El Salvador cierra su mes menos sangriento desde los Acuerdos de Paz en 1992

El promedio de homicidios diarios baja a cuatro, un descenso que se produce tres meses después de la llegada al poder de Nayib Bukele

La policía traslada a pandilleros, en una de las medidas de su Plan de Control Territorial MINISTERIO DE SEGURIDAD
Susana Gaviña

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El Salvador, que suele ser noticia por encabezar la lista de los países más violentos del mundo y por la inmigración y los dramas que esta desencadena, como la muerte de un padre y su hija de dos años en el río Bravo hace unos meses, lo es –o debería de serlo– ahora por algo positivo: haber concluido agosto como el mes menos sangriento (131 homicidios) desde la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992. (la anterior fecha con menos muertos fue abril de 2013 con 143, según informó hace unas semanas el periodista Roberto Valencia en «El Faro»).

Así lo confirmó el propio presidente de El Salvador, Nayib Bukele , desde su cuenta de Twitter en la madrugada del domingo, cuando acababa de concluir el mes: «Termina agosto y podemos confirmar que hemos cerrado el mes con menos homicidios desde los Acuerdos de Paz».

Unos días antes, el presidente que llegó al poder el 1 de junio pasado y se ha convertido en el más popular de la historia de El Salvador (las últimas encuestas le dan un apoyo del 90% de la población), vaticinaba ya el pasado 24 de agosto que esto podía ocurrir: «Este día El Salvador cierra con dos homicidios. A pesar de las adversidades y el largo camino que falta por recorrer, seguimos bajando el promedio. De seguir así, agosto se convertiría en el mes más seguro desde los Acuerdos de Paz» en el que se refiere a las cifras del día 23 de agosto, cuando el promedio de homicidios en el mes se reducía a 3,8, una cifra histórica, pero inestable, que en los últimos días ha subido ligeramente, situándola en 4,2 homicidios diarios de promedio. El total ha ascendido finalmente a 131 muertos el pasado mes, según los datos de la Policia Nacional Civil. Una cifra exorbitada para cualquier país europeo, pero muy inferior a la del mismo periodo de 2018 en El Salvador, que se situó en 272.

Tirando siempre de cifras, es importante subrayar que si bien el descenso de estas semanas es histórico, la bajada en el número de homicidios es una tendencia que viene produciéndose en los últimos años. Así lo muestran las estadísticas del InSight Crime , que en 2016 situaba al Pulgarcito de Centroamérica, como se conoce a El Salvador, como el país más violento con 81,2 homicidios por 100.000 habitantes, cantidae que pasó a reducirse en 20 homicidios en 2017, y siguió bajando el año pasado, situándose en 51 homicidios, lo que colocó al país en segundo lugar por detrás de Venezuela.

Causas del descenso

Con un presidente que a pesar de su popularidd ha polarizado a la sociedad, entre una gran mayoría que lo apoya y una minoría muy crítica, la pregunta inmediata es dónde residen las causas de esta importante bajada en los asesinatos. El gobierno salvadoreño no ha tardado en atribuirlo a las políticas de seguridad implementadas por Bukele, que ha desarrollado bajo el nombre del Plan de Control Territorial, que contempla dos fases: una represiva y otra preventiva, aunque los resultados de esta última se verán más a largo plazo.

«Contrario a gobiernos pasados, hoy con la voluntad política del Presidente @nayibbukeley el #PlanControlTerritorial cerramos agosto como el mes con menos homicidios. Falta mucho por hacer, pero es innegable que estos resultados son satisfactorios para todos«, ha afirmado este domingo Rogelio Rivas, ministro de Justicia y Seguridad Pública de El Salvador, en la cuenta de Twitter de la institución, en la que incluye un gráfico con el ránking de meses con menos homicidios desde la firma de los Acuerdos de Paz.

No todos se muestran tan optimistas y ponen en cuarentena estos datos: «El descenso es real. Para los parametros de este país es histórico, pero somos y seguiremos siendo una de las sociedades más violentas del mundo», explica a ABC Roberto Valencia , periodista español afincado en El Salvador desde hace casi dos décadas, especializado en información sobre seguridad ciudadana y el fenómeno de las pandillas (es autor de «Cartas desde Zacatraz ). Valencia, que escribe en el diario digital de investigación «El Faro», a diario cuelga en su cuenta de Twitter las estadísticas de los homocidios en el país. Cifras solventes y contrastadas, que hasta el propio Bukele ha retuiteado.

A pesar de estas últimas, el periodista reconoce que El Salvador está muy lejos de quitarse la etiqueta de ser uno de los países más violentos del mundo. «Naciones Unidas establece que a partir de 10 homicidios por cada 100.000 habitantes un país, una ciudad o una región ya sufre una epidemia de violencia –España normalmente tiene 0,8–», explica. Para evitar esa epidemia en El Salvador «deberían producirse dos homicidios al día», matiza. «Hay razones para la celebración, pero seguimos estando al doble de los estándares que el sistema de Naciones Unidas tiene para etiquetar la violencia de un país». No olvida, sin embargo, que en 2015, el promedio de muertos era de 18, lo que hace este mes de agosto algo excepcional. También matiza, que, mientras Bukele y su gobierno extienden el periodo comparativo hasta 1992, prefiere circunscribir este récord en la bajada de homicidios a este milenio, pues en los últimos años del siglo XX, tras firmarse los acuerdos de Paz, tras doce años de guerra, tuvo lugar «un periodo un poco oscuro, pues los sistemas de conteo eran otros. Los datos no eran tan confiables». Sí señala, sin embargo, que los años de posguerra «fueron la época más violenta que ha vivido El Salvador».

Políticas ya ensayadas

¿Pero a qué se debe el descenso actual? Esa es la pregunta del millón para la que parece que nadie tiene una respuesta definitiva. Valencia, periodista independiente y crítico con el nuevo gobierno, está convencido de que Bukele –que intentó «manipular» hace unas semanas las estadísticas, excluyendo los muertos de las fosas comunes y los que son productos de los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad– venderá los cuatro homicidios al día de promedio durante el mes de agosto como un triunfo.

Sin embargo, él considera que este profundo descenso, «que nadie discute», no tiene que ver con las políticas de seguridad implementadas por el presidente. «Bukele dirá que sí, pero yo no lo creo. Los problemas de violencia que tiene esta sociedad son muchos más profundos y graves como para que se resuelvan en ocho semanas, y sin haber hecho nada excepcional». Con esto se refiere a que el grueso del Plan de Control Territorial , «especialmente la parte represiva», son fórmulas que ya ensayaron gobiernos anteriores.

«Lo que sucede es que Bukele le ha puesto un envoltorio más bonito y lo presenta en las redes sociales casi a tiempo real». «Es de sentido común, añade Valencia, no atribuir el descenso a las mismas fórmulas». En su opinión, «hay otros factores» que considerar. Entre ellos, menciona a las pandillas o maras , «los grupos delincuenciales que más impacto tienen en esta sociedad», y que Valencia conoce bien a través de su trabajo como periodista.

«Está ocurriendo algo en las calles. El factor grupos delincuenciales y el factor maras está jugando su propia partida en este tema. La disminución puede ser el resultado de un trabajo efectivo o que los propios grupos delincuenciales hayan decidido calmarse». Sobre este aspecto, hay quienes han lanzados las sospechas de una supuesta negociación o una tregua entre el Gobierno de Bukele y las maras, para que estas paren la violencia a cambio de algo, como ya sucedió en 2012 durante el Gobierno de Mauricio Funes . Sin embargo, desde el gobierno de Bukele, que siempre ha negado haber negociado con ellas cuando fue alcalde de la capital, San Salvador, ha salido a desmentir que existiera algún tipo de tregua.

Maro dura o estrategia de las maras

Muy al contrario, su política, de cara al pueblo salvadoreño, ha sido implantar unaas medidas que acaben con los privilegios de las maras, bloqueando sus comunicaciones en los penales, evitando así las extorsiones y los asesinatos por encargo, además de redistribuirlas en las cárceles, evitando que los penal sean el reino exclusivo de cada grupo, como la Mara Salvatrucha y Barrio-18, como había sucedido hasta ahora.

«Los críticos aquí hablan de una tregua, pero yo no lo creo. Una negociación con las pandillas, en que estas se hayan comprometido a disminuir la violencia homicida, como pasó hace siete años, creo que ya nos habríamos enterado pues es una negociación que hay que trasladar a la calle, en la que según cifras oficiales hay 60.000 pandilleros –20.000 encarcelados y 40.000 en la calle–. Me parece imposible, después de lo que pasó ya en 2012, que no nos hayamos dado cuenta si esto realmente ha sucedido», subraya Valencia.

«Creo, personalmente, que no está pasando». Otra cosa es que las pandillas, un actor político con muchísimo peso en El Salvador, hayan decidido «calmarse», utilizando esto como «una estrategia». Esta cambio de comportamiento sí podría ser consecuencia de la presión ejercida por el gobierno. «Por citar un ejemplo, Ciudad Barrios, que es el penal por excelencia de la Mara Salvatrucha desde 2004, tiene ahora alrededor de 900 personas de la 18. Las han mezclado la semana pasada». Dicho en plata, «le están tocando los cojones al tigre», bromea Valencia. A esto se suma que todos los días hay conteos de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad con pandilleros muertos. «Esto refuerza mi idea de que no hay una negociación. Creo que las pandillas han visto que ahorita les conviene estar calmados ». Aclara que este descenso no empezó el 1 de junio, sino que este viene siendo sostenido desde hace cuatro años. «Ahora se ha acentuado el fenómeno. Si hace más de tres meses me hubieran dicho que ibamos a cerrar con cuatro homicidios diarios no lo hubiera creído».

El descenso de homicidios también incluye los feminicidios –«ha sido más pronuciado la disminución de asesinatos de mujeres». confirma Valencia–, así como también se ha apreciado un importante descenso en el capítulo de las desapariciones. «Sigue siendo un problema gravísimo en este país, pero este año la Fiscalía, un organismo que no depende del gobierno, dice que hay menos denuncias. Todos los actores han alcanzado el consenso de que el descenso de la violencia es real, y la cuestión es «por qué ha sucedido». La pregunta del millón para la que no parece haber una respuesta definitiva.

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