Trump luce su alianza con Japón, pero no olvida el déficit comercial

El presidente de EE.UU., primer mandatario extranjero en ser recibido por el nuevo Emperador Naruhito, discute cómo rebajar su elevada deuda con el primer ministro Abe

Donald Trump, junto al emperador japonés, Naruhito, hoy en Tokio REUTERS
Pablo M. Díez

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Demostrando que Estados Unidos es el principal aliado de Japón, el presidente Trump se ha convertido este lunes en el primer mandatario extranjero en reunirse con el nuevo Emperador Naruhito, que ascendió al trono el 1 de mayo. Invitado por el primer ministro nipón, Shinzo Abe, el presidente norteamericano no ha dudado en cruzar el Pacífico sin importarle que dentro de un mes volverá a Japón para asistir a la cumbre del G20 en Osaka. Un detalle que refuerza la amistad entre ambos países y, sobre todo, entre sus dirigentes.

Aunque Trump destacó el «gran honor» que era conocer al Emperador Naruhito, quien le agasajó con una solemene bienvenida por la mañana y una cena de gala por la noche, no se olvidó del déficit comercial que tiene su país con Japón. Tras alcanzar en abril un máximo histórico de 6.000 millones de dólares (5.360 millones de euros), el inquilino de la Casa Blanca quiere reducirlo con un nuevo tratado comercial en agosto. Pero, con la típica delicadeza oriental, Abe le ha dado largas mientras le colmaba con todo tipo de atenciones durante su visita, como jugar al golf juntos, tomar hamburguesas y presenciar un torneo especial de sumo en honor de Trump. «Tenemos un déficit comercial increíblemente grande con Japón desde hace muchos años», se quejó el presidente estadounidense mientras Abe eludía una pregunta sobre la fecha de las negociaciones.

Según informa la agencia Reuters, ambos discreparon también sobre los últimos lanzamientos de misiles de corto alcance de Corea del Norte, que Abe condenó mientras Trump les quitaba importancia. Para el primer ministro nipón, son «una violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad (de la ONU) y una amenaza». Pero el presidente estadounidense admitió que lo veía de otra manera. «Quizás (Kim) quiere llamar la atención. Quizás no. ¿Quién sabe? Eso no importa. Lo único que sé es que no ha habido pruebas nucleares ni ensayos de misiles de largo alcance. Y creo que algún día tendremos un acuerdo», declaró Trump. Con su falta de crítica al régimen comunista de Pyongyang, contradice incluso a su consejero de seguridad nacional, John Bolton, quien el fin de semana también había hablado de violación de las resoluciones de la ONU. Ante sus palabras, Corea del Norte lo llamó «maniaco de la guerra» y «defecto humano», pero Trump prefirió no cerrar la puerta al diálogo con Kim Jong-un. Posiblemente también por ese motivo, o quizás porque realmente lo piensa, hasta coincidió con el joven dictador norcoreano en el «bajo coeficiente intelectual» del ex vicepresidente Joe Biden, quien pretende disputarle la Casa Blanca en las elecciones del próximo año.

Al igual que hiciera en 2017 durante su primera visita a Japón, Trump se reunió con familiares de japoneses secuestrados por Corea del Norte en los años 70 y 80 para formar a sus espías en el idioma y las costumbres locales. De los 13 que Pyongyang reconoció haber raptado en 2002, solo devolvió a cinco asegurando que el resto había fallecido, pero el Gobierno nipón sospecha que los desaparecidos son más y algunos pueden seguir retenidos.

Durante su encuentro, Trump y Abe también analizaron la creciente tensión con Irán y la guerra comercial de EE.UU. con China, que está afectando al resto de la economía mundial. «Creo que alcanzaremos un trato muy bueno con China en algún momento en el futuro. No creo que China pueda seguir pagando estos cientos de miles de millones de dólares en aranceles», vaticinó Trump, con la vista puesta en la reunión que mantendrá con el presidente Xi Jinping a finales de junio durante la cumbre del G20.

Ya por la noche, el presidente y su esposa, Melania Trump, cenaron en el Palacio Imperial de Tokio con Naruhito y la Emperatriz Masako, acompañados del matrimonio Abe y otros invitados. Ataviados ellos con esmoquin y algunas mujeres con kimonos tradicionales, degustaron seis platos, entre ellos rodaballo «a la Meunière», costillas de ternera a la parrilla y helado del monte Fuji, mientras la Orquesta Imperial amenizaba el banquete. En el brindis, Naruhito recordó las «dificultades» que habían superado sus dos países «hasta convertirse en cercanos vecinos del Pacífico unidos por una fuerte amistad». Y Trump bebió por la «bella armonía» de su nueva era «Reiwa», que le ha tenido como primer invitado de Estado.

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