La violencia devuelve a Afganistán a los días más sangrientos de la guerra

En una semana han muerto más de 70 personas, en su gran mayoría civiles, en varios ataques reivindicados por los Talibán

David Alandete

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La ruptura de las negociaciones entre Estados Unidos y la guerrilla Talibán ha provocado un aumento de los ataques terroristas que han vuelto a hundir a Afganistán en algunas de sus jornadas más violentas desde que comenzara la guerra hace 18 años. En el último atentado, ocurrido ayer en el sur del país, un suicida hizo estallar un camión junto a un hospital y mató a al menos 20 personas e hirió de consideración a otras 97. A pesar de que Donald Trump ha ordenado el inicio del repliegue definitivo de los 14.000 soldados estadounidenses que quedan en el país asiático, el proceso de reconstrucción y reconciliación nacional ha resultado ser un completo fracaso y la corrupción carcome a un frágil gobierno que la semana próxima se enfrenta a unas elecciones generales.

El ataque de ayer destrozó el hospital de la localidad de Qalat (49.000 habitantes, provincia de Zabul). Muchos de los heridos eran enfermeros y médicos, y casi todos fueron evacuados a otras provincias colindantes, como Kandahar, para recibir tratamiento. Ataques como este se han producido a diario desde que el 8 de septiembre el presidente Trump cancelara unilateralmente las negociaciones con los islamistas. El martes fue uno de los días más violentos en toda la historia del conflicto, ya que los Talibán mataron a 50 personas en dos ataques , uno en un mitin electoral en la provincia de Parwan y otro, perpetrado por un suicida, entre el ministerio de Defensa y la embajada de EE.UU. en Kabul, capital del país. Entre los muertos y los cientos de heridos había menores.

Los islamistas han dejado además a miles de personas en 12 provincias sin electricidad, al bombardear tres torres eléctricas situadas al norte de Kabul. La empresa nacional de energía, Dabs , ha sido incapaz de reparar el daño provocado por esos ataques ya que la zona en la que se hallan, en la provincia de Baghlan, es desde hace unas semanas escenario frecuente de combates entre las fuerzas armadas y los insurgentes. El apagón ha afectado al suministro de luz y agua potable y a las conexiones a internet. Muchos hospitales, escuelas y mercados se han visto obligados a funcionar con generadores. Ya en 2016 un atentado similar dejó a Kabul (4,6 millones de habitantes) sin electricidad durante unas dos semanas.

Según dijo en un comunicado el secretario de Estado (ministro de Exteriores) norteamericano, Mike Pompeo , «para que Afganistán logre culminar con éxito el proceso de reconciliación nacional, los Talibán deben demostrar un compromiso verdadero con la paz, en lugar de volver a esta violencia y esta destrucción y provocar este grave daño a los civiles de Afganistán y al futuro de su país». Las elecciones serán el 28 de septiembre.

Dos soldados norteamericanos han muerto en lo que va de mes en ataques de los insurgentes afganos, una amalgama de grupos islamistas liderados por los Talibán y en la que han ingresado Al Qaeda y el brazo local del Estado Islámico. Precisamente una facción de este último grupo terrorista en la provincia de Nangarhar, en el este del país, era el objetivo de un ataque de ayer con ‘drones’ de las fuerzas armadas norteamericanas. Según el Gobierno afgano, la mayoría de los 16 muertos y 100 heridos de esa operación eran civiles, muchos de ellos recolectores de fruta. Según dijo ayer el coronel Sonny Legget, portavoz del ejército norteamericano en Afganistán, en un correo electrónico, «hay una investigación abierta para tratar de esclarecer los hechos y si hubo bajas de no combatientes».

Esta semana una delegación de la guerrilla Talibán ha visitado Irán y Rusia después de que Trump anulara las negociaciones con el grupo, que en principio debía haber sido recibido en la residencia presidencial de Camp David el 8 de septiembre. La inusual decisión de Trump de invitar a los islamistas a EE.UU. tres días antes del decimoctavo aniversario de los atentados del 11-S provocó fisuras en la administración y fue un factor determinante en la salida de John Bolton de la Casa Blanca . Finalmente, la muerte de un soldado norteamericano el 3 de septiembre hizo al presidente cambiar de parecer. En realidad, en lo que va de año, 17 uniformados de EE.UU. han muerto en ataques y operaciones de combate en el país centroasiático.

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