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Robert Goodwin: «Veo muy poco probable que pierda la permanencia»

El historiador prefiere la permanencia, pero recuerda que hay razones de peso para criticar los déficits democráticos de Bruselas

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El profesor Robert Goodwin acaba de publicar en español su libro «España Centro del Mundo», un viaje apasionado a nuestra etapa imperial. El historiador londinense, fiel y sufrido seguidor del Chelsea desde su adolescencia, opta por una metáfora deportiva para analizar a la UE. Goodwin prefiere la permanencia, pero recuerda que hay razones de peso para criticar los déficits democráticos de Bruselas.

-Las casas de juego dan por hecho que el Reino Unido seguirá en la UE. En las encuestas hay más igualdad. ¿De quién se fía usted?

-Sobre todo de las casas de apuestas. Las empresas de las encuestas trabajan para los que las contratan. Son sirvientes en ese sentido. Las casas de apuestas en cambio son un negocio durísimo.

-¿Está usted a favor o en contra de que su país siga en la UE?

-Creo que la UE es como la FIFA. Si quieres jugar al balompié no te queda otra que asociarte, sino acabarás jugando al críquet o al rugby, al fútbol americano, al béisbol… Todos deportes muy dignos, incluso algunos más interesantes que el fútbol, pero hacen menos caja y no son globales. Básicamente son pasatiempos catetos.

-¿Estamos ante un debate patriotero de tipo nacionalista o hay argumentos razonables a favor del Brexit?

-Siempre es merecido e importante preguntarse si una capa enorme de gobernantes, políticos, jueces, administrativos, etc… es realmente necesaria y aporta beneficios a los ciudadanos. ¿Para qué sirve? ¿Es capaz de conseguir sus objetivos? ¿Nos compensa lo que nos cuesta? Debe haber respuestas adecuadas. Las instituciones de la UE son poco democráticas. La democracia no consiste solamente en el sistema electoral y las normas parlamentarias y la Constitución, también depende de instituciones no gubernamentales, con un papel fundamental de la prensa y el derecho. No existe una prensa al nivel continental preocupada por la conducta de los dirigentes de la UE. Los gobiernos nacionales se responsabilizan de ese papel de control hasta cierto punto, pero al fin y al cabo ellos son políticos y parte interesada. La gente está acostumbrada a manifestarse en sus países, pero ¿quién tira hasta Bruselas a protestar por las injusticias que allí se cometen? ¿Quién lanza tomates a Juncker o Draghi para recordarles quiénes somos sus jefes? En cambio, miles y miles de tontos nos movemos para ver un partido de fútbol. Vuelvo a la parábola deportiva. Personalmente no quiero aislarme en un campo de críquet, prefiero seguir yendo al fútbol. Pero reconozco que las voces del Brexit provienen de instintos democráticos bastante más antiguos y arraigados que la joven UE. Si son poco apetecibles para Bruselas, que no se quejen y que aprendan cómo funciona una democracia verdadera.

-Cameron ha dicho que seguirá incluso perdiendo el referéndum. ¿Lo ve factible? Cuesta creerlo...

-Pero es que veo muy poco probable que pierda. En el fondo, todo se ha convertido en un cierto debate de clasismo económico. Como tendencia general, el grueso de la gente cultivada y con trabajo está con «Remain». Con «Leave» están algunos conservadores de tendencias libertarias y, sobre todo, la clase baja que recibe subsidios del Estado. El argumento casi único de «Leave» es la inmigración y el de «Remain», la economía. Eso ha suscitado una pregunta muy difícil para quien se plantee votar por salir: ¿Cuánto estás dispuesto a perder económicamente para dar satisfacción a tu xenofobia? Por muy xenófoba o racista que sea alguna gente, cuesta reconocerse en eso; asumir esa pregunta es muy duro. Va a ganar Remain, para mí la cuestión es ya si por mucho o por poco, y Cameron no dimite. Ahora bien, si pasase algo muy raro -un atentado en París, una euforia nacionalista por el éxito de Inglaterra en la Eurocopa…- y «Leave» diese la sorpresa, entonces sería imposible que Cameron sobreviviese. Creo que ganará y hará una limpieza del Partido Conservador, apartando a Boris, pero empleando a algunos de sus euroescépticos para batallar con Bruselas.

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