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Al Sisi, recibido en la Casa Blanca como aliado clave contra Daesh

El presidente de EE.UU. elogia a su colega egipcio: «Ha hecho un gran trabajo»

Nueva York Actualizado: Guardar
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En los negocios -un mundo que Donald Trump conoce muy bien- y en la política, el éxito de una operación muchas veces tiene que ver con las concesiones que se esté dispuesto a hacer y las compensaciones que se consiguen. En su relación con Egipto, tradicionalmente el principal aliado de EE.UU. en Oriente Medio, el presidente de EE.UU. ha optado por mirar para otro lado en lo que se refiere a la situación política y de derechos humanos en el país y concentrarse en el enemigo común para ambos Gobiernos: el terrorismo islámico.

Este lunes, Donald Trump abrió las puertas de la Casa Blanca a su homólogo egipcio, Abdelfatah al Sisi, que le habían estado cerradas desde que el general accediera al poder tras el derrocamiento del anterior presidente, Mohamed Morsi, en 2013.

«Quiero que todo el mundo sepa, por si hay alguna duda, que estamos totalmente del lado del presidente Al Sisi», anunció Trump en un breve encuentro con los medios. «Ha hecho un trabajo fantástico en una situación muy difícil. Estamos con Egipto y con el pueblo egipcio».

La visita de este lunes fue la confirmación de un cambio de relaciones entre ambos países, después de una cierta desconexión durante las presidencia de Barack Obama.

Al Sisi fue uno de los cabecillas del derrocamiento de Morsi, el líder de los Hermanos Musulmanes que accedió al poder tras la Primavera Árabe de 2011. Entonces era el ministro de Defensa y fue un puntal en la represión de la organización de Morsi y de otros grupos políticos islámicos. Se impuso en las elecciones de 2014, boicoteadas por muchos partidos políticos, con una aceptación del 93%.

Sintonía plena

La caída de Morsi por la fuerza supuso una crisis en las relaciones con EE.UU. Obama, que no llegó a calificar la actuación de Al Sisi como golpe de Estado, decidió congelar la ayuda militar y económica que Egipto recibe cada año de Washington. Eso duró dos años, hasta que Obama necesitó reforzar la alianza de países islámicos en su lucha contra Daesh. Sin embargo, las relaciones con Al Sisi nunca fructificaron, y el líder egipcio no puso el pie en la Casa Blanca.

Con Trump todo ha sido diferente. Mucho más preocupado por entenderse con mandatarios fuertes -aunque su historial en derechos humanos sea cuestionable- que den estabilidad a la región y colaboren en la derrota del terrorismo yihadista, Trump recibió a Al Sisi todavía como candidato presidencial, en septiembre del año pasado. «Es un tipo fantástico, ha tomado el control de Egipto, de verdad que lo ha hecho», dijo entonces Trump, a lo que Al Sisi respondió calificando al multimillonario neoyorquino como «un gran líder».

Trump y Al Sisi tenían importantes asuntos que discutir. En primer lugar, la ayuda de EE.UU. a Egipto. Washington envía a su socio en Oriente Medio 1.300 millones de dólares al año en ayuda militar, algo que la Administración de Trump parece comprometida a mantener, sobre todo para contener los avances de Daesh en la península del Sinaí, donde han perdido la vida cientos de policías y militares egipcios. Donde hay menos certezas es en los 250 millones de dólares de ayuda económica, que podrían ser víctimas de los planes presupuestarios que prevén desvestir al Departamento de Estado de fondos para ayuda al desarrollo.

Conservar el flujo de financiación de EE.UU. es clave para Al Sisi, que no vive su mejor momento en Egipto y que utilizará su visita a la Casa Blanca para dar un espaldarazo a su prestigio. Al Sisi también pretende que EE.UU. coloque a los Hermanos Musulmanes en la lista de organizaciones terroristas, algo que parece complicado por el malestar que podría causar en otros gobiernos de países islámicos.

Los ataques a los derechos humanos en Egipto tuvieron menos protagonismo, a pesar de las críticas de organizaciones civiles estadounidenses.

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