Nicolás Maduro
Nicolás Maduro - REUTERS

VenezuelaMaduro sube el precio de la gasolina y devalúa la moneda de 6,3 a 10 bolívares por dólar

El presidente chavista se arriesga a un estallido social. Los ciudadanos consideraban intocable el precio del hidrocarburo, que no se movía desde hacía 20 años

Corresponsal en Caracas Actualizado: Guardar
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Mientras Venezuela camina sin remedio hacia la bancarrota internacional, el presidente Nicolás Maduro anunció este miércoles la enésima devaluación de su moneda, el bolívar, que ahora cae de golpe un 37% con respecto al dólar para la compra de bienes básicos, como alimentos y medicinas de los que tanto carece la población.

Con ser un mordisco considerable para las maltratadas economías domésticas, esta devaluación no será sin embargo la gota que colme el vaso de la paciencia ciudadana. La medida que acerca un poco más a Venezuela al estallido social es el aumento del precio de la gasolina por primera vez en dos décadas. Siendo uno de los primeros productores mundiales de crudo, los combustibles en Venezuela han tenido siempre un precio casi simbólico para el ciudadano, pero esto ha terminado.

Subida del 6.000%

Los nuevos precios del carburante entrarán en vigor el próximo viernes, 19 de febrero. La gasolina de 95 octanos en este país, la más barata del mundo, experimenta una subida de más de un 6.000 por ciento, mientras que la de 91 octanos se incrementará un 1.282 por ciento. La de 95 octanos –la utilizan el 30% de los vehículos–, que hasta ahora costaba 0,097 bolívares por litro pasará a costar 6 bolívares (0,12 euros); mientras que la de 91 octanos –la más común, utilizada por el 70% del parque móvil–, que se pagaba a 0,070 pasará a 1 bolívar (0,02 euros) por litro.

Para un bolsillo español sigue siendo escandalosamente barata, no así para los venezolanos. Y lo que es peor, la ciudadanía entiende como un fracaso del Gobierno y un insulto que un productor de millones de barriles de crudo ponga un precio siquiera moderado a los combustibles.

La subida de la gasolina es una medida que se ha manejado siempre con especial precaución en Venezuela después de que un alza del carburante provocase el «Caracazo» de 1989 contra el Gobierno de Carlos Andrés Pérez, que se cobró casi trescientos muertos. Nicolás Maduro debiera tentarse la ropa antes de tomar una iniciativa tan sensible si no quiere un estallido social.

Acosado por la presión política de una oposición rotunda vencedora de los pasados comicios, que ahora domina la Asamblea Nacional, y por una opinión pública en Occidente que hace causa común con la oposición interna para la liberación de los más de setenta presos políticos encarcelados por el régimen chavista, Maduro se ve obligado a adoptar medidas económicas ante la insostenible situación en Venezuela.

Con la dialéctica populista del chavismo, el presidente anunció a la nación los nuevos ajustes en un discurso televisado plagado de retórica y de un fraseo incomprensible. Habló de «tres líneas estratégicas para impulsar el crecimiento económico y vencer la inflación»; pidió «apoyo para que se activen los 14 motores de Venezuela»; y como siempre, echó la culpa a la «estrategia imperialista de la guerra del petróleo» y a la propia oposición venezolana. Una recién llegada a las instituciones, al fin y al cabo.

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