PERFIL

Joe Biden: el triunfo del hombre normal

La llegada a la presidencia del exvicepresidente de Obama culmina una vida llena de esfuerzo, sinsabores y duros reveses personales

Joe Biden coge un helado en Los Ángeles durante el Supermartes de las primarias demócratas, el pasado marzo Reuters

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Joe Biden será un presidente improbable. No estaba en los libros que un chico de clase media de Wilmington, en Delaware, ni el más listo ni el más trabajador de su clase, tartamudo y más interesado por el deporte que por los libros, que no fue a los Harvard o Princeton que forjan a los presidentes, acabaría en la Casa Blanca . Pero tampoco se esperaba que, tras un paso breve por la política local, consiguiera el cargo de senador por Delaware en el Congreso de EE.UU. Biden solo tenía 29 años y se pateó el estado diminuto de punta a punta, atrevido y carismático, siempre elegante, como un pincel, y de forma milagrosa y por la mínima, batió a su rival republicano, el senador y ex gobernador Caleb Boggs.

Esa conexión directa con el votante le permitió ganar elecciones al Senado sin descanso. «No había funeral, boda, bautismo o celebración por la que él no pasara», recuerda Mike Montgomery, que fue compañero de Biden en la Archmere Academy, un colegio católico de Claymont, el suburbio en el que vivía el ahora presidente electo . Ahora lo sigue haciendo. «Hace fuimos a misa en nuestro barrio y había un montón de limusinas negras, sabíamos que era él», dice su Mike, que este sábado acudía a ver el primer discurso como presidente electo de Biden. El hasta ahora candidato será el segundo presidente católico en la historia del país. El primero fue John Fitzgerald Kennedy.

Mike recuerda que a comienzos de 2019, cuando Biden se debatía entre presentarse o no a las elecciones, se lo encontró en un funeral de un amigo común. Alguien se dio la vuelta y le ofreció un programa, y era Biden. «Por favor, preséntate a presidente», le imploró el vecino. Biden le contestó con una sonrisa. La decisión estaba tomada hace tiempo. En su relato de campaña, lo hizo tras escuchar a Trump decir en el verano de 2017 que había «gente muy buena en ambos lados», después de que grupos neonazis marcharan con antorchas en Charlottesville y uno de ellos embistiera contra un grupo de manifestantes izquierdistas y matara a una joven.

El ahora presidente electo habla con CJ Brown en Detroit, el pasado septiembre Reuters

Pero la aspiración de ir a por la presidencia era muy anterior. En Wilmington lo saben desde que era un chaval. «Una amiga mía le escuchó decir que un día sería el presidente de EE.UU.», asegura Mike. Lo intentó muy pronto, en 1988, con 45 años, y naufragó con estrépito: plagió el discurso de un político inglés y el escándalo consiguiente le dejó sin opciones. Dos décadas después, ya como uno de los senadores con más prestigio en Washington, volvió a la carga. Se topó con la historia: el ascenso al poder de Barack Obama , el primer presidente negro del país. Obama le eligió como escudero para la Casa Blanca y sus ocho años como vicepresidente parecían el broche a una gran carrera para un político de Delaware, un estado de poca importancia, con más empresas registradas –es un paraíso fiscal– que habitantes.

Tras ocho años en la vicepresidencia, y ya con 73 años, ya se le consideraba demasiado mayor para atacar la Casa Blanca. Renunció a presentarse, pero no por edad ni por falta de ambición. Sino porque sabía que el partido se pondría detrás de Hillary Clinton , la favorita en la elección contra Trump, y que estaba destinada a convertirse en la primera presidenta de EE.UU. Trump, en una elección también histórica, lo evitó.

Una vida marcada por la tragedia

Biden no dejó de volver a Wilmington , donde siempre ha mantenido su residencia. Lo hizo cada día durante años, tras la tragedia que marcó su vida y su carrera: el fallecimiento de su mujer Neilia y de su primera hija en un accidente de coche. Sus dos hijos, Beau y Hunter, sobrevivieron. Ocurrió pocas semanas después de haber ganado la elección a senador. Biden juró su cargo en la habitación de hospital de sus hijos. El drama le conectó, una vez más, con el votante, nada le hacía más cercano al dolor de los mortales.

«Mi madre trabajó en su primera campaña de senador, me acuerdo a la perfección del accidente», asegura Michelle, que también ha venido a ver al presidente electo. Da la sensación que aquí todos conocen al presidente electo. «Si alguien pregunta “¿dónde está Joe?”, todo el mundo sabe que habla de Biden», bromea, antes de añadir que sus hijos le llaman «uncle Joe», «tío Joe».

«Aquí no le vamos a llamar presidente, le llamamos Joe», dice Lisa, otra seguidora del demócrata. Se le ve en misa, en una tienda, en una reunión de compañeros del colegio…

Biden, en 2009 en un campamento militar a las afueras de Bagdad Reuters

Ayer, 7 de noviembre, se volvió a presentar en Wilmington, subido a un escenario como presidente electo, en la ribera del río Christina, llena de cervecerías y restaurantes, en una noche deliciosa. Es una fecha marcada para Biden. También fue un 7 de noviembre cuando ganó aquella elección a senador y comenzaba un ascenso a la presidencia en el que solo él creía.

Ha tardado 48 años en conseguirlo, a una edad desconocida para el cargo. Dentro de dos semanas cumplirá 78 años y cuando jure el cargo el próximo enero será el presidente más viejo de la historia. Y habrá cumplido su objetivo: derrotar a Trump y ganar lo que él ha llamado «la batalla por el alma de América».

El nombre «Joe» es utilizado en EE.UU. para un tipo común, una persona normal y corriente. «Average Joe», «regular Joe» es el ciudadano convencional, con su trabajo, su familia y sus amigos. El éxito político de Biden ha estado en ser ese tipo, el de la calle. Pero, desde ayer, no hay nadie menos normal que él en EE.UU. Será el presidente.

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