«La habitación azul» (1901), de Picasso
«La habitación azul» (1901), de Picasso - PHLLIPS COLLECTION, WASHINGTON

La Phillips Collection de Washington desembarca con su artillería pesada

CaixaForum Madrid exhibe 60 obras de 44 artistas de una de las mejores colecciones privadas del mundo

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Hay coleccionistas y coleccionistas. Los hay que compran cuadros, como quien compra casas, coches o acciones en Bolsa. Es el caso de los nuevos magnates del Este y los Emiratos Árabes, especialmente, que parecen competir entre sí por ver quién bate el récord de la obra más cara del mercado. Y los hay que adquieren obras de arte por pura pasión. A esta segunda especie –algo así como el cuerpo de élite del coleccionismo y el mecenazgo– pertenece el protagonista de esta historia, Duncan Phillips (1886-1966), quien logró amasar una de las mejores colecciones privadas del mundo, que depositó en el primer museo de arte moderno de Estados Unidos, la Phillips Collection de Washington. Abrió sus puertas en 1921.

Para él fue reveladora su visita al Prado en 1911. Desde entonces su sueño fue fundar «un Prado americano».

«La montaña Sainte-Victoire», de Cézanne
«La montaña Sainte-Victoire», de Cézanne - PHILLIPS COLLECTION, WASHINGTON

Una selección de 60 de las 4.000 obras que atesora en sus fondos ha viajado a Europa. Abrió plaza el Palacio de Exposiciones de Roma y, de la mano de la Obra Social «la Caixa», llegó a España: primero a Barcelona (fue un éxito rotundo con más de 200.000 visitantes) y ahora a Madrid –en 1988 el Reina Sofía mostró parte de esta colección– bajo el título «Impresionistas y modernos. Obras maestras de la Phillips Collection». Más quilates que añadir al tesoro del Paseo del Arte de Madrid, donde estos días lucen joyas tan rutilantes como El Bosco y Caravaggio. A ellos se suma una apabullante nómina de artistas que constituye una enciclopedia del arte moderno y de vanguardia de los últimos 170 años: de «Vista del lago de Nemi», pintado por Antoine-Félix Bosselier en 1811, a «La lección», de Philip Guston, de 1975.

«La pequeña bañista», de Ingres
«La pequeña bañista», de Ingres - PHILLIPS COLLECTION, WASHINGTON

Entre ambos, obras maestras como «La pequeña bañista», de Ingres (pintor francés al que el Prado dedicó recientemente una gran monográfica); el primer autorretrato de Cézanne adquirido por un museo norteamericano y una de sus cotizadísimas vistas de la Sainte-Victoire (la montaña que fue su auténtica musa y se convirtió en una obsesión vital); una de las últimas obras de Van Gogh («Casa en Auvers») –seis semanas después de pintarla, se pegó un tiro en los campos de esta localidad, convertida hoy en lugar de peregrinación de sus admiradores–; un precioso Degas tardío (con dos de sus míticas bailarinas) y un Monet («El camino de Vétheuil»), de cuya compra Mr. Phillips siempre estuvo muy orgulloso. Pensaba que fue una de sus mejores adquisiciones. Junto a ellos, tres estupendos Picassos («Corrida de toros», «Mujer con sombrero verde» y «La habitación» azul, obra maestra de este codiciado periodo cromático); una buena selección de pintura francesa (Bonnard, Vuillard, Braque, un Manet muy español...); lienzos de Matisse, Modigliani, Kandinsky, su amado Rothko... Y así hasta 44 referentes indiscutibles de la Historia del Arte, cuyas obras han sido distribuidas temáticamente por la comisaria, Susan Behrends Frank, en «seis conversaciones plásticas íntimas».

«Bailarinas en la barra», de Degas
«Bailarinas en la barra», de Degas - PHILLIPS COLLECTION, WASHINGTON

Duncan Phillips fue un pionero, un entusiasta del arte de su época, primero como crítico y, más tarde, como coleccionista. Confiaba en su instinto. Compraba lienzos de los artistas a los que admiraba, con quienes mantenía un diálogo apasionado (creía que le transformaban), aunque entonces fueran unos desconocidos (es el caso de Georgia O’Keeffe, presente en la muestra con una obra emblemática). Tenía un buen ojo para descubrir nuevos talentos. Muchos acabaron siendo amigos suyos. Concebía su colección de arte como un laboratorio, un centro de experimentación, pero con vocación pública. Siempre quiso compartirla con el público. Alguien dijo que ir a la Phillips Collection era como ir a la iglesia. Así es, una experiencia religiosa.

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