La victoria de Trump amenaza con romper el Partido Republicano

El magnate se acerca a la nominación y obliga al partido a decidir si le apoya o apuesta por un candidato alternativo

Corresponsal en Washington Actualizado: Guardar
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«Momento de la verdad», «pesadilla», «camino hacia la ruptura», «crisis de identidad»… Periódicos, radios y televisiones pugnaban este miércoles en la búsqueda del epíteto o metáfora que mejor definiera el laberinto hacia el que Donald Trump ha empujado al Partido Republicano. Inmerso en una profunda división que no sufría desde los años 60, el drama de la formación conservadora se acrecienta al constatar que en los próximos días tendrá que elegir entre lo malo y lo peor. Lo malo, apostar por uno de los candidatos alternativos al magnate, no le garantizaría la victoria; lo peor, unirse al enemigo, asumiendo a un extraño como propio, y respaldar a Trump, le generaría una vía de agua en forma de fugas, como ya han aventurado algunos cargos electos del partido.

Un panorama desolador que el exgobernador de Minnesota, Tim Pawlenty, resumía así: «Si el Partido Republicano fuera un aeroplano y tú un pasajero que mira por la ventana, verías cómo se van desprendiendo las piezas y te preguntarías si la próxima sería un ala o un motor».

El Supermartes ha venido a ahondar la brecha abierta con una victoria del millonario, que se llevó siete de los once estados que se disputaban. Pese a que el reparto proporcional de los delegados limita su despegue, su triunfo global es rotundo. Ted Cruz, que venía muy debilitado, logró sacar la cabeza con tres victorias, incluida la de Texas, su estado, donde se impuso con claridad. Marco Rubio, que en la práctica ya es el candidato del establishment, sólo venció en Minnesota, aunque se quedó a las puertas de superar a Trump en Virginia. John Kasich, sin opción alguna, también espera resucitar en su estado, Ohio. Ben Carson, testimonial, anunció este miércoles que se retira de la carrera de las primarias.

Mussolini y Ku Klux Klan

Donald Trump confirmó su marcha firme hacia la nominación en la primera gran prueba. Empujado por una parroquia fiel que no sólo no aborrece sus citas a Mussolini o su comprensión hacia el Ku Klux Klan, sino que se alimenta de su creciente irreverencia, el Supermartes sonrió al magnate en estados diversos. Pero le ha hecho especialmente fuerte en los sureños. Es una combinación entre la América profunda, la rural, encandilada por su apariencia de liderazgo fuerte, y la industrial del «blue collar», el sufrido trabajador blanco de clase media-baja, que se suma a lo que Trump define como «movimiento», bajo la receta simple de «volver a ser grandes». Un remedo de la Italia que se entregó a Berlusconi y la Francia que hizo crecer a Le Pen.

Pero el apoyo popular al millonario también tiene un límite. Aunque en el reparto se haya llevado casi la mitad de los delegados, su porcentaje medio de votos no pasó del 36%. Lo que demuestra dos cosas: que no crece y que un mayoritario 64% elige opciones abiertamente enfrentadas a Trump. Para desgracia republicana, la aparente solución es el problema. En una perversa composición del paisaje político, no se ve una alternativa para hacer frente a quien se ha consolidado a costa de declarar la guerra al partido, por mucho que la noche del martes insinuara un primer intento de conciliación. Su amenaza directa a Paul Ryan, presidente-portavoz del Congreso y uno de los valores republicanos en alza, por criticar las insinuaciones racistas de Trump, terminó echando leña al fuego: «Si él no se lleva bien conmigo, tendrá que pagar un precio muy alto».

El senador por Texas, Ted Cruz, se autoproclamaba la noche del martes «el único que puede frenar a Trump» y llamaba a unirse en torno a su candidatura. Su enemistad con el establishment republicano no es el único impedimento. El conservadurismo radical que profesa, alineado con el cristianismo evangélico, le aleja también de las bases moderadas que respaldan a Rubio y a Kasich, lo que genera grandes dudas de que ese votante estuviera dispuesto a cruzar el rubicón. Además, no parece que Cruz esté capacitado para recuperar a los miles de votantes sureños que han sucumbido a los cantos de sirena de Trump, dada la fidelidad que le profesan.

La opción de Marco Rubio se ha debilitado. El hispano no tira la toalla y encomienda su recuperación a las primarias de su estado natal, Florida, el 15 de marzo. La opción es importante, porque, al contrario que en el Supermartes, el reparto de delegados se llevará a cabo por el sistema mayoritario: el ganador se los lleva todos. Rubio espera dar la vuelta a las actuales encuestas, vencer a Trump y arramplar con los 99 delegados. El problema es que hoy parece insuficiente. Consciente de ello, el cubanoamericano ha asumido la labor de cara visible del establishment y va a intentar lo que nadie más se atreve a hacer abiertamente: «Vamos a recorrer 50 estados para evitar que el partido caiga en manos de alguien como Trump».

Frenar al showman

Y va a tener ayuda. Entre los numerosas voces que intentan responder a la gran pregunta, si se puede frenar al showman metido a (anti) político, hay un sector de convencidos de que sí. Las próximas dos semanas, decisivas, en las que se disputará otra decena de primarias, se van a intensificar agresivos anuncios de televisión para someter a Trump. Importantes donantes vinculados al establishment pretenden hacer precisamente de Florida la gran caja de resonancia de una campaña para desenmascarar al magnate y seguir la estela abierta por Rubio, que ha bautizado al millonario como «el estafador».

Sus promotores recuerdan que esta fórmula ya tiene precedentes de éxito: «Hasta ahora sólo se ha intentado en Iowa, y tuvo resultado». Así habla un estratega republicano, quien recuerda que, en el estado del Medio Oeste, una batería de anuncios en radio y televisión logró dar la vuelta a las encuestas y doblegar al millonario, entonces en beneficio de Ted Cruz. Katie Packer, miembro de un importante superPAC (comités de donantes), recuerda que todavía queda un 71% de delegados por elegir. Y clama contra Trump, sin dejar de poner el dedo en la llaga republicana: «En mi vida he visto que salga elegido nominado alguien que aborrece a su partido».

Estamos ante la tercera y última vía: impedir que el magnate sume la mitad más uno de los delegados (1.237) y que los candidatos se disputen los apoyos

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