El porvenir de Ancelotti es el debate interno del Real Madrid
El porvenir de Ancelotti es el debate interno del Real Madrid - efe
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Ancelotti no supera el listón

Pidió rigor defensivo y volvieron a cometerse fallos que costaron el 1-1. Puede acabar la campaña sin títulos, tras los cuatro de 2014

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De pie todo el partido. Chaqueta gris. Chaleco azul. Un chicle en la boca para soltar tensión masticando goma durante noventa minutos. Cuando Ancelotti se pone chaleco y se mete las manos en los bolsillos es que los nervios superan su experiencia en estos enfrentamientos. Por muchos títulos que hayas ganado, uno nunca se acostumbra a jugárselos en un partido. La gloria o la decepción dependen de un remate. Y el sueño de celebrar más éxitos es una ambición incontrolable. Siempre se quiere más. Así piensa el entrenador del Real Madrid. Así siente. Sus manos agarraban el forro interno del pantalón y escondían la adrenalina que soltaba en cada jugada, en cada decisión arbitral. El entrenador se jugaba mucho en este partido.

Y quedó eliminado.

La sensación del italiano es que se ha quedado a las puertas de dos títulos, con la miel en los labios, y que probablemente no gane ninguno. Las lesiones de Modric, James, Pepe y Ramos entre noviembre y marzo lastraron al Real Madrid y al entrenador.

El cansancio de sus hombres, especialmente acusado tras el empate de Morata, condenó al Real Madrid tanto como esos «pequeños errores defensivos» que tanto lamenta el entrenador. Su idea era vencer a sus compatriotas con una defensa férrea y un ataque certero y en su cabeza rodaba inicialmente este balón: «Ganar dos Champions consecutivas y hacer historia en el Real Madrid y en la competición». Ha sido el mensaje que expuso a sus hombres durante cuatro días. Pero una nueva sucesión de fallos atrás costaron «muy caro», como dice él. El empate juventino puso al conjunto blanco contra las cuerdas. Y no supo reaccionar.

Antes del encuentro no admitía pensar en las consecuencias de una posible eliminación. Ancelotti no aceptaba hablar de hipótesis. Eso lo deja para el día después si los hechos lo confirmaban. Ayer exigió a su equipo recuperar la potencia defensiva. Les dijo que no podían seguir sufriendo dos goles por partido. Sucedió frente al Celta, el Sevilla, la Juventus en Turín y el Valencia en el Bernabéu. Esta vez fue solo uno. En Champions, un despiste general cuesta una Champions.

Eligió a Varane como compañero de Ramos para explotar la velocidad salvadora del joven central. Y se decidió por Benzema. Hizo caso al delantero francés, que le pidió reaparecer en el encuentro más importante de la temporada. El técnico decidió que los futbolistas titulares debían ser, junto a él, los protagonistas del éxito o del fracaso en esta semifinal.

Fue finalista 36 minutos. La exigencia de una retaguardia dura significó que el Real Madrid no atacara con agresividad en el principio del partido. Fue extraño. Pasados los nervios de los minutos iniciales, los blancos tomaron el mando del duelo. «Carletto», como le llaman sus ayudantes, lamentó las ocasiones falladas en incursiones de Benzma y Cristiano. El penalti a James permitió a Ronaldo casarse de nuevo con el gol y colocar al Real Madrid como finalista provisional de la Liga de Campeones desde el minuto 24. Pero el peligro era una espada de Damocles. Una jugada podía decantarlo todo.

Los problemas físicos de Ramos y Carvajal pusieron en alerta al italiano. Pepe se puso a calentar. Pero Sergio y Dani no se quería ir. Debían vivir o morir con las botas puestas.

La preocupación del técnico blanco era ese miedo. Un error más podía destrozar al Real Madrid. Mientras la afición volvía a jalear el nombre Íker, era Marcelo quien generaba un problema terrorífico en un mal control. Ancelotti no podía entender que se reprodujeran estos fallos. Y se produjeron. El gol de Morata, a la hora de partido, sentenció al equipo de Ancelotti. Eliminados, el técnico habló después de su porvenir: «Cuando termine la temporada, hablaremos».

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