Trudeau purga a dos ex ministras críticas y agudiza su crisis política

La oposición pide crear una comisión parlamentaria que investigue las interferencias políticas al poder judicial

Justin Trudeau en el parlamento canadiense Reuters

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Justin Trudeau se convirtió en 2015 en primer ministro de Canadá convertido en la cara amable de la política de su país, con un mensaje de renovación de las estructuras de poder. Ahora, a pocos meses de buscar su reelección, la amabilidad se ha agotado. En el último episodio del escándalo de interferencias políticas a la acción de la justicia, Trudeau ha expulsado del grupo parlamentario de su partido a dos ministras críticas: la ex fiscal general, Jody Wilson-Raybould, que denunció presiones contra ella en el caso SNC-Lavalin; y Jane Philpott, que dimitió como presidenta del Tesoro por la gestión gubernamental del escándalo.

Trudeau comunicó la purga a los diputados del Partido Liberal la noche del martes y los justificó en la «quiebra de la confianza» con ambas.

Wilson-Raybould es la pieza central de esta tormenta política, la mayor desde la llegada de Trudeau al poder y el gran obstáculo para su reelección. A comienzos de febrero, el periódico de Toronto ‘The Globe and Mail’ reveló que Wilson-Raybould, que había sido fiscal general hasta principios de enero de este año, había recibido presiones políticas para que no procesara a una gran compañía industrial de la que dependen miles de puestos de trabajo en Canadá.

Wilson-Raybould reconoció esas presiones ante una comisión parlamentaria y especificó que habían venido de hasta once diferentes altos cargos del Gobierno de Trudeau, incluido el primer ministro.

El asunto sacudió la política canadiense , provocó la salida de altos cargos -como el amigo íntimo y jefe de Gabinete de Trudeau, Gerald Butts-, la dimisión de la propia Wilson-Raybould y de otra ministra clave, Philpott, una de las políticas de mayor prestigio en el país.

Tanto Wilson-Raybould como Philpott mantenían su acta de diputadas y su pertenencia al Partido Liberal mientras el escándalo ganaba fuerza. La gota que ha colmado la paciencia de Trudeau es la publicación de una conversación telefónica entre Wilson-Raybould y Michael Wernick, un alto consejero del primer ministro.

Wilson-Raybould grabó la llamada para dejar constancia de las presiones y la reveló el pasado viernes. « Era algo razonable y racional en una situación inaceptable e irraciona », justificó la ex fiscal general.

Philpott, muy crítica por la actitud de Trudeau y de su Gobierno de negar las presiones y tratar de pasar página, calificó la expulsión del grupo parlamentario liberal como «profundamente descorazonadora» y criticó la actitud del primer ministro: «En lugar de reconocer lo obvio -que varias personas trataron de forma inapropiada de presionar a la ex fiscal general sobre una decisión procesal- y pedir disculpas por lo ocurrido, se decidió intentar negar lo obvio, atacar la credibilidad de Jody Wilson-Raybould y tratar de culpabilizarla».

Trudeau trató de justificar su decisión ante el partido: «Nuestros rivales políticos ganan cuando los liberales se dividen», dijo ante los diputados. «No podemos permitirnos ese error».

La oposición, sin embargo, vuelve a sacar provecho del episodio, que Trudeau parece incapaz de sacudirse antes de que lleguen las elecciones. El líder del Partido Conservador, Andrew Scheer, calificó la purga como «una traición a la justicia» y criticó que las autoridades deben «proteger a quienes denuncian corrupción o mala conducta del Gobierno, no castigarles».

Por su parte, Jagmeet Singh, candidato de izquierda, aseguró que Trudeau y su Gobierno habían mostrado con exactitud «lo que piensan sobre la integridad».

Ambos partidos de la oposición han repetido los llamamientos para que el primer ministro y otros altos cargos comparezcan en una comisión parlamentaria para declarar sobre las presiones a la ex fiscal general, algo que de momento han logrado evitar.

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