Una de las fotos más memorables de Obama y Merkel, en 2015 en la cumbre del G-7 en Elmau
Una de las fotos más memorables de Obama y Merkel, en 2015 en la cumbre del G-7 en Elmau - EFE

La última llamada de Obama, a Merkel

Fue una conversación personal entre las dos parejas y el presidente saliente de Estados Unidos agradeció a la canciller alemana «su firme liderazgo»

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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Obama tenía ayer en agenda dos llamadas a líderes extranjeros: el presidente de India, Narendra Modi, y el de Afganistán, Ashraf Ghani, una conversación en la que también participó el jefe del Ejecutivo afgano, Abdulá Abdulá. Se trataba de agradecerles «su compromiso con el pueblo afgano» y pedirles «continuar sus esfuerzos para mejorar la unidad nacional» tras más de una década de conflicto que aún no se ha cerrado del todo, dado que no ha habido un proceso de paz con los talibanes, y que obliga a EE.UU. a mantener 8.400 soldados en el país. Con esto había terminado su trabajo como presidente. Pero antes de abandonar la Casa Blanca, ya junto a su mujer, Michelle, pidió a sus asistentes una última conexión telefónica.

Con Angela Merkel.

Era ya de noche en Berlín y Merkel se encontraba a su vez junto a su marido, el científico Joachim Sauer. Obama justificó la llamada explicando que «después de ocho años trabajando juntos era lo correcto» y Merkel y su marido restaron importancia al salto de protocolo. Se mostraron «encantados».

Fue una conversación personal entre las dos parejas y Obama agradeció a la canciller alemana, según ha informado la Casa Blanca, «su firme liderazgo», al tiempo que le pedía que siguiera trabajando por un asunto «esencial», la estrecha relación trasatlántica.

En un diálogo informal y distendido, tanto Barak Obama como su mujer expresaron «su aprecio por su amistad personal» que los une a la canciller alemana e instaron a Merkel a seguir con «sus esfuerzos para profundizar la alianza entre Alemania y Estados Unidos». «El presidente y la canciller coincidieron en que la cooperación estrecha entre Washington y Berlín y entre Estados Unidos y Europa es esencial para asegurar un fuerte vínculo transatlántico, un orden internacional basado en las reglas, y la defensa de valores que han hecho tanto por el progreso humano en nuestros países y el mundo», resumió el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, en un comunicado.

La evidente lectura política de la llamada es un mensaje a Trump, que ha declarado la OTAN «obsoleta», pero también había una motivación personal, la de una amistad sincera que se ha ido desarrollando entre los dos jefes de gobierno a fuego lento, porque Merkel y Obama no siempre fueron amigos.

En 2008, cuando los alemanes celebraban la victoria electoral de Barack Obama, el equipo del presidente estadounidense reprochaba a Merkel un feo durante su campaña electoral, el hecho de haber prohibido que el candidato pronunciase un discurso frente a la Puerta de Brandeburgo. El demócrata tuvo que conformarse con la plaza frente a la Columna de la Victoria, donde cerca de 200.000 personas lo recibieron como a un segundo Kennedy y como a un salvador tras la era Bush, un espectáculo que no fue del gusto de la canciller alemana.

En el primer año de su mandato, en 2009, Obama visitó dos veces Alemania, pero evitó viajar a Berlín, algo que fue interpretado como una afrenta. También la abstención de Alemania en la votación de las Naciones Unidas sobre una intervención militar en Libia, en 2011, afectó las relaciones entre ambos. Según Josef Braml, de la Sociedad Alemana de Política Exterior, «tuvimos grandes problemas, porque conflictos internos habían obligado a Obama a descargar problemas sobre nosotros, en política de seguridad y política económica, de manera que la relación llegó a ser bastante tensa».

El deshielo llegó en 2011, cuando Obama había tenido más oportunidades de seguir de cerca las políticas de la canciller alemana y otorgó a Merkel la «medalla de la libertad», la mayor distinción que puede recibir un extranjero. En 2013, finalmente, Obama se hizo la foto ante la puerta de Brandemburgo, y lo hizo junto a Merkel. Para entonces se había forjado ya una relación que ni siquiera pudo dañar el gran escándalo del espionaje estadounidense en suelo alemán, que incluso había pinchado el móvil de la canciller alemana. Enfurecida, Merkel pronunció una de sus frases más famosas: «el espionaje entre amigos y aliados es inaceptable», pero culpó a la NSA, no a Obama.

Fuentes diplomáticas alemanas afirman que lo que ha impresionado a Obama de Merkel es su «pragmatismo, su fiabilidad y su profesionalidad». Ha dicho de ella que ha sido su «mejor aliada». En la cumbre del G7, celebrada en la localidad bávara de Elmau, en 2015, se hicieron una de las fotos más memorables de esta relación, en la que Obama aparecía sentado en un banco con los brazos extendidos y Merkel de pie, relajada y entusiasmada en una conversación informal como la que, anoche, mantuvieron por teléfono.

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