El ministro cubano de Exteriores, Bruno Rodríguez, conversa con la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini
El ministro cubano de Exteriores, Bruno Rodríguez, conversa con la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini - EFE

La Unión Europea normaliza sus relaciones con Cuba

España quiere estar al frente de la nueva etapa de diálogo activo con La Habana

Corresponsal en Bruselas Actualizado: Guardar
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Cuba y la Unión Europea firmaron ayer en Bruselas un acuerdo que sella el reconocimiento de la normalidad en sus relaciones diplomáticas. La muerte de Fidel Castro, el pasado 24 de noviembre, ha sido un ingrediente casual en este proceso que significa el cambio más importante en la manera en que se consideran mutuamente como iguales el régimen castrista y la UE, que ofrece con este gesto a La Habana una consideración sin precedentes y sin ninguna contrapartida real. El actual Gobierno español ha estado al frente de esta maniobra, que suponía al mismo tiempo anular la estricta posición común que se había fijado en 1996 –también a instancias de España– y que supeditaba la normalización a los avances reales de Cuba en materia de democratización y respeto a los derechos humanos.

Lo cierto es que ante una misma realidad, lo que ayer era negro hoy es gris, o incluso blanco. «Hoy reconocemos que hay cambio en Cuba y queremos acompañar este cambio, llevar la relación a un nuevo nivel», dijo la Alta Representante para la Política Exterior, Federica Mogherini, al firmar el acuerdo de cooperación con el ministro cubano de Exteriores, Bruno Rodríguez, junto a representantes de los 28 países de la Unión. Y España, en lógica consecuencia de este cambio de actitud, se dispone ahora a ser la punta de lanza de esta nueva relación con la dictadura, ahora en manos de Raúl Castro. El nuevo ministro de Asuntos Exteriores español, Alfonso Dastis, tuvo su primera reunión bilateral con Rodríguez y ambos se invitaron a visitar sus respectivos países cuanto antes, señal de la «buena sintonía» que hay entre Madrid y La Habana.

Objetivo de muchos años

En efecto, en concordancia con este ambiente optimnista, el mismo Rodríguez habló de que este acuerdo «abre una etapa promisoria entre la UE y Cuba» y «seguramente contribuya a desarrollar más los vínculos políticos, sociales, financieros, académicos, deportivos y de cooperación». Pero lo que más le interesaba al representante cubano era remarcar que su único interés en todo esto ha sido eliminar la posición común –es decir la exigencia de que las buenas relaciones dependan de los gestos de apertura– por encima de cualquier otra consideración. «La eliminación de la posición común restablece la normalización de las relaciones entre la UE y Cuba», dijo Rodríguez, sin ocultar que este ha sido el objetivo «de largos años». Y con esta defensa de la «no injerencia en los asuntos internos» como bandera, la situación sigue igual en Cuba, con la economía en coma y la sociedad civil encorsetada por el régimen.

No ha habido todavía anuncios concretos de visitas de Dastis a Cuba o de Rodríguez a España, pero el tratado puede entrar en vigor automáticamente, al menos en sus aspectos esenciales. Ha de ser ratificado por los veintiocho países, algunos de los cuales tienen no pocas reservas sobre que se hayan producido suficientes cambios en Cuba. Pero si hay que hacer caso a Mogherini, que se declaró «satisfecha» por el contenido de las discusiones llevadas a cabo hasta ahora en materia de derechos humanos, no es de esperar que nadie discuta lo que ha sido un gran triunfo de la diplomacia cubana.

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