cuaderno de viaje

Larga agonía

El retraso en la citación como imputado de Besteiro hace aún más insostenible su situación política

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Los tiempos de la justicia y la política no siempre coinciden y estos días lo ha comprobado Gómez Besteiro. El retraso en su citación como imputado hace aún más insostenible su situación política. Pero se equivocaría si trata de responsabilizar a Pilar de Lara de su inhabilitación moral para el ejercicio de la función pública. Ha sido él mismo y su partido.

El mismo Besteiro que echó tantas veces la lengua a pacer cuando las investigaciones salpicaban a otros, que alardeaba de tener un criterio para casos de corrupción y después lo moldeaba en función de los intereses electorales de cada momento, el mismo que accedió al chantaje de las Mareas y el BNG y entregó la cabeza de López Orozco a cambio de la alcaldía de Lugo y estaba dispuesto a la misma jugada en la Diputación sacrificando al alcalde de Becerreá, ambos en idéntica situación procesal que él.

Si ellos se tenían que marchar, él también.

De igual modo que si el PSOE sacrificó a Chaves y a Griñán, ahora tendrá difícil justificar por qué un imputado no puede ser senador pero sí puede dirigir el partido. Es una calle sin salida, que el propio Besteiro se encargó de taponar cada vez que se sumó a esa moderna perversión impuesta por la izquierda de violar el principio de presunción de inocencia dando por hecho la culpabilidad de los investigados.

Con el partido dividido y casi sin apoyos, la situación política de Besteiro es tan desesperada como su estrategia de defensa pública, fiando su futuro a cuestionar la instrucción de su caso e insinuando animadversión de la jueza.

Es cierto que la titular del juzgado de instrucción número 1 de Lugo no es la más rápida a la hora de cerrar sumarios y que hay juristas que discrepan de ciertos movimientos que hace. Pero lo es también que los políticos de todo signo a los que investiga y que ahora la cuestionan guardaron respetuoso silencio con otros jueces que se prodigan por estas tierras con «síndrome Garzón», que publican presuntas novelas con vergonzosos paralelismos con casos que instruyen y que muestran un ego inversamente proporcional a su capacidad para salvaguardar el secreto de sumario que decretan. Algo que tampoco consigue De Lara. Pero no es todo eso lo que ha llevado hasta aquí al líder del PSdeG. A él lo inhabilita su propia imprudencia. Si creyó que Orozco y Martínez se tenían que ir, él tampoco debería tardar en marcharse.

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