La plantilla del Real Madrid celebra el XXXVI Trofeo Bernabéu
La plantilla del Real Madrid celebra el XXXVI Trofeo Bernabéu - reuters
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Victoria que no convence

Al Madrid le costó ganar al Galatasaray. Falta de ideas en ataque. El público pitó a Gareth Bale tras ser cambiado

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Por mucho que la megafonía atronara rozando el timpanicidio, no gustó el Madrid en su trofeo y además hubo una pitada a Bale que abre la polémica, eterna compañera del Madrid moderno.

Se presentó con un 4-2-3-1 de libro. Novedades, pocas, ritmo cansino y algunos detalles que merece la pena anotar.

Se aprecian esporádicos intentos de presión a la salida del balón rival. En algún lance se adelanta la defensa hasta el medio campo y los mediocentros guardan muy prudentemente su posición. Se ha descompuesto el terceto de interiores de Ancelotti por un dibujo más definido. Se paga en ataque, pues se ha perdido el lenguaje, el hábito anterior y hay que empezar de cero, un poco más atrás, con un engarce entre los pivotes y Bale que se antoja difícil.

Dos ex-mediapuntas buscan en la mediapunta... ¡a uno que no es mediapunta!

Y a la vez, todo se parece demasiado al año pasado. Los mismos de siempre haciendo casi lo mismo. En ataque la cosa tendrá que ir definiéndose porque el equipo no dice nada todavía. En la línea de tres, si uno se fija, ninguno está en su sitio natural. A la altura del minuto treinta, Bale e Isco cambiaron el sitio. Cristiano no, sigue siendo el Rey Sol de todos los sistemas.

Jesé tuvo un par de carreras fabulosas. Eso sí, qué rara resulta la ausencia de nueves puros en el fútbol actual cuando el mundo está lleno de oportunistas.

Se ven detalles. Por ejemplo, tras una contra del Madrid, Danilo apuntalaba el mediocentro con una seguridad que parecía ensayada. Hay un intento muy razonable de evitar pasacalles.

El Galatasaray, liderado por un Sneijder que es el doble de ser humano de lo que fue en el Madrid, llegó en varias ocasiones a la puerta de Keylor, que estuvo bien.

El Madrid marcó en el 17 con un cabezazo de Nacho tras un córner. Tuvo otra importante tras un saque de esquina, Isco la mandó al larguero.

El público conservaba un minoritario runrún con Bale y acabó la primera parte pitando a Cristiano tras un fallo garrafal. Un sector de la afición, claro. Ese núcleo que pita a quien mete cincuenta goles pero que tampoco pide una revolución. Un público que parece conservar un malestar crónico que asoma cuando quiere. Como una dispepsia o incluso algo peor.

La segunda parte comenzó con el gol de Sneijder, que recortó y ajustó al palo ante la mirada de Danilo. Pitidos veraniegos del público, soberano e impaciente.

Salió Jesé y entró James, y hubo un par de llegadas a través de Isco, voluntarioso con su caminar penitente y lleno de dificultad. Lo más claro lo hizo él, como si de un magma fuera hilando jugadillas reconocibles, fútbol con forma.

Llegaron los cambios y hubo un rato en el que el Galatasaray tuvo la pelota. Sólo algún robo de Casemiro subía el tono blanco, hasta que Marcelo hizo un gol extraordinario en cuya facilidad había algo inequívocamente pachanguero.

El Madrid parece que ha desmantelado el lenguaje ancelottista y parte de cero. Lo de Bale de mediapunta suena a ataque de entrenador, fuera de casa se le podrá ir viendo sentido. En el estadio sirvió para que los que le tenían ganas encontraran la excusa perfecta para pitarle a gusto.

Pero Bale es el chivo expiatorio y se lleva unos pitos exagerados que parecen querer pitar otra cosa. Aunque está todo a un nivel subconsciente. Benítez hereda un hastío, digamos que latente.

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