contras relampaguantes. Nada de toques constantes y dialogados como en un seminario de filosofía. No, un Madrid pequeño y currante al que le llegaba a costar trabajo sacar la pelota jugada (dos broncas recibieron Vázquez y Cheryshev por su incapacidad, desmontando el mito de que se respeta el esfuerzo).

Durante la segunda parte, el árbitro estuvo algo compensatorio, midió las tarjetas al Granada en faltas reiteradas y decidió mirar a otro lado ante cualquier caída en el área.

El Madrid acabó distinto. Más que pidiendo la hora pidiendo un Red Bull (y no precisamente el giratorio), o cafeína. Un control trabado y de baja intensidad.

El equipo era Cristiano y lejos de él un montón de jugadores bajitos y proletarios. Como un tenor italiano, fabuloso y parado ante el público, mientras que un coro detrás, lejano y desentendido, se dedicaba frenético a seguir las instrucciones que en la banda le daba el director.

Ni rastro de la BBC y su omnipotencia Marvel. Estrellas, planetas y mucho asteroide dando vueltas. Goterones de sudor. La puerta a cero (aunque el árbitro...). Rigor táctico. ¿No quisimos esto? Pues caldo para el invierno.

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