Trump firma la ley con las nuevas sanciones a Rusia

La promulgación llega después de que la semana pasada Moscú ordenara a Washington reducir su personal diplomático

Donald Trump, ante su hija Ivanka en un evento en la Casa Blanca sobre pequeños negocios Efe

MANUEL ERICE

A regañadientes y con protesta incluida, Donald Trump firmó la ley de sanciones contra Rusia aprobada por el Senado, como castigo a la injerencia del Gobierno de Putin en la elección presidencial. El presidente estadounidense asumía ayer el aprieto de tener que suscribir formalmente lo que se niega a reconocer de palabra, pese a la unánime conclusión de los principales servicios secretos: que Moscú intervino en el proceso que le llevó a la victoria en las urnas. La alternativa, un veto presidencial, habría constituido un escándalo político y la ruptura total con los republicanos, promotores de la ley. Pero Trump no se quedó callado. Utilizando una fórmula que también sus predecesores emplearon en ocasiones, introdujo una adenda en la que denuncia la «invasión de la autoridad del presidente» para recomponer la relación con Moscú, que su secretario de Estado, Rex Tillerson , con idéntica carga crítica hacia la iniciativa del Congreso, situó ayer en «uno de los peores momentos de la historia».

La firma de las nuevas sanciones a cargo de Trump se produce pocos días después de la decisión de Putin de expulsar a tres cuartas partes de los diplomáticos norteamericanos que trabajan en suelo ruso, 755 de un total de mil. Una dura medida de represalia que encuentra el precedente más cercano en 1986, en plena Guerra Fría, poco antes de que la caída del Muro de Berlín cambiase la relación ruso-norteamericana.

Pero la lectura interna estadounidense sigue girando en torno a la denunciada connivencia entre el equipo de campaña de Trump y el régimen de Moscú, bajo investigación oficial en el Congreso y a cargo del Consejo Especial que lidera Robert Mueller . Las sanciones impulsadas por el Senado, que también tienen como causa directa la invasión de Crimea (2014) y las operaciones hostiles en el este de Ucrania, así como las actividades militares en Siria, constituyen en la práctica una línea roja de la mayoría republicana al presidente que sustenta en la Casa Blanca. Una forma de restituir la tradicional aversión de su partido hacia el enemigo ruso , que Trump ha venido poniendo en solfa desde que se convirtió en su candidato. Más aún, durante los más de seis meses que ha ocupado el Despacho Oval, no ha dejado de exhibir su buena relación con Putin, con quien se vio las caras hace unas semanas por primera vez durante la cumbre del G-20 celebrada en Hamburgo. Tras el encuentro, especialmente inquietante para muchos senadores fue el anuncio de Trump de buscar un acuerdo con Moscú para combatir conjuntamente la piratería informática, lo cual fue visto como una ironía disparatada por la mayoría republicana, que ahora sitúa al presidente en su sitio.

En su rechazo a las nuevas sanciones, Trump se desmarcó asimismo de la ley por el «perjuicio» que supondrá para las empresas norteamericanas, a las que se prohíbe el suministro a compañías rusas en la plataforma marítima del Ártico o en los proyectos de esquisto. En sus advertencias, por una vez Trump se alinea con la postura de la UE, que también ha cuestionado las nuevas sanciones de Estados Unidos, ya que muchas empresas europeas se verán afectadas por la limitación a las exportaciones rusas, especialmente en materia de energía.

El secretario de Estado reforzó el cuestionamiento de Trump a las sanciones con la afirmación de que «ni yo ni el presidente estamos felices con la decisión del Congreso». Y, con algo de sarcasmo, concluyó: «Había dicho que las relaciones con Rusia aún podían empeorar, y eso es lo que ha pasado».

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