El autor confeso del robo, a su llegada el martes a los juzgados
El autor confeso del robo, a su llegada el martes a los juzgados - muñiz

Juicio del «Códice»: El ladrón confeso niega ahora haber visto el libro

Castiñeiras declaró que nunca había tenido el «Códice» delante. Su esposa y su hijo se desvincularon de los 1,7 millones hallados en los registros

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El juicio por el robo del «Códice Calixtino» ha escrito este martes su segundo capítulo en medio de una gran expectación por la declaración del ladrón confeso del valioso documento. Dos años y medio después de su detención, Manuel Fernández Castiñeiras se sentó en el banquillo para explicar las circunstancias en las que se produjo el mediático robo, que en su día declaró haber cometido y que ayer rechazó con monosílabos. Tras negarse a contestar a las preguntas del fiscal y de la acusación particular, el exelectricista de la Catedral — con la cabeza gacha y el gesto compungido— dijo que sólo respondería a las cuestiones que le plantease su abogada, argumentando que se encontraba «mal» de salud.

En los apenas siete minutos que duró la esperada intervención de Castiñeiras, el ladrón confeso tuvo tiempo para desdecirse de lo declarado ante el instructor en julio de 2012, para denunciar que había hablado bajo la amenaza de que su mujer e hijo entrarían en prisión y para criticar que fue «maltratado» y objeto de «burlas» por parte del juez.

También negó haber tenido delante el manuscrito medieval. «¿Ha visto alguna vez el "Códice"?» preguntó su abogada. «No», afirmó el acusado con rotundidad.

La señal de la cruz en la sala

El silencio de Castiñeiras obligó a que en la sala se visionase la declaración que en su día ofreció ante el instructor del caso. Una grabación de más de dos horas de duración en las que José Antonio Vázquez Taín interrogó al detenido a propósito del origen de los 1,7 millones de euros que se habían encontrado en los registros practicados en sus propiedades y a los que habría que sumar «dos cajas de mudanza» llenas de documentos de trabajadores de la Catedral, bandejas de plata, dólares y una decena de facsímiles.

Durante ese careo, el otrora electricista del templo compostelano reconoció la autoría de un robo que, aclaró, «no fue una cosa premeditada». Parco en palabras, Castiñeiras explicó que esa mañana, después de haber asistido a misa, «vi la puerta abierta» del lugar en el que custodiaba el valioso texto y se lo guardó bajo la ropa. Acto seguido, se persignó. También reconoció en esa grabación haber robado dinero de la caja fuerte del templo. Cuando dejaron de guardar el cepillo allí, dijo, empezó a llevarse documentos (entre ellos algunas misivas a arzobispos y proyectos de la Catedral) «que ni siquiera leía». El saqueo, dosificado durante años, lo cometía valiéndose de una treintena de llaves a las que sabía que «no tenía derecho».

Como tío y sobrino

Uno de los momentos más tensos de la declaración ante Taín que ayer se visionó íntegramente lo marcaron las preguntas de la relación entre Castiñeiras y el deán de la Catedral por aquel entonces, José María Díaz. «Éramos como un tío y un sobrino. Siempre me ayudó, pero de repente cambió», sostuvo. De ahí las «humillaciones» que el electricista dijo haber recibido en la Catedral santiaguesa.

Una vez finalizado el visionado de la declaración de Manuel Castiñeiras tras su detención le llegó el turno a su esposa, Remedios Nieto. Visiblemente nerviosa, la mujer del ladrón confeso se desvinculó de la ingente cantidad de dinero hallada en sus viviendas. En respuesta a las preguntas del fiscal y del letrado del Cabildo, la imputada por blanqueo de capitales desmenuzó el funcionamiento de una economía familiar en la que «éramos muy de ahorrar». «Hay gente que con mil euros no llega a fin de mes y otra que con quinientos ahorra ochenta», sostuvo Nieto para justificar los cerca de dos millones de euros que su marido había presuntamente amasado.

«Yo nunca vi fajos de dinero. Sólo algunas monedas sobre la mesilla de noche y los cien euros que Manuel me dejaba todos los lunes para hacer la compra de la semana», detalló. La esposa del ladrón confeso dijo no saber en qué banco tenían las cuentas corrientes ni la cuantía de las mismas, algo «de lo que se encargaba mi marido, que es una persona muy de ahorrar». Las palabras de la esposa de Castiñeiras también dejaron al descubierto el carácter del acusado, que prohibió a su familia acceder al despacho «donde hacía sus notas».

En la misma línea que su madre, el hijo del matrimonio, Jesús Fernández, afirmó desconocer la procedencia de los 30.000 dólares que había en su casa. «No sé cómo llegaron allí. Durante el registro un policía puso delante de mí uno de los fardos de billetes y me preguntó qué opinaba del dinero que había encontrado y dije que me sentía traicionado porque nunca lo había visto», declaró ante el tribunal.

El único hijo de Castiñeiras también perfiló la personalidad de su padre, un hombre «con un carácter muy autoritario» que pesó mucho en su marcha del domicilio familiar. «Llegó un punto en que no lo aguantaba más», reconoció ante la sala.

Nulidad para las grabaciones

Durante la sesión de ayer, el tribunal encargado de juzgar el robo del «Códice Calixtino» resolvió las nulidades presentadas por la defensa del autor confeso el pasado lunes. La letrada de Castiñeiras —que trató de tumbar el proceso esgrimiendo la nulidad del arresto de su defendido, de los registros en su vivienda y de las grabaciones en la Catedral— tuvo que conformarse con una sola anulación, la de las grabaciones que se practicaron en el domicilio de los acusados y que «vulneran el derecho a la intimidad». Esta mañana se desarrollará la tercera sesión del juicio, en la que está citado a declarar el deán del templo en el momento del robo, presunto centro de las venganzas de Castiñeiras.

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