La dehesa enferma

No tiene escapatoria: dos plagas de difícil solución la ahogan, destrozan y marchitan

La dehesa enferma BARCA

Jaime Arana Muguruza

La dehesa española es un ecosistema único de la Península Ibérica que abarca más de cuatro millones y medio de hectáreas, fundamentalmente concentrado en amplias zonas de suelo pobre del centro, oeste y suroeste peninsular. Es la mayor extensión arbórea de España y característica de nuestro paisaje natural.

El origen de la dehesa es el bosque mediterráneo, un bosque cerrado e impenetrable que el hombre, en tiempos pasados, a base de eliminar árboles y matorrales roturando terrenos con talas, siegas e incendios controlados, consiguió aclarar para crear pastos para su ganado. Esta acción del hombre con la naturaleza, probablemente el ecosistema con mayor diversidad de flora y fauna de Europa, produce un equilibrio inigualable entre explotación agrícola, ganadera y forestal, adaptándose de manera favorable las especies salvajes que encuentran un hábitat ideal para su multiplicación.

Cuando hablamos de cuatro millones y medio de hectáreas de bosque adehesado nos referimos a más del 10 por ciento del territorio nacional. La dehesa fue incluida por la Unión Europea en el Anexo I de la Directiva 93/43/CEE, como tipo de hábitat de interés comunitario. Esta inclusión obliga a los poderes públicos a mantener su superficie en un estado de conservación favorable, con seguimiento detallado y elaboración de informes cada seis años. Este patrimonio natural que los españoles hemos estado cuidando con esmero desde que el hombre comenzó a utilizar el pastoreo como recurso recurrente, se está muriendo. La encinas, alcornoques y robles que salpican la dehesa española están enfermos, muy enfermos.

La dehesa desaparece lenta y silenciosamente con las recientes plagas del Cerambyx y «la seca». Estas plagas están atacando de manera alarmante a árboles centenarios que mueren masivamente sin que tengamos el necesario apoyo de la Administración . Una muerte lenta pero irremediable si no se da una solución a corto/medio plazo.

El Cerambyx o gran capricornio está presente en la dehesa española en dos especies, el Cerambyx welensii y el Cerambyx cerdo . El escarabajo cerdo , en peligro de extinción, está protegido por la Unión Europea. Si bien el cerdo no es tan nocivo, el welensii –inmune a los insecticidas– constituye una plaga destructora. El parecido entre estos escarabajos llevó a que durante mucho tiempo no se hiciera nada por acabar con el más nocivo de ellos.

Si la cantidad welensii sobrepasa lo que el entorno es capaz de soportar, se convierte en plaga y el desastre está garantizado. Esto es lo que ocurre actualmente en la gran mayoría de las dehesas españolas.

El otro problema es «la seca» . En los últimos veinticinco años se han secado más de 500.000 quercus en el suroeste español. Esta trágica situación la produce un hongo microscópico llamado Phytophthora que trasmite por escorrentía su letal veneno, provocando la pudrición de las raíces e impidiendo la absorción del agua y sales minerales del suelo, ya de por sí pobre en nutrientes. La dehesa no tiene escapatoria, dos plagas de difícil solución la destrozan, ahogan y marchitan poco a poco.

La sociedad urbana, cada vez más numerosa –el 70 por ciento de los españoles vive en grandes ciudades–, está alerta y pendiente de los grandes desastres ecológicos que los medios de comunicación se ocupan de transmitir a diario, desastres como la deforestación amazónica o el deshielo polar. La dehesa no les interesa, no es tan preocupante para ellos, no tiene la magnitud de los demás problemas ecológicos, la recuerdan de sus ancestros pero no son capaces de ver las consecuencias de su desaparición.

Si desaparece la dehesa, desaparece el cerdo ibérico, el ya perseguido toro bravo, las múltiples razas autóctonas de ovino y vacuno, dejaríamos de ser el mayor productor de corcho del mundo, perderíamos la apreciada bellota capaz de aglutinar las mayores concentraciones de aves migratorias de Europa, desaparecerían las reses de caza y, por supuesto, no seríamos capaces de calibrar las consecuencias ecológicas, naturales y medioambientales que produciría tal debacle.

Esta sociedad urbana no se imagina una celebración familiar sin un buen jamón ibérico; tampoco serían capaces de descorchar un vino reserva con tapón de plástico y por supuesto se echarían las manos a la cabeza si fuera la responsable de la desaparición de especies como el lince o el águila imperial, por empezar por las más amenazadas.

Me parte el corazón pasear por las dehesas españolas y ver los brazos rotos de grandes encinas centenarias agujereadas por el Cerambyx o ver unos alcornoques y robles tristes y ralos anunciando una muerte sin retorno. La dehesa está enferma y el desierto está esperando a avanzar.

Publicado en ABC el viernes 6 de octubre de 2017

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