Una de las últimas fotografías de Eva Blanco; a la derecha, imagen de su diario secreto
Una de las últimas fotografías de Eva Blanco; a la derecha, imagen de su diario secreto - abc

Los diarios secretos de Eva Blanco

La Guardia Civil ha investigado a 1.503 personas y cotejado 208 ADN tras 16 años del «crimen perfecto de Algete» hasta dar con su presunto asesino en Francia este jueves a mediodía

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«Sólo diré, sólo escribiré una cosa. Miguel T. Q. By Evita». Esta es la última anotación que la adolescente Eva Blanco redactó en su diario secreto. Lo hizo horas antes de su muerte, la madrugada del 19 al 20 de abril de 1997. El perfil de la víctima, una cría que dos meses antes de que la mataran había cumplido 16 años; toda una vida incipiente y truncada por un depredador. Y porque, a diferencia de otros casos, los investigadores sí que cuentan con una prueba elemental para poner nombre y cara al criminal: su perfil genético, procedente de los restos de semen encontrados en la ropa interior de la fallecida. Pero faltaba la otra pieza del puzle.

Otro elemento orgánico con el que cotejarlo. La mitad oscura.

La noticia saltó en noviembre de 1999. El entonces alcalde del pueblo publicaba un bando en el que animaba a los vecinos varones a que se sometieran voluntariamente a pruebas de ADN para dar con el asesino y despejar la «x» de una vez por todas. Un total de 2.013 de los alrededor de 5.000 hombres de Algete dejaron por escrito su disponibilidad. Sus nombres se guardaron bajo llave en una urna.

La primera persona investigada fue la propia víctima. Ocho meses después del crimen, su madre, Olga Puig, encontró escondidos entre cajones de su habitación dos cuadernos escolares. No eran apuntes de clase. Se trataba de los diarios secretos de la chica. Nadie sabía que existieran. La adolescente los fechó en los años «95-96» y «96-97», de su puño y letra, como si se correspondieran con cursos escolares. El relato en él es el típico de una chica de su edad. Aparecen las personas más cercanas, de su círculo íntimo, ese que es el primero que investigó la Guardia Civil: familia, amigos y novio.

Este último es Miguel, el chico al que van dedicadas sus últimas palabras escritas, una declaración de amor. Era un joven de más o menos su edad de Fuente el Saz. En otra página aparecen los nombres de Eva y Miguel repetidos continuamente. Está claro que fue uno de los primeros investigados, hasta se cotejó su ADN. Pero resultó negativo.

Entramos en el segundo círculo, el de conocidos, amigos menos cercanos y ámbito escolar. Se trata de gente del pueblo. Ahí es donde la Guardia Civil sospecha que está el nombre del asesino. «Tenemos claro, y jugamos con esa hipótesis, el de alguien conocido, de Algete o alrededores», explica un mando policial.

¿Qué pasó aquella noche?

¿Qué pasó aquella noche? La última persona, además de su asesino, que vio con vida a Eva Blanco fue su amiga Vanessa. Estuvieron juntas en las pistas de Valderrey, tomando algo de calimocho. Hasta que, según relató Vanessa, su amiga se despidió así: «Me voy. Tengo que estar en casa a las doce». Faltaban quince minutos para la medianoche. Pero nunca llegó a su domicilio, a menos de un kilómetro de distancia.

A primera hora de la mañana siguiente, su padre, Manuel, tras haber telefoneado al cuartel y pasar toda la noche peinando zonas de ocio, hospitales y parques, puso la denuncia. Paralelamente, dos hermanos mayores de Ajalvir, ya fallecidos, que daban un paseo por el paraje de las Pesqueras, encontraron el cadáver de una chica. Estaba en la cuneta de la M-100, que une Algete con Cobeña, en una vía de acceso en obras. Era Eva Blanco.

La zona, a unos 7 kilómetros de su casa, estaba cerrada al tráfico y la solían utilizar chavales de la época en busca de intimidad en sus coches. El cuerpo estaba decúbito prono, boca abajo, perfectamente vestido. Sólo tenía quitada una manga de la chaqueta que llevaba. Esa noche había llovido muchísimo y aún había huellas de ella y también de su asesino en el terraplén de la carretera. Primera pista: el criminal calzaba un zapato tipo mocasín, de la talla 42.

A Eva le dieron 19 puñaladas en la parte posterior de la cabeza y en la alta de la espalda. Utilizaron una navaja de 8 a 10 centímetros de hoja y uno de ancho. La primera cuchillada y quizá mortal, en el costado izquierdo. Lo que hace pensar que estaba aún dentro del coche cuando se la dieron. Iba en el asiento del copiloto.

Salió del vehículo, un Renault de color claro, tipo berlina. Corrió por el terraplén de arena, en pendiente ascendente, pero el asesino la atrapó. La acuchilló y el cuerpo quedó en el «valle» del arcén, que la lluvia de esa noche convirtió en una especie de canalón. Y ese fue el primer gran problema, el de base, para la investigación.

«La lluvia limpió el cuerpo. Sólo quedó una pequeña fibra roja, que coincide con la de la tapicería de algunos modelos de coche de aquella época», explican nuestras fuentes.

La autopsia fue complicada. Se encontraron vestigios de semen en las braguitas, pero, según el forense, a Eva no la violaron. Tras mantener relaciones con su asesino, según la tesis policial, se enzarzaron en una discusión que acabó en tragedia. Los padres de la chica creen que sí fue forzada sexualmente, y que por eso la mató.

La causa de la muerte fue un shock hipovolémico. Se desangró. El cadáver no presentaba golpes y estaba vestido. En cuanto a la hora de fallecimiento, el forense decretó que se produjo entre las 3 y las 6 de la madrugada del 20 de abril. Según Vanessa, su amiga, Eva se marchó a casa a las 23.45. Hay un espacio de horas demasiado amplio y la distancia recorrida no es nada larga. Algo no cuadra.

El enigma del «343110»

En un despacho de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid cuelga en la pared un folio con un número en letra de imprenta: 343110. Hay que volver, de nuevo, a los diarios secretos de Eva. A las dos últimas páginas. En ellas, de manera obsesiva, la joven escribió de arriba a abajo, con cinco tintas de bolígrafo que se iban alternando en un perfecto orden, más de 200 veces el siguiente texto: «Eva y 343110». Como en su día hiciera con «Eva y Miguel».

¿Quién era 343110? Hipótesis hay muchas, algunas proporcionadas por numerólogos. Como para romperse la cabeza de tanto pensar. El 34 es el prefijo telefónico de España. El 110, curiosamente, es el distrito postal de Algete. ¿Casualidades? El padre de la víctima, Manuel, sospecha que se trata del número de un «buscapersonas» que, en aquella época regalaba una marca conocida de refrescos.

Lo que parece claro es que esos seis guarismos representan un nombre, un secreto. Nadie del círculo íntimo de Eva sabe nada de ello. Otro misterio que se dejó en aquella cuneta la última noche de su vida.

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