Rafael Matesanz
Rafael Matesanz - ISABEL PERMUY

Rafael Matesanz: «El planeta necesita varios trasplantes»

Este nefrólogo madrileño impulsor de la Organización Nacional de Trasplantes camina cada día diez kilómetros para mantenerse en forma

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Cada día atraviesa este parque de camino al trabajo, y al volver a casa. Lo tiene perfectamente medido, 1,8 kilómetros aproximadamente, unos 20 minutos. Y cuando su jornada como director de la Organización Nacional de Trasplantes concluye, vuelve al parque Norte, ahora con ropa deportiva, para hacer un circuito de unos seis kilómetros.

Un entrenamiento diario que, como ha podido comprobar en un reciente viaje de trabajo a San José de Costa Rica, le sirvió para llegar en cabeza y dejar a atrás al resto de sus colegas.

Andar a diario, y sobre todo a un cierto ritmo, es un buen entrenamiento

Fue a principios de noviembre, durante una reunión del Consejo Iberoamericano de Donación y Trasplante, que preside ahora España.

«El último día fuimos al volcán Poás, muy cercano a San José, uno de los más espectaculares del país y de extraordinaria belleza», explica. De hecho, su cráter principal está considerado como uno de los más grandes del mundo. «Para llegar hasta la laguna del cráter, hay que subir por un camino bastante empinado que transcurre por un bosque muy espeso. Y observé con sorpresa que todos los que venían, bastante más jóvenes que yo, se habían quedado atrás», dice riendo. «Andar a diario, y sobre todo a un cierto ritmo, es un buen entrenamiento. Y además, este parque en cuesta, con subidas y bajadas, es un poco rompe piernas. Si lo haces todos los días, acabas cogiendo fondo».

Y es que «piano piano se arriva lontano», que dirían los italianos. Un lenguaje con el que Rafael Matesanz (Madrid, 1949) está familiarizado porque pasó tres años en la Toscana, una de las regiones más grandes e importantes de Italia por su patrimonio artístico, histórico, económico, cultural y geográfico. Estuvo allí en espera de que en España soplaran vientos más favorables para la Organización Nacional de Trasplantes que él ha impulsado desde sus inicios, en 1989, y para él mismo. Y es que nadie es profeta en su tierra por muchas hazañas que haya logrado.

Bajo el sol de la Toscana

En la Toscana hizo exactamente lo mismo que aquí: «organizarles los trasplantes del 2001 al 2004». Allí, «Bajo el sol de la Toscana», como en la película de 2003 dirigida por Audrey Wells, se integró en la vida de esa bonita región, durante los años que le apartaron de la Organización que había puesto en marcha. En otro país, su trabajo se vio con la dimensión que realmente tenía. «Desde entonces la Toscana tiene unas cifras respecto a trasplantes muy parecidas a las españolas, si no superiores. Y es la primera región de Italia, o sea que aquello se estructuró muy bien y allí sigue. La experiencia fue muy positiva. No todo el mundo puede tener un despacho en Florencia a un par de kilómetros del Ponte Vecchio...». Además, la Toscana le recordaba a las marismas del Ampurdán, «un parque natural donde paran las aves migratorias que van a África», y el lugar que elige para su recreo veraniego.

Poner la ONT en marcha no fue fácil. Fue a contracorriente gran parte del tiempo. «Era complicadísimo...». Los más reticentes al principio, los propios médicos, hasta que vieron que aquello empezaba a funcionar y les era muy útil. Luego le tocó luchar contra otros «molinos», esta vez en el ámbito político. Cuando mira hacia atrás no se lamenta ni se arrepiente de nada. «Hacer después un flashback no tiene mucho sentido, porque las decisiones las has ido tomando por algún motivo... Ni en el mejor de mis sueños hubiera imaginado hasta dónde hemos llegado. La ONT ahora es un modelo para todo el mundo. Llegar a ser una referencia en lo tuyo es un orgullo. Estos 28 años han merecido la pena. Aunque en un principio la decisión de dejar la clínica y pasar a la gestión fue muy fuerte. Volver no es fácil y menos si eres cirujano, porque pierdes habilidad... Lo hice antes de cumplir los 40 y acerté. Mirando atrás, no sé que hubiera hecho de otra forma».

La salud del planeta

Hablamos y paseamos por el parque en una mañana fría. Al hilo de su último comentario, reflexionamos sobre el componente emocional de muchas decisiones consideradas racionales: «Estoy convencido de que es así. Muchas veces tienes un repente; y si lo hubieras pensado dos veces no lo hubieras hecho. Pero en ocasiones el entorno decide por ti. Te ves metido en un callejón con pocas opciones y tienes que tirar por ahí. No suelo arrepentirme de lo hecho porque no te lleva a ninguna parte».

Estando con el doctor Matesanz no queda más remedio que mirar al planeta con ojos clínicos y preguntarle si tiene algún órgano «tocado». Ríe al contestar: «Uy!, el planeta necesita muchos trasplantes, como se ve día a día. Las noticias no pueden ser más inquietantes. Tiene mal los pulmones, el aparato digestivo, con más hambre cada vez en el mundo. Tiene mal todo. Hasta la circulación...»

Se declara en contra del desperdicio de cualquier cosa: «Soy de los que van apagando luces. Lo hago por principios, no porque me lo digan. Nací en una generación que ha conocido la escasez de casi todo. Por eso el desperdicio de energía o cualquier otra cosa me da mucha rabia. No se justifica por nada. Aunque tengas mucho, no puedes derrocharlo, es un atentado contra la naturaleza».

Para la salud del corazón y para mantener el peso, caminar a diario es fundamental

Aunque la mañana invita a correr para entrar en calor, el doctor Matesanz explica las razones por las que caminar es mejor: «No he corrido en mi vida. Nunca he sido deportista, aunque he jugado al fútbol como todo el mundo. Cuando quise hacer ejercicio de forma regular, correr ya no tenía sentido. A cierta edad si no lo has hecho nunca es peligroso. Muchas muertes súbitas entre los 40 y 50 años ocurren por falta de práctica. Me gusta andar rápido, un deporte para todas las edades que no te lesiona las rodillas como la carrera. Tampoco hay riesgo cardiovascular. Para la salud del corazón y para mantener el peso, caminar a diario es fundamental. Lo que yo hago cada día equivale a quemar unas 500 calorías, que te permite no engordar, sobre todo si haces una dieta racional».

Pese a todo, confiesa que a veces le da pereza en invierno. «Pero este año me regaló mi hijo una equipación muy ligera que te permite andar de forma confortable incluso cuando llueve y hace frío. Así que ya no tengo excusa. Y menos viviendo al lado de un parque». Además, «caminar es bueno para el cerebro. Un paseo de una hora y media te despeja».

A la Medicina llegó «por eliminación. Me gustaban las ciencias, se me daban muy bien las matemáticas. Pero en ingeniería había que hacer dibujo lineal muy bien, y lo descarté. Un tío mío era médico y lo que hacía me gustaba. Entré en Medicina con 16 años. La decisión que más te va a marcar en la vida se tomaba muy joven entonces. Acerté, aunque podría no haberlo hecho. Medicina es dura, larga y te tiene que gustar...».

Hablamos de las series televisivas de médicos: «Aunque con exageraciones, sí reflejan la vida real. Una de mis favoritas era Urgencias; y, de las españolas, Hospital Central; aunque se tomaban algunas licencias, por ejemplo, todos se ponían a hacer un trasplante en urgencias, algo que no es real. Pero, en general, estaban bien asesoradas. Aunque la vida de un médico es mucho más aburrida». Ahora que se retira podrá ver esas series, escuchar música, otra de sus aficiones, y, sobre todo, «conseguir una de las cosas más difíciles de alcanzar: tener tiempo y gastarlo sin preocuparme en qué».

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