Errores y desatinos de la Lotería de Navidad: cuando la suerte se equivoca

Equivocaciones con el premio, bolas resbaladizas y momentos hilarantes. Repasamos algunos de los errores más sonados del histórico sorteo

Sorteo de la Lotería de Navidad de 2014 Isabel Permuy

ABC

Pasan los años, envejecemos, pero los niños de la Lotería de Navidad siempre se mantienen jóvenes y nerviosos, protagonistas de uno de los momentos claves de las fiestas invernales. Después de más de tres siglos de historia, los «voceros» de San Ildefonso han coleccionado un buen número de equivocaciones, inocentes errores que no han pasado desapercibidos por el público, siempre ansioso de comprobar si su destino puede o no cambiar en cuestión de un día. Muchos desatinos han sido recibidos con humor, otros con decepción y algunos incluso con cabreo, demostrando que a veces la piedad se diluye con la suma de los ceros.

Un cero hizo que Carolina Pellicó pasase al anecdotario tradicional de la Lotería. Era 1986 y la joven, que entonces contaba 13 años, sonreía al ver que el número que estaba cantando, el 3.772, había sido premiado con 25 millones de pesetas (recuerden la cantinela que los euros desterraron). La emoción le impidió ver el cero extra que confirmaba su fortuna: en efecto, tenía el Gordo en sus manos y se había convertido la primera niña que lo anunciaba . Ese mismo año, otra joven declamó un premio de 120 millones en lugar de uno de 125.

Mucho antes, en 1954, uno de los pequeños de San Ildefonso cometió la inconsciente osadía «jugar» con la ilusión de todos aquellos que habían comprado el número 4.073, aunque lo hizo para bien y transformó una suerte de aguinaldo en una suma mucho más cuantiosa: gritó una recompensa de 10.000 pesetas cuando la real era de 200.000 .

Todo lo contrario ocurrió en 1960, cuando uno de los niños del colegio cantó un tercer premio, que por entonces suponían unos 7 millones y medio de pesetas. Diez minutos tardó la mesa en caer en la cuenta de que la cifra real era «tan solo» de un millón y medio. La ilusión de un buen puñado de personas viajó en una montaña rusa de sueños, que los dejó en unas tierras bastantes más modestas de las que partieron.

En efecto, algunas equivocaciones fueron recibidas con el humor propio quienes entienden que la mejor forma de afrontar un error es la sonrisa. En 1987 Gemma Suárez también confundió una cifra menor cuando estaba sujetando el premio Gordo. Cuando el inspector de la mesa observó sorprendido la bola no pudo contener sus palabras, cargadas de sorna: «¿ Qué has cantado aquí, niña ?».

Una bola resbaladiza y un improperio

Por muchos ensayos que se realicen, resulta imposible escapar al desliz. El aleteo de una mariposa puede causar un tornado o, de forma más comedida, que a alguien se le escape la pelotita de las manos. Fue lo que le ocurrió a una de las jóvenes de San Ildefonso en 2006, a quien los nervios le impidieron guardar sus palabras (y los improperios) en la mente. « Joder, se me ha caído la bola en la planta . ¿Dónde está...? ¡Qué vergüenza! No la encuentro. No está», dijo entonces al tiempo que su rostro se tornaba rojo. Finalmente, la bola más buscada apareció escondida junto a una Flor de Pascua, muy cerca de la mesa.

Ni la informática ha escapado a la equivocación. En 2012, un error en la página web de Loterías del Estado atribuyó la venta de una parte del gordo de Navidad a un establecimiento de Illescas (Toledo). A las 10:07 de la mañana del día de la Lotería, María Reina, dueña del local, recibía la llamada con la buena nueva. Fue ya después del revuelo inicial, y del desplazamiento de los medios de comunicación, cuando la propietaria conoció el error. Casos similares ocurrieron también en Ávila y Salamanca. Ya se sabe: en temas de suerte resulta difícil escapar al error, que forma ya parte indisoluble de la historia de la Lotería de Navidad .

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