«En Venezuela no hay nada»: el drama del exilio forzoso

Adultos, niños y discapacitados, obligados a caminar miles de kilómetros

Un grupo de emigrantes descansa tras una larga jornada caminando entre Cúcuta y Bucaramanga Álvaro Ybarra Zavala

Texto: Jorge Benezra / Fotos: Álvaro Ybarra

Elar Franyer Ruiz es un docente universitario que cruzó la frontera colombiana a través de las trochas (caminos ilegales), por no poseer pasaporte. Dice que viajó desde el Estado Mérida una de las principales localidades de los Andes venezolanos reconocida como la capital estudiantil del Occidente del país. Es uno de los 100.000 nuevos inmigrantes venezolanos que se sumó en lo que va de año a la huida masiva.

Según Acnur, el año pasado 3,3 millones de venezolanos habían abandonado el país desde 2015 . Su objetivo es atravesar la cordillera y llegar hasta Perú, y conseguir un trabajo para ayudar a su familia. «Mi padre, mi madre, mi esposa se dedican también a la educación, pero el salario de todos juntos no nos alcanza para vivir, tan solo para cuatro kilos de queso. Nos quedamos con la ilusión de la ayuda humanitaria. Yo debo salir a resolver por ellos», dice.

La Encuesta de Condiciones de Vida ( Encovi), indica que en el 80% de los hogares venezolanos hay inseguridad alimentaria . En 2018, un promedio de 5.000 personas por día se fueron de Venezuela buscando protección o una vida mejor. Huyen de la violencia de la represión política por parte del gobierno y de la escasez de alimentos, agua, electricidad y medicinas.

Una pareja de venezolanos descansan exhaustos con su bebé en un albergue Álvaro Ybarra Zavala

Durante décadas los venezolanos fueron calificados como los «ricos» de la región por poseer en su territorio las reservas conocidas de petróleo más grandes del mundo. Hoy la mayoría de sus ciudadanos se echan a andar miles de kilómetros arrastrando sus pocas pertenencias, pasando frío, hambre y un sinfín de calamidadaes por no tener para costear un pasaje de autobús y, mucho menos, de avión. Son hombres, mujeres, niños, ancianos, jóvenes, incluso minusválidos, que la desesperación ha llevado a salir de sus casas sin mirar atrás.

«Yo soy agricultor y ni sembrar se puede ya. En Venezuela no hay nada. No hay fuentes de trabajo, no hay ayuda. Maduro dice que todo va a cambiar y nada pasa. Prefiero pasar trabajo, unos pocos días en estas carreteras, pero contento porque un primo nos consiguió trabajo en una finca en Cali», dice Yendi Ruíz , de 24 años, que salió de los Valles del Tuy con su esposa, y su hijo de cinco meses. Se estaban resguardando de la noche en un granero abandonado donde prendieron una fogata para paliar el frío.

Sin salida

«Nunca pensamos que viviríamos algo así. Con Chávez era otra cosa… demasiado diferente. Lo teníamos todo». El socialismo del siglo XXI fue lo que todos añoraban mientras duró. Durante catorce años, Hugo Chávez regaló dinero por toda la región y su sucesor intentó lo mismo hasta que los precios del petróleo cayeron en picado. La revolución bolivariana pasó de mostrar la riqueza de un país a la miseria más dura que se conoce en toda América Latina. La situación de la mayoría de estos jóvenes es de orfandad, se les dificulta acceder a un empleo, a servicios sanitarios o a estudios. Gran parte de la comunidad latinoamericana ha denunciado que la llegada masiva de emigrantes venezolanos ha incidido en el aumento de sus problemas internos.

El país pasa por su peor momento en décadas. Desde hace dos meses el conflicto político y económico en Venezuela se ha agudizado con la asunción de Juan Guaidó como presidente interino, reconocido por una cincuentena de países.

Emigrantes cruzan ilegalmente la frontera a Colombia por una trocha Álvaro Ybarra Zavala

En Cúcuta , los venezolanos solo hablan del futuro incierto de Juan Guaidó, y la fallida entrega de la ayuda humanitaria que el Gobierno de Maduro ha bloqueado, negando que exista emergencia en el país y acusando a Estados Unidos de usar excusas para justificar una «intervención militar».

«Las cosas parecían mejorar y hasta ganas tenía de volverme y no seguir mi camino, pero esto como que se pondrá peor», dice Nelly Sierra, quien cruzó la frontera un día antes del concierto por Venezuela «Aid Lived», organizado por el empresario Richard Branson. «Yo creo que apenas este muchacho regrese al país lo meterán preso. Esa gente es muy perversa», como si advirtiera al presidente interino.

Emigración pendular

La frase más repetida por el líder opositor Guaidó y sus equipo en las últimas semanas fue «la ayuda humanitaria va a entrar sí o sí en Venezuela porque el usurpador va a tener que irse sí o sí de Venezuela». Lo decía con tal fuerza que la gente la sentía como una realidad, pero el 23 de febrero el resultado fue totalmente opuesto y desmoralizador para los cientos de venezolanos que se plantaron en los puentes fronterizos dejando el aliento en una batalla campal.

El desconcierto se apoderó entonces de la frontera entre Venezuela y Colombia, Nicolás Maduro ha cargado contra la oposición y contra Estados Unidos y Colombia, con quienes ha roto relaciones diplomáticas y ha indicado que las fuerzas de seguridad detendrán a Juan Guaidó, si cumple su promesa y regresa a territorio venezolano, argumentando que sobre él pesaban medidas judiciales que le impedían viajar al extranjero.

El drama por el cierre de los puntos fronterizos, apenas comienza. La emigración pendular, esa que entra y sale a diario acostumbrados a abastecerse en Colombia teme que este sea el inicio de una etapa de mayor incomunicación. «Esto afectará mucho a Cúcuta. El comercio no es igual sin los venezolanos. Aquí los presidentes juegan a la guerra y nadie piensa en las consecuencias», señala una comerciante colombiana ubicada en la zona de la Parada, a pocos metros del puente internacional Simón Bolivar.

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