El instituto Ciudad de Jaen, en el distrito de Usera
El instituto Ciudad de Jaen, en el distrito de Usera - belén díaz

Acoso mortal en el instituto de Usera: los tres meses de angustia de Arancha

El acoso escolar de un examigo y un posible desengaño, detrás del suicidio de la menor en el Ciudad de Jaen

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«Estoy cansada de vivir». Ese fue el mensaje que envió Aranzazu, de 16 años, a la que todos llamaban Arancha, a su grupo de amigas. Estudiaba 3º de la ESO en el Instituto de Educación Secundaria (IES) Ciudad de Jaén de Usera. Nadie sospechaba de sus intenciones. Nadie notó nada anormal en su conducta, ni siquiera sus propios padres. El viernes 22 de mayo parecía un día más en su rutina. Se levantó para ir a clase pero jamás llegó. Cerró la puerta, bajó las escaleras y se arrojó al vacío por la ventana de las escaleras del sexto piso. «¡Mi hija, mi hija, se ha caído!», repetía su madre, Vanesa, presa de la desesperación. La realidad era otra mucho más trágica y difícil de digerir para todos.

La vida de Arancha se apagó camino del Hospital Doce de Octubre. No podía más. Y, con ello, se destapó la pesadilla en la que llevaba sumida desde hacía tres meses y de la que, al principio, no había dicho nada en casa; solo a sus amigas del «insti». «¡Como no me des 50 euros voy a ir a por ti, te voy a pegar con mis primas!», estalló el presunto acosador, de 17 años, cuando supo que ya había corrido la voz por el centro. Su familia se enteró cuando la jefa de estudios tuvo conocimiento de los hechos por boca de la víctima y por la de la orientadora escolar. La primera citó a ambas partes.

Ella lo contó en el IES

Arancha acudió a la comisaría acompañada por su madre para denunciar los hechos, aconsejada por el centro el 29 de abril. Según relató la menor, todo empezó en febrero, a raíz de romper su amistad con el chico, detenido el mismo día que ella se suicidó y que –tras quedar en libertad, a la espera de que se esclarezcan los hechos–, fue cambiado de instituto. Al parecer, no actuaba solo, sino con una exalumna.

La víctima aludió a que había recibido mensajes de audio y texto por WhatsApp del sospechoso en los que era insultada y extorsionada, al igual que ocurría en el colegio. Por miedo pagó la cantidad exigida. Luego borró los mensajes que le había mostrado a la jefa de estudios. Se dio parte a la Fiscalía del Menor, que ordenó a la Policía el 11 de mayo que abriera diligencias para esclarecer el caso. Las vejaciones parecían haber cesado, según le confesó la propia víctima después de Semana Santa a la jefa de estudios. Así lo declaró la mujer cuando fue interrogada el 14 de mayo por los agentes. Sin embargo, se repitieron. Por ello, citó de nuevo a los padres del presunto acosador, quien admitió haber recibido el dinero, junto con su amiga, la segunda imputada.

A Arancha la amenazaban e insultaban vía WhatsApp y, aunque ella abandonaba el grupo, la volvían a incluir. El grupo lo integraban cinco personas (los dos acusados, dos chicas más y un tercer alumno). Eso le contó ella a los agentes cuando volvió a declarar en comisaría el 18 de mayo y ratificó su primera versión.

La víspera de su muerte le arrojaron agua encima y habló con el sospechoso, según explicaron en el Ciudad de Jaén. Fue la última vez que pisó el instituto. Las presuntas vejaciones, junto a un posible desengaño, desencadenaron la tragedia según las primeras pesquisas policiales. «¡Se me ha ido la vida!», decía su madre tras el mazazo inesperado. La noticia conmocionó a profesores, alumnos, vecinos...

«Una bomba de relojería»

«Sus padres no tienen consuelo, han abandonado su casa y se han marchado a la de la abuela materna», afirman en su entorno. «La niña sufría una pequeña discapacidad motora y psíquica. Su familia ha luchado mucho con ella. Era muy dulce, tímida y responsable», dice una amiga de la madre.

La Fiscalía imputa a los menores los delitos de amenazas, extorsión y contra la integridad moral. Mientras, un juzgado investiga si hay algún adulto implicado en el asunto. La desgracia ha sacado a relucir los problemas del IES, denunciados por el AMPA y el profesorado. «Es el peor centro por el que he pasado. Hay indisciplina, conflictos y peleas entre los alumnos», explica un docente. A los problemas familiares que arrastra el alumnado (desempleo familiar, desarraigo y falta de expectativas de futuro), hay que añadir la masificación, que constituye una bomba de relojería, que pone en riesgo la seguridad y es el origen de los incidentes». Afirma que en seis años han pasado de 800 a casi 1.200 escolares, 60 de los cuales tienen necesidades educativas especiales, y solo tienen a una orientadora. El cruce de acusaciones entre el AMPA y la Consejería de Educación no ha cesado. Esta sostiene que el centro, con 90 docentes, tiene una ratio de 12,1 alumnos por profesor, más de un punto por debajo de la media. Tras

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