Lotería de Navidad

¿Qué harías si te toca el Gordo? Los columnistas de ABC responden

Los articulistas del diario dejan volar su imaginación sobre el sorteo de este viernes

COLUMNISTAS ABC

El 22 de diciembre toda España está pendiente de ver la Lotería de Navidad en el televisor y de las voces de los niños de San Ildefonso. Todos ansían que salga el número que tienen en su décimo cuando uno de los chicos saque la bola de los cuatro millones de euros y los columnistas de ABC se hacen también sus particulares ideas sobre qué harían con ese dinero en caso de ser afortunados.

1

José M. Carrascal: Largarme al polo

Me pone en un aprieto ABC pidiéndome qué haría en caso de tocarme el Gordo, porque nunca he pensado en ello. No es que no me gustase ser millonario, sino que haberme pasado buena parte de mi vida en el extranjero me impidió participar en ese jolgorio nacional que es el sorteo navideño. Aparte de no haberme tocado nunca ni la Pedrea. Claro que nunca jugué, lo que no me impide cumplir con el periódico e imaginar qué haría de recibir el Gordo. Supongo que poner tierra por medio para evitar las cámaras y peticiones de dinero por todas partes. Marcharme al lugar más alejado y desierto, y ya que en las islas del Pacífico corría el riesgo de encontrarme con turistas españoles, los Polos serían el lugar más adecuado, aunque temo encontrarme con rusos y norteamericanos preparando sus próximas fechorías. Por no hablar del frío que debe hacer. Y ¿qué iba a hacer allí con mis millones? Porque de cine, teatro, ópera, televisión, fútbol incluso, nada de nada. Y convertirme en amaestrador de focas o aprender la lengua de los esquimales no me atrae en absoluto. Sin descartar que, finalmente, me localizase uno de esos equipos de «españoles por el mundo» y me hiciera mostrarles como transcurría mi vida y el iglú donde vivo, con lo que quedaría bastante mal. No, que me tocase el Gordo sería un mal negocio. Tal vez porque el Gordo se goza antes del sorteo y alcanza a todos, soñando qué harían si le tocase. Sin necesidad de ir al Polo.

2

Ángel Antonio Herrera: Para comprarme la felicidad de la antipatía

Es hipótesis imposible, esto de que a uno le tocara el Gordo, porque nunca jugué a la lotería, ni tampoco hice quinielas. Será, quizá, que nunca vinculé el azar y el dinero. Aunque ahora me toca suponer que sí, que me ha tocado el Gordo, que soy uno de esos alborotados españoles que toman champán de mañana, en la puerta de una administración lotera, convidando a los transeúntes y a una reportera de Susanna Griso. De arranque, uno no haría nunca ostentación del premio, porque al rico de verdad le corresponde una vida oculta, y no un entusiasmo de verbena, que es el que orean los afortunados del tópico de cada año. De arranque, eso, sí. Y luego me dedicaría al fin a ser antipático, porque si algo debiera ofrecer el dinero es la felicidad de no disimular nunca, avalando así que la sinceridad es un don de la cuenta corriente. El dinero sirve para vivir en verano, de un día para el otro, y para ejercer, naturalmente, de antipático, si a uno le place, porque con que te pida autógrafos Montoro ya vas triunfador. Yo ya digo que no me he planteado nunca ser rico de lotería, pero en la imaginación al respecto me sale que no iba a comprarme un porsche de futbolista sino una cara de palo de poeta, mientras me apetezca. El dinero vale para liberarse de la simpatía forzada, y esto no es convicción mía, sino de los golfantes sabios del Café Gijón, cuando el Gijón tenía golfantes, empezando o acabando por Fernán Gómez. Igual yo debiera jugar mucho a la lotería.

3

Hughes: La pedrea

No juego a la lotería. Este año ni siquiera he comprado el número de la empresa, razón por la que, si he de ser sincero, deseo que no toque.

Compro poca lotería a pesar de tener en mi familia el ejemplo de mi tía, gran aficionada a todos estos juegos. Como diría Bárbara Rey, ella fue siempre «muy jugativa» y a pesar de ser una persona humilde, o quizás por ello, se ha gastado siempre un dineral en cupones de «los ciegos», primitivas, bonolotos y en todas las loterías posibles. En vez de seguir la política o el fútbol, ella sigue la suerte. Su actualidad es la lotería. Sabe lo que toca, dónde toca y conoce el estado de cada bote. La suerte es caprichosa y ella la estudia.

Siempre me llamó la atención, por ejemplo, lo de los «números feos», que ella rechazaba con cara de pena. Se quedan en los cristales de las oficinas como las piezas dañadas de la fruta. La matemática tendría que reconocerlos: están los números primos, los enteros, los naturales y los «feos».

La lotería fue siempre el azar de la gente ordenada, de los españoles poco problemáticos. No es como meterte en un bingo a perder el sábado. Esto lo organiza el Estado, sale en la tele, está bien mirado.

A mi tía lo único que le han tocado han sido pedreas.

Con una pedrea ella hacía ya un gesto de moderada resignación que acompañaba con un «ea» que daba lo comido por lo servido y que remediaba un poco su decepción. Yo creo que pedrea viene de «ea».

Para los que juegan mucho es como el reintegro.

En tantos años viéndola rodeada de décimos y participaciones, con su libretita, la pedrea fue todo lo que obtuvo, y creo que todo a lo que aspiró. Es una parte razonable, comedida de la lotería. Muy moderada. Las zonas templadas de la suerte.

Pero está bien, porque con las pedreas no planeas irte al Brasil como el Dioni, ni rejuvenecer a tu pareja, ni comprarte un apartamento con piscina «infinity», ni especular con pisos en Las Tablas. Nadie hace cuentos de la lechera y nadie arruina su vida con las pedreas. Se invita a una cena, o te compras una camisa.

A mí si me tocara mucha pasta montaría una editorial y la llamaría El Consenso, y publicaría solo a tertulianos. Yo creo que a algunos, después de estar hasta en la sopa, se les quedan cosas por decir que merecen ser leídas y que ahora mismo nos estamos perdiendo.

Pero en fin, eso con una pedrea no podré montarlo. Resignación.

Las pedreas de mi tía son la lotería de los que con todo en la vida, y también con la suerte, tienen una relación prudente y más bien poco vibrante.

4

Edurne Uriarte: La salud y eso

Tan poca es mi fe en los juegos de azar que tengo unos cuantos décimos de lotería por primera vez en años, y, por supuesto, no espero que toquen. Por lo que tengo muy interiorizado el discurso de la salud. Lo importante es la salud, diré el viernes por la tarde, como unos cuantos millones de españoles. Estoy con la mayoría en esto, porque no tenemos más remedio, y, además, me lo creo. Hasta lo avala la ciencia. Un estudio demostró que el estado de felicidad o de desdicha vuelve a donde solía una vez que se ha pasado el primer efecto de un premio de lotería.

Una vez hecho este apunte preventivo sobre el previsible resultado de mis décimos, estoy deseando saber en qué consiste ese efecto de euforia que produce un premio de lotería, por muy pasajera que sea la felicidad. Y aún más el efecto de tranquilidad que te dan unos cientos de miles de euros en la cuenta y que debe de ser bastante duradero, diga lo que diga la ciencia. Para seguir trabajando como ahora, pero por una razón y no por dos, porque me gusta y me da la gana. Tengo también dos o tres caprichos que no puedo confesar, no vaya a ser que le dé excusas al podemita Espinar y compañía para llamarme pija, como lo han hecho con Arrimadas, y porque sí, sin que se haya ido de compras a gastar la lotería.

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