José Manuel Moreno fue Vicepresidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) hasta el año pasado
José Manuel Moreno fue Vicepresidente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) hasta el año pasado - VÍCTOR INCHAUSTI
LA CIENCIA RESPONDE AL RETO CLIMÁTICO

«Nos adentramos en tierra desconocida»

José Manuel Moreno es Catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha

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Once de los últimos doce meses han batido marcas mensuales de temperatura y parece que 2016 puede superar a 2015 como el año más cálido. ¿Puede ser el llamado punto de no retorno del que alertaba el IPCC?

Las excepcionales temperaturas que se están observando en el mundo en este año se deben a los efectos acumulados de los gases de efecto invernadero unido a un fenómeno de El Niño particularmente intenso durante 2015, que ya ha finalizado. La concentración de CO 2 en la atmósfera este año ya no bajará de 400 partes por millón.

Esto supone un aumento de unas 120 ppm desde la época preindustrial. Al CO 2 se le suman otros gases de efecto invernadero, dando como resultado que la capacidad de retener calor por parte de la atmósfera siga aumentando.

La tasa de calentamiento, junto con el incremento del CO 2 , hace que, efectivamente, estemos adentrándonos en terra incognita. La magnitud de los cambios ocurridos nos sitúa ya en un punto de no retorno, y sus efectos seguirán notándose durante siglos.

En febrero pasado la temperatura media de la Tierra se situó 1,55ºC por encima del nivel preindustrial. Esta cifra es el objetivo mínimo a cumplir del Acuerdo de París. A grandes rasgos, ¿cuál cree que debe ser la receta para acelerar la acción?

Parece que 2016 va a cerrar con un aumento medio de temperatura en la superficie terrestre de 1,3ºC. No obstante, la temperatura fluctúa de año en año, por lo que es probable que en los próximos años esta cifra baje algo, aunque la tendencia alcista continuará. Que estemos ya observando anomalías térmicas anuales frente a la época preindustrial superiores a 1ºC nos dice que el calentamiento es real y está aquí para quedarse. Evitar el calentamiento requiere reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. No hay otro antídoto. Saber cuál es la horquilla de reducción de emisiones que nos puede dar un calentamiento dado para una fecha fijada no es sencillo. Y menos aún determinar quién tiene que reducir cuánto y a qué ritmo. Ese es el meollo de las negociaciones de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.

En todo caso, hay que reducir mucho y pronto: no calentarnos más de 2ºC precisa reducciones globales del 40-70% para mediados de siglo, y emisiones netas cero para finales del mismo. ¡Todo un reto!

¿Qué huellas ha dejado ya el cambio climático en España? ¿Qué eventos pueden ser atribuibles o al menos consistentes con el cambio climático?

Como no hay un planeta Tierra sin alterar, para poder valorar si los episodios climáticos que ocurren tienen que ver con el cambio climático los científicos usan modelos de cómo sería la Tierra si no la hubiésemos alterado. De esta manera se compara lo ocurrido con el modelo y se determina cuál es la probabilidad de que lo observado haya sido debido a los cambios antropogénicos. Lo que se calcula es el incremento en la probabilidad de que el episodio en cuestión haya sido influido por el cambio climático, no la certeza de que lo haya sido. A esto le llamamos atribución. Pues bien, cada vez son más los episodios climáticos extremos en los que se ha podido atribuir su ocurrencia al cambio climático.

Los cambios ocurridos nos sitúan ya en un punto de no retorno

En Europa, la ola de calor de 2003, con sus 70.000 muertes, fue la primera que se “atribuyó”, al cambio climático, esto es, se calculó que el cambio climático había aumentado las probabilidades de que ocurriera. Después han sido otras olas de calor en diferentes puntos del mundo. Más recientemente, se ha hecho este análisis para episodios de precipitación extrema, como las extraordinarias lluvias ocurridas en diciembre de 2015 en el Reino Unido. Se ha calculado que el cambio climático las hizo un 50-70% más probables. El avance científico nos está permitiendo atribuir con mayor robustez determinados episodios extremos al cambio climático y cada vez son más los episodios en los que la huella del calentamiento está presente.

¿Qué podemos esperar para los próximos años?

Predecir cuál será la manifestación más extrema del cambio climático en los próximos años no está a nuestro alcance. No obstante, una de las manifestaciones del cambio climático más esperable es la que se refiere a los episodios extremos de calor, esto es, las olas de calor. Estas se están haciendo cada vez más frecuentes e intensas.

Probablemente, ésta será una de las manifestaciones del cambio climático que nos afectará de nuevo más temprano que tarde. Las implicaciones de las olas de calor son múltiples: afectan a la salud, a los estilos de vida (no se puede trabajar o hacer turismo al aire libre bajo ciertas temperaturas), a los cultivos y ganadería, a la capacidad de los ecosistemas de fijar carbono o a los incendios forestales, entre otros.

¿Está nuestro país tomando las medidas adecuadas para reducir emisiones? ¿Y para adaptarse?

España pertenece a la Unión Europea y está sujeta a los compromisos que allí se establecen, obviamente con el consenso nuestro. Por tanto, España está sometida a un marco de reducción de emisiones conjunto con nuestros socios, que es el más ambicioso de los países desarrollados. Una primera acción por parte de España es la ratificación del Acuerdo de París, que debería hacerse tan pronto el nuevo Gobierno esté operativo.

Con la entrada en vigor del Acuerdo de París las partes deben ratificar sus compromisos y, en sucesivas revisiones, tendrán que aumentarlos. Es de desear que la UE siga a la vanguardia.

En cuanto a la adaptación, España sigue la normativa europea que hay a este respecto, habiendo desarrollado su propio Plan Nacional de Adaptación. Las comunidades autónomas hacen lo propio a su nivel competencial. Aun así, tanto en España como en la mayoría de países de nuestro entorno, la mayor parte del proceso de adaptación está aún en fase de planificación. El Acuerdo de París elimina algunas incertidumbres en cuanto a cómo será el clima de las próximas décadas. Con esta perspectiva, es importante pasar a una implantación efectiva de los planes que hay en marcha, tanto a nivel estatal como a otros niveles administrativos, destinando los fondos necesarios para ello.

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