Exposición

Paisajes «tierra adentro», en el Museo Sorolla

La casa del pintor valenciano en Madrid expone 35 piezas sobre los paisajes que realizó en sus viajes por toda España

MADRID Actualizado: Guardar
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Si algo identifica a Joaquín Sorolla son sus cuadros al aire libre y en plena naturaleza. Escenas de Levante, de sol y de playa, que son su trabajo más conocido. Pero el pintor valenciano supo plasmar también la luz «Tierra adentro», con numerosos paisajes tan desconocidos como excepcionales. Estos paisajes interiores –un genero considerado «menor» por los academicos del Arte hasta siglo XIX–, son el objeto de una muestra única que permanece abierta en Madrid durante este verano.

La exposición, compuesta por 35 piezas, está dividida en cuatro ámbitos: Mitología regionalista y naturaleza. La Valencia de Sorolla; Sorolla en verde y gris; La invención de Castilla como emblema nacional; La «España blanca» de Joaquín Sorolla, una versión moderna de la invención romántica.

En ellos, los cuadros del genial pintor hacen un recorrido por sus viajes.

Sorolla viajó durante muchos veranos al norte de España. En Muros de Pravia (Asturias) se unió a la colonia de paisajistas que había organizado el pintor asturiano Tomás García Sampedro siguiendo el modelo de la escuela francesa pintura al «plein air» de Barbizon. Y con su familia pasaría muchos veranos en San Sebastián, Zarautz y Biarritz. En el norte, la luz más gris del Cantábrico y los verdes brillantes de los prados de Asturias dieron a su producción otras tonalidades. Un ejemplo de ello es la obra «Paisaje de Guipúzcoa», pintada en 1911.

En otro de los ejemplos que se pueden contemplar en la muestra –«El arco iris, El Pardo» (1907)– Sorolla plasma su fascinación por los paisajes de Castilla que compartió con la Generación del 98. Un paisaje inédito hasta entonces como tema en la pintura, pero que emocionaría a toda una generación de escritores y artistas con el descubrimiento de su carácter sublime y su poética del vacío.

Durante un rápido viaje en 1902 llega Sorolla por primera vez a Andalucía, a la que habría de volver muchas veces en los años sucesivos. En una de las ocasiones crea «Alrededores de Sevilla» (1914), un paisaje insólito de sus zonas secas donde solo prosperan las chumberas. El sur se convirtió pronto en un espacio recurrente para su obra. En Jerez, pintó los inmensos viñedos. Granada le impactó profundamente y plasmó sus barrios, su Sierra Nevada. Solo a la Alhambra le dedicó hasta 47 paisajes en tres viajes en 1909, 1910 y 1917.

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