Crítica

Urrechu Velázquez: cocinero de raza

La barra de este nuevo Urrechu no tiene nada que ver con la de Pozuelo. No hay raciones y tapas, aunque sí la posibilidad de picar algo de la carta o tomar un cóctel

Sala del restaurante Urrechu Velázquez BELÉN DÍAZ
Carlos Maribona

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Íñigo Pérez es un cocinero vasco de 47 años con un largo recorrido profesional y una gran personalidad en los fogones. Presentador de programas culinarios en televisión y autor de libros muy didácticos, fue discípulo de Martín Berasategui . De su mano desembarcó en Madrid para hacerse cargo de las cocinas de El Amparo, ese añorado restaurante que marcó una época en la capital. Durante ocho años, Pérez ejecutó con brillantez los platos de su maestro hasta que le llegó el momento de independizarse. Y surgió entonces, en 2002, Urrechu, en el Centro Comercial Zoco de Pozuelo. El nombre responde al apodo con el que siempre se ha conocido a este cocinero, que es también el del pueblo guipuzcoano donde nació. En estos años Urrechu se ha consolidado como una de las referencias gastronómicas en la zona noroeste de Madrid.

El mes pasado, junto a sus socios, la familia Marrón, dio el salto a la capital abriendo Urrechu Velázquez , en el local donde estuvo tantos años Nodo. Y ha aprovechado para reformar a fondo el restaurante de Pozuelo, que permanecerá cerrado al menos hasta principios de diciembre. Este de Velázquez es un proyecto ambicioso, con distintos espacios que van desde los cómodos sillones junto a la barra de la entrada hasta la pequeña terraza interior , pasando por el comedor de la planta superior, dotado con tecnología punta que permite proyectar imágenes y emitir sonidos. Ojo, la barra de este nuevo Urrechu no tiene nada que ver con la de Pozuelo. No hay raciones y tapas, aunque sí la posibilidad de picar algo de la carta o tomar un cóctel.

Al estar en obras la casa madre, Pérez y buena parte de su equipo están en Velázquez apoyando el rodaje. Buen detalle la presencia permanente de un cortador profesional de jamón (25,85 € la ración de ibérico). La carta es continuación de la de Pozuelo, con los platos que han caracterizado la cocina de Urrechu durante estos años, en su mayoría e raíces vascas. Al igual que ocurre allí, funcionan mucho mejor los más clásicos y sobran concesiones a las modas como un flojísimo ceviche de langostinos tigre con rape y aguacate (16,75). Está rica la ensaladilla rusa (14,75), cremosa y con sabor, lo mismo que las croquetas caseras de bacalao, jamón y chistorra (11,55). Cede también Pérez a la moda del atún rojo, aunque el suyo, marinado con soja y hecho en la plancha sólo por un lado (24,50) está bueno, acompañado con unos ñoquis a la crema algo pesados. No hay que perder de vista los platos más tradicionales, en los que el cocinero muestra su buena base: cocochas de merluza al pil pil y rebozadas (34,65), bacalao con ajoarriero (23,90), changurro (23,65) o cazuela de callos con morros y morcilla asturiana (22,65). Uno de los mayores aciertos es el coquelet (22,80), que se trincha en la mesa a la vista del cliente.

Coquelet, que se trincha en la mesa a la vista del cliente BELÉN DÍAZ

Como discípulo de Berasategui, Pérez es un buen repostero, y lo demuestra con la tarta tatin de manzana (9) o con el hojaldre de frutas de temporada (12,50) que se hace para dos personas. Una correcta bodega, con precios muy comedidos, y un profesional equipo de sala completan la buena impresión general.

Lo mejor: Los platos clásicos.

Precio medio: 65 €.

Calificación: 7.

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