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Cae el director de Comunicación de Trump tras 10 días en el cargo

John Kelly, nuevo jefe de Gabinete, clave en la destitución de Anthony Scaramucci

Nueva York Actualizado: Guardar
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«¡No hay caos en la Casa Blanca!», tuiteaba ayer de forma enfática Donald Trump, al punto de la mañana, tras alardear de lo bien que va la economía de EE.UU. Horas después, una noticia sacudía al país y desdecía a su presidente. Su secretaria de Prensa anunciaba el despido de Anthony Scaramucci, director de comunicaciones de la Casa Blanca. Diez días ha durado el estrambótico Scaramucci en el cargo, cuyo ascenso y caída son la última muestra de la convulsión permanente y las guerras intestinas de la Casa Blanca.

El paso de Scaramucci por la Administración Trump ha sido tan fugaz como intenso, polémico y tumultuoso. Su llegada se produjo a pesar de la oposición del entonces jefe de Gabinete, Reince Priebus, y de su aliado en la Casa Blanca, el entonces secretario de Prensa, Sean Spicer, que se sintió desautorizado por el nombramiento y abandonó el barco.

El flamante fichaje de Trump se entregó con pasión a los medios, que aprovecharon a un personaje diseñado para vestir páginas de periódico y llenar informativos. Vestido con más pincel que un torero –traje ajustado, corbata asfixiante y eléctrica, anillo-sello en la mano derecha, gafas de aviador con varilla brillante– desfiló por los platós con la frase «I love the president» –a pesar de que se opusiera a su candidatura al comienzo de las elecciones– pegada a la boca y recordando que él y Trump eran amigos «antes que nada».

Caza de brujas

Su bautizo como director de comunicación fue una rueda de prensa de 45 minutos que cerró con un beso al aire a los reporteros. Se pasó de frenada en su ímpetu por defender a Trump, y se estrelló en una conversación telefónica con un periodista de «The New Yorker». Para entonces, había desatado una caza de brujas contra las filtraciones en la Casa Blanca, en la que había amenazado con despedir a todo el equipo de comunicación y en la que tenía a Priebus –enemigo declarado, que había presionado para que Trump no le fichara nada más llegar a la Casa Blanca– como gran sospechoso. «Reince es un jodido esquizofrénico paranoico», le dijo al periodista, que corrió a publicarlo todo. «Yo no soy Bannon, no trato de chuparme la polla», dijo además sobre el estratega jefe de la Casa Blanca.

La revelación de estos insultos no le costó su despido fulminante. Trump, que no tiene fama por escatimar en improperios, lo utilizó para hacer rodar otra cabeza: la de Priebus, que nunca gozó de la confianza total del presidente y que contó con él en la Casa Blanca para engrasar las relaciones con los republicanos del Congreso (algo que, con los escasos logros legislativos de su presidencia, no ha surtido efecto).

A pesar de estar ya marcado como un bufón en la corte de Trump, Scaramucci parecía haber salvado el pellejo tras su traspiés mediático. Entonces llegó un «marine» a la Casa Blanca. Entre tanto dislate, Trump decidió fichar al general retirado John Kelly como jefe de Gabinete en sustitución de Priebus. Kelly se ha ganado la admiración de Trump en los seis meses que se ha desempeñado como secretario de Seguridad Interior. Ha demostrado lealtad al defender sin pestañear algunas de las aventuras más polémicas del presidente, como el veto migratorio y la construcción del muro con México. Trump buscaba disciplina militar para una Casa Blanca que se deshincha entre filtraciones y peleas cainitas. Ayer juró su cargo y poco después se conoció la defenestración de Scaramucci, una decisión que para todo el mundo en EE.UU. tenía la firma de Kelly.

Mientras tanto, las redes sociales hacían sangre con el sonrojante capítulo de Scaramucci en la Casa Blanca: «Es la mejor temporada hasta el momento de “El aprendiz” (el «reality» que protagonizó Trump durante años, en el que despedía a los concursantes)»; «si compraste leche el día que nombraron a Scaramucci, todavía está buena», fueron algunos comentarios.

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