ENERGÍA

La apuesta por una energía asequible, segura y limpia

Pablo Matas, director del Programa de emisiones netas cero en refino de bp asegura que «el futuro del sector pasa por la transformación de las refinerías en centros eficientes de cero emisiones»

Pablo Matas ha

Charo Barroso

Ingeniero por vocación y tradición familiar, tras 25 años en bp Pablo Matas conoce al milímetro el sector del refino. Como buen valenciano expresa su amor por el Mediterráneo, un ecosistema que desea disfruten sus dos hijas en un futuro que solo entiende en verde. Su apuesta en bp es clara: la producción de combustibles cero emisiones.

-La industria del refino se encuentra en un momento de reinvención... -Pasa por un momento histórico, inmersa en una transición hacia una industria de cero emisiones a través de inversiones multimillonarias que contribuirán a la recuperación económica y a acelerar la descarbo- nización de la economía. Esta apuesta hacia una economía descarbonizada ya se planteó en bp hace muchos años, aunque ha sido recientemente cuando hemos dado el salto definitivo hacia nuestra reinvención. Queremos pasar de ser una compañía petrolera internacional centrada en la producción de recursos a una empresa de energía integrada y enfocada en la entrega de soluciones a nuestros clientes.

-¿Y eso cómo se consigue?

-El futuro del sector pasa por la transformación de las refinerías en centros eficientes de cero emisiones. Para lograr una rápida transición hacia una energía segura, asequible y limpia, en línea con lo que reclama la Comisión Europea para lograr la neutralidad climática (o emisiones netas cero) en 2050, bp se ha planteado diez metas claves. Las cinco primeras referidas a nuestra propia actividad: estamos trabajando para que todas nuestras operaciones dejen de gene- rar emisiones en 2050 o incluso antes; para alcanzar cero emisiones netas en nuestra producción de petróleo y gas en este periodo, y en reducir a la mitad las emisiones de metano en nuestra producción. A esto, le unimos el propósito de lograr una reducción del 50% en la intensidad del carbono de los pro- ductos energéticos que comercializamos.

-Para eso hace falta más que intenciones...

-Todo ello viene acompañado de una dedicación de esfuerzos e inversión. Nos compro- metemos a multiplicar por diez, para el año 2030, la inversión en energía baja en carbono, pasando de invertir 500 millones al año a 5.000 millones anuales en diferentes fuentes energéticas de bajas emisiones, incluidas la electricidad renovable, biocombustibles, hidrógeno y tecnologías de Captura, Almacenamiento y uso del carbono (CCUS).

-¿Qué hace falta para que la neutralidad climática se convierta en un objetivo realista?

-El sector privado necesita el apoyo y el consenso de todos los agentes implicados: las autoridades, organismos competentes e instituciones. Solo actuando conjuntamente seremos capaces de lograr el cambio hacia un modelo de producción de bajas emisiones.

Nuestros objetivos van más allá de nuestra propia actividad. Para ello, hemos abrazado otras cinco metas: ejercer la defensa de políticas «cero neto» como el establecimiento de un precio del carbono; promover medidas que incentiven a los empleados vinculadas con la reducción de emisiones, como incrementar el porcentaje de remuneración vinculado a la reducción de emisiones para cerca de 37.000 empleados o el establecimiento de relaciones con asociaciones sectoriales que luchan contra el cambio climático y apostando por el desarrollo de buenas prácticas y estándares de transparencia.

-Comparando con otras compañías energéticas ¿cuál es el nivel de ambición de bp?

-En la carrera de la transición energética, bp se sitúa entre las primeras posiciones en cuanto a un mayor grado de ambición en sus objetivos climáticos. Es una de las pocas compañías del sector que se ha comprometido a ser emisiones netas cero en términos absolutos tanto en sus operaciones como en su producción de petróleo y gas y ha fijado metas claras y traceables a corto, medio y largo plazo. Para 2030 queremos multiplicar por diez la inversión en energía baja en carbono; desarrollar cerca de 50 GW de capacidad neta de generación de energía renovable; aumentar nuestra producción de biocombustible pasando de producir 22.000 barriles diarios a más de 100.000; impulsar nuestro negocio de hidrógeno hasta tener una cuota de mercado mundial del 10%; duplicar las interacciones con los clientes globales pasando de 10 a 20 millones por día y reforzar nuestra apuesta por la movilidad sostenible incrementando los puntos de recarga de vehículos eléctricos de 7.500 a más de 70.000. Todo eso mientras aceleramos los procesos de descarbonización en quince ciudades del mundo y en tres industrias principales y reducimos nuestra producción de petróleo y gas en un 40% con respecto a los niveles de 2019 y mientras seguimos ofreciendo valor a largo plazo a los accionistas.

-Para acelerar la transición energética ¿Qué se necesita?

-Su velocidad dependerá de tres factores. El primero, el desarrollo regulatorio; el segundo, la demanda por parte de los consumidores, si bien ésta puede ralentizarse debido a que la crisis económica en la que nos encontramos retrase decisiones de consumo o inversión y, un tercero, que es el que las empresas aceleremos las inversiones para el desarrollo tecnológico. Y para tomar decisiones correctas demandamos que se garantice la neutralidad tecnológica. Es decir, que todas las tecnologías pueden competir entre sí en igualdad de condiciones.

-Y ¿Cuál sería la fórmula?

-La imposición de un precio al CO2 es, sin duda, la fórmula más eficiente para poder competir y desarrollar tecnologías más eficientes. Una medida que es sostenible y que beneficia a los consumidores que son los que van a pagar menos por una energía limpia.

-¿Es necesario una estrategia del 100% de la inversión en energía renovable para ser neutros en emisiones o hay otras vías?

-Sería necesario hacer dos reflexiones. La primera sobre el concepto de renovabilidad versus bajas emisiones. No son sinónimos. El primero surgió cuando la sociedad se planteó que las reservas de gas y el petróleo son finitas y necesitábamos una fuente alternativa de energía «inagotable» que la naturaleza pudiera generar al mismo ritmo que la consumiéramos como la energía eólica, hidráulica, solar o los biocombustibles. El problema actual es de emisiones, no de renovabilidad. La renovabilidad es deseable, sobre todo a largo plazo, pero no imprescindible, en especial a corto plazo para disminuir emisiones de forma urgente. Existen fuentes de energía, como el hidrógeno azul producido a partir de gas natural, sin emisiones a la atmósfera y a un coste asequible, que, sin ser renovable, nos podría ayudar a construir una economía de bajas emisiones. Cuando el precio de la electricidad renovable sea lo suficientemente bajo, el hidrógeno se generará en su totalidad a partir de electricidad renovable .

-¿Y la segunda reflexión?

-Respecto al concepto de emisiones totales en el ciclo de vida de los productos. El problema de las emisiones de CO2 es global, la actuación individual de un país o continente no supone mejoras específicas en la zona en cuanto a cambio climático. Sin embargo, tenemos la flexibilidad para ser eficientes y conseguir el efecto neto de cero emisiones emitiendo en un punto y compensándolas en cualquier otroç punto del planeta. La imposición de un coste al CO2 es la fórmula más eficiente de poder competir y desarrollar las mejores tecnologías y aplicarlas allí donde sea más eficiente hacerlo. Combinando las dos dimensiones podemos solucionar el problema climático a corto plazo y de forma efectiva.

-¿Cómo será el depósito del futuro?

-El futuro pasa por un cambio de modelo. Por ejemplo, las personas no necesitan tener un vehículo, lo que necesitan es una solución de transporte que les permita desplazarse de forma económica y con bajas emisiones: vehículos compartidos, que posiblemente serán eléctricos en ciudad, y el transporte público. El transporte pesado de mercancías por carretera, de larga distancia y, tal vez, también el transporte marítimo se basará en el hidrógeno. Los ecocombustibles son y serán la solución complementaria al hidrógeno y también al vehículo eléctrico y la única solución, por el momento técnica y económicamente viable, para el transporte aéreo.

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