Varias de las estatuas repartidas en la plaza de Oriente.
Varias de las estatuas repartidas en la plaza de Oriente. - isabel permuy
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¿Por qué la madre de Carlos III pensaba que las estatuas del Palacio de Oriente la matarían?

La reina Isabel de Farnesio, aterrorizada, ordenó a su hijo que retirara un centenar de esculturas por una pesadilla en la que éstas la atacaban

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En el Palacio de Oriente y sus jardines anexos se conservan y exponen las evidencias de esta historia de miedos, superstición y noches en vela, en la que la angustia y el delirio de Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, se sobrepuso al ánimo fastuoso de un rey, en este caso su hijo, Carlos III.

El relato comienza en las obras de confección y ampliación del palacio durante el reinado del monarca -que se extendió desde 1759 hasta 1788, fecha de su muerte-. El arquitecto Francisco Sabatini, encargado de la obra, diseñó una suerte de homenaje a todos los reyes de Españacon una estatua de cada uno de ellos. El repaso, de 108 esculturas, comenzaría en el año 417 d.C., con el rey godo Ataulfo, y acabaría en el siglo XVI.

Los reyes cobran vida

Recibido de buen grado por Carlos III, veinte escultores se pusieron con la tarea, que quedaría expuesta en las cornisas superiores del Palacio Real. El centenar y pico de efigies reales, esculpidas en piedra, aguardaban para ser colocadas cuando la supersticiosa Isabel tuvo una macabra revelación. «La parmesana», llamada así porque nació en Parma y porque tenía cierta afición al pan con mantequilla y con queso parmesano, se despertaba exaltada en mitad de la noche por una pesadilla que la atormentaba y aterrorizaba a diario. En ella, un fuerte terremoto agitaba Madrid y las estatuas, como si cobraran vida, se precipitaban una a una sobre ella, matándola.

Convencida de que se trataba de una señal divina, de un aviso de lo que estaba por llegar, rogó a su hijo que no se colocase ni una de las esculturas y que se quitasen las que sí habían sido levantadas. El rey obedeció y ordenó que éstas se repartieran por el jardín, donde aún se mantienen, y se trasladaran a diferentes puntos de la ciudad y de España. Así, además de las ubicadas en la plaza de Oriente, hay ocho en los jardines de Sabatini; trece en el paseo de Argentina, en el Retiro; seis en el antiguo Museo del Ejército; y otras tantas, sin enumerar, en distintos lugares de Toledo, Burgos, Logroño y Vitoria.

Otras hipótesis

Si bien existe un documento certificado de 1760 que certifica la retirada, caben otras hipótesis al respecto. La primera es que las cornisas, donde, no obstante, se conservan las bases con el nombre de cada rey, no soportaran el peso de las estatuas, de dos metro y medio de alto. La segunda, también lógica, que simplemente el efecto estético no fue el deseado.

En cualquier caso, lo cierto es que el resultado final de las imágenes fue bastante mediocre, sin detalles, y sólo se habría podido disimular a una altura en la que las imperfecciones fueran invisibles para el ojo humano.

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