Los republicanos acometen una demolición exprés del «Obamacare»

El Senado empieza a sustituir la reforma sanitaria del presidente saliente, que Trump tacha de «desastre»

Washington Actualizado: Guardar
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La demolición del «Obamacare», el modelo de cobertura sanitaria ideado, impulsado y aprobado por el presidente Obama, se ha convertido en el gran símbolo del cambio político. Utilizado con éxito como ariete por Donald Trump durante la campaña, como habían hecho los republicanos previamente para lograr repetidas mayorías en el Congreso, emerge ahora como anunciador de la «nueva era» que supone el desembarco del «outsider» populista en la Administración estadounidense. Para Trump, es el hilo de conexión con el conservadurismo. Para los republicanos, una reafirmación de su añorada oportunidad de derrumbar los ocho años de mandato del enemigo político.

En la práctica, el «Obamacare», que ofrece la doble cara de haber extendido la cultura del estado del bienestar en Estados Unidos (positiva) y de haber multiplicado impuestos, gasto público e ineficiencia (negativa), podría cambiar menos de lo que parece, según reconoce la mayoría de los protagonistas políticos, que recuerdan esta frase de Trump: «Hay dos partes que me gustan mucho», en alusión al sometimiento de las aseguradoras y a los beneficios para los jóvenes.

Aunque nadie sabe todavía el alcance de la transformación, y menos si el nuevo presidente cambiará de opinión, después de su insistencia en «terminar con el desastre del »Obamacare«», sus últimas palabras.

Los republicanos, que en el pasado han llegado a votar hasta cincuenta veces su supresión, iniciaron ayer el camino para desmontar el pilar de la herencia social de Obama. Mientras los demócratas, con el todavía presidente a la cabeza, luchan por su supervivencia, la mayoría en el Congreso logró ayer allanar el camino. Una proposición no de ley sirvió para preparar el terreno de la ofensiva legislativa que llegará cuando la nueva Administración Trump haya tomado posesión, a partir del 20 de enero.

Negociación

Pero no todo es tan fácil. La iniciativa aprobada ayer permitirá que el grueso del nuevo modelo sanitario pueda salir adelante con los 52 (de 100) senadores republicanos, pero habrá puntos que requerirán de una mayoría reforzada de sesenta, es decir, de una negociación con los demócratas. Además, uno de los republicanos, el senador por Kentucky Rand Paul, se convirtió ayer en verso suelto, al desmarcarse durante la primera de las votaciones que tendrán lugar en el proceso, dejando la mayoría en 51, frente a 48 demócratas.

Al complejo entramado jurídico-político del legislativo estadounidense, que impide avanzar rápidamente en la aprobación de leyes, y más si se trata de sustituir una ya existente, se unen las discrepancias internas entre los republicanos. Pese a su voto positivo, algunos congresistas temen que la supresión del «Obamacare» no lleve aparejado un nuevo modelo que impida el desamparo provisional de los millones de ciudadanos que ya se benefician del sistema. El líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, ha intentado tranquilizar a los representantes de su partido con la promesa de que «la nueva ley estará aprobada a finales de febrero». Entre las opciones que se barajan, está la de que Trump proceda a la firma de la anulación del «Obamacare» el primer día de su presencia en el Despacho Oval, algo que está entre sus atribuciones y que podría utilizar para aprovechar su efecto propagandístico.

Actualmente, el futuro director del gabinete de Trump en la Casa Blanca, Reince Priebus, la conexión del presidente electo con los republicanos, negocia con ellos la fórmula para demoler el «Obamacare». El contenido llegará de la Administración Trump, pero el método debe coordinarse al máximo, en la que será la primera gran prueba para el nuevo y difícil engranaje entre el magnate y los republicanos.

Contra el intervencionismo

La mayoría del partido y el presidente electo coinciden en la necesidad de eliminarlo y sustituirlo, pero la discrepancia estriba en los puntos que se modificarán, todos o algunos. En general, el espíritu conservador ha abominado del intervencionismo del Estado que suponía el nuevo modelo, que incluye la imposición a las aseguradoras de acoger a quienes superaban el mínimo de ingresos para recibir subsidios (Medicaid, la cobertura para los pobres). Pero Trump es partidario de mantener este punto, así como que los menores de 26 años que viven con sus padres puedan acogerse al sistema.

Sobre el resto de los puntos y la necesidad de abaratar los costes del modelo hay acuerdo pleno, aunque falte elaborar el contenido de la nueva ley. Los republicanos denuncian que la aplicación del «Obamacare», además de un inicial caos en el sistema informático, ha supuesto unos costes muy superiores a los previstos, tanto para el sistema como para los beneficiarios. El hecho de que los acogidos al nuevo modelo vayan a pagar una media de un 25% más en 2017, una subida aplicada por las aseguradoras, que son el eje del sistema en EE.UU., ha disparado las críticas, y no menos desde los sectores liberales que desde los conservadores. El propio expresidente Bill Clinton, que no logró en 1993 aplicar una cobertura pública a la europea (el intento de cambiar el modelo en el que fracasó Hillary), calificó el «Obamacare» de «la cosa más loca del mundo», durante la pasada campaña electoral.

Ahora, el presidente electo ha encomendado la labor de reforma a su nuevo secretario de Salud, Tom Price. Cirujano de profesión y congresista por el estado de Georgia desde 2005, Price se ha especializado durante los últimos años en estudiar el «Obamacare» y en las posibles alternativas para su sustitución. Aunque todavía no ha concretado cuáles serán los puntos novedosos de su modelo, Price ha insistido mucho en humanizar el sistema, y ha explicado el objetivo con estas palabras: «El propósito de la reforma debe ser el de mejorar la accesibilidad, la calidad, y la capacidad de respuesta e innovación».

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