Los candidatos cortejan a los católicos, que pueden decidir estas elecciones

Son 51 millones que en 2016 eligieron a Trump, pero los sondeos hoy reflejan un desencanto

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AFP
David Alandete

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«Un buen católico debe entrometerse en política». Estas palabras que el Papa Francisco pronunció en 2013 son premonitorias de la campaña electoral de este año en Estados Unidos. Las repite, de hecho, una monja de 74 años , Simone Campbell , de la comunidad de las Hermanas del Servicio Social, que está en plena campaña para pedir a sus correligionarios que no voten al presidente porque, según ella cree, «los católicos no pueden ser fieles a su fe y votar por Donald Trump en noviembre» ya que «él está haciendo lo que puede para dividirnos, mientras nuestra economía y sistemas de salud se quiebran bajo el peso de la pandemia de Covid-19. Esta es una crisis espiritual y nuestra fe y patriotismo nos obligan a alzar la voz y a actuar».

Se da la circunstancia que la hermana Campbell, que es muy activa en política como directora de un lobby aquí en Washington llamado Network, está haciendo campaña por el primer candidato católico en 16 años. Biden se manifiesta practicante y va a misa en domingo, y si gana, sería el primer presidente de ese credo desde John Kennedy, fallecido en ejercicio del cargo en 1963. Las encuestas más recientes reflejan que de hecho Biden tiene el apoyo mayoritario de los católicos, en un 51% frente al 44% del presidente, según el prestigioso centro de estudios Pew. En 2016, Trump ganó el voto católico por siete puntos, con un 52%.

Para quienes apoyan al presidente, sin embargo, quien de verdad defiende los principios católicos es Trump, que es protestante. «El presidente Trump ha hecho muchísimo por proteger la santidad de la vida, ha retirado fondos a organizaciones que practican abortos, ha nombrado a dos jueces católicos al Supremo, y en suma ha dejado claro que su prioridad es proteger a los niños», dice Brian Burch, presidente del grupo CatholicVote. « Joe Biden , si gana, hará lo que ya hizo cuando era vicepresidente, que es financiar abortos con fondos públicos y obligar a las Hermanitas de los Pobres a que los faciliten también», añade.

Se refiere Burch a un sonado caso defendido en los tribunales por esa congregación y la Administración Trump, que pidieron a la justicia que anulara una provisión de la reforma sanitaria de Obama y Biden que obligaba a los empleadores, incluidos los religiosos, a ofrecer seguros sanitarios sin poder rescindir en ellos los anticonceptivos, la esterilización y el aborto en los plazos legales. El Supremo falló a favor de las Hermanitas de los Pobres en julio.

La comunidad católica en EE.UU. es ingente . Es tan grande y variada que en ella caben monjas que hacen campaña por Biden y otras que llevan a los tribunales uno de los mayores logros del gobierno del que fue vicepresidente. Son 51 millones de adultos en una población de 328 millones de personas. Y en una elección que se presenta reñidísima, ambos candidatos están haciendo lo posible por atraerse a los que indecisos que aun quedan. El que más se está esforzando en ese apartado es el presidente Trump, sobre todo porque la muerte de la jueza del Supremo Ruth Bader Ginsburg le ha permitido elegir como sustituta a Amy Coney Barrett , mujer de fe católica, practicante y firme en sus creencias. Cuando los demócratas la han criticado, como han hecho, por su religiosidad, el presidente y sus principales asesores católicos -sobre todo el dúo que forman el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani y el ex gobernador de Nueva Jersey Chris Christie- han denunciado prejuicios contra ese credo.

Según dijo el presidente, airado, tras enterarse de las críticas demócratas: «Esencialmente están luchando contra una religión importante en nuestro país. Esto es increíble. Luchar contra cualquier religión y luchar contra el catolicismo es simplemente increíble». El presidente y su equipo han recordado aquellos aciagos años de hace un siglo en que el Klu Klux Klan perseguía también a los católicos, sobre todo los inmigrantes irlandeses y católicos, por considerarlos infiltrados del Papa en América, una especie de invasión extranjera para destruir los valores protestantes de la floreciente nación americana.

Por Fray Junípero

Ha sido también Trump quien este pasado verano abanderó la lucha contra el derribo y destrucción de estatuas , incluidas las del español Fray Junípero Serra, fundador del sistema de misiones en California, del que nacieron ciuda- des como Los Ángeles o San Francisco. El presidente ha llegado a amenazar con cárcel a quienes destruyan esculturas en propiedad federal. Los obispos estadounidenses criticaron el vandalismo de las turbas que asociaban a la Iglesia con el expolio de América, pero con Trump tienen una relación desigual. Han alabado sus esfuerzos por restringir el aborto, pero han criticado duramente que haya permitido que se reanuden las ejecuciones de presos condenados a pena de muerte bajo custodia federal, que estuvieron paralizadas dos décadas.

Es un tema delicado, el de la pena de muerte. Burch, de CatholicVote, admite que es motivo de preocupación, pero matiza que «moralmente no es lo mismo», ya que «el aborto mata a un millón de inocentes al año y en ese espacio menos de 50 culpables de graves delitos son ajusticiados».

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